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Las máscaras de Fernando Pessoa
YO ES OTROS. ANTOLOGÍA ESENCIAL. Selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso.
Editorial UV, Valparaíso, 2019, 320 páginas

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Artes y Letras. Revista de Libros de El Mercurio. 21 de Julio de 2019


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Editorial UV publica una antología bilingüe de la poesía escrita por el autor portugués. Su traductor incluye, además, textos en prosa fundamentales para comprender la poética de sus heterónimos.

"Porque YO es otro", proclamó Rimbaud en sus célebres Cartas del vidente (1871). Ningún escritor moderno llevó, como Pessoa, tan lejos ese imperativo para liberarse del ego. El desdoblamiento del autor portugués en varios heterónimos —seudónimos con personalidades distintas— explica el título del volumen YO es otros. Antología esencial, que acaba de publicar Editorial de la Universidad de Valparaíso, a cargo del poeta argentino Rodolfo Alonso, el primer traductor de Pessoa en América Latina (ver recuadro).

"Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en Alvaro de Campos toda la emoción que no doy ni a mí ni a mi vida. ¡Pensar, mi querido Casais Monteiro, que todos esos tienen que ser, en la práctica de la publicación, precedidos por Fernando Pessoa, impuro y simple!", le explica Pessoa a su amigo Adolfo Casais Monteiro en una de sus últimas cartas, fechada en Lisboa el 13 de enero de 1935.

Alude con esto a Mensaje (1934), el único libro de versos en portugués, firmado con su nombre, que publicó en vida, además de tres breves poemarios escritos en inglés. Todos los demás se editaron tras su muerte, incluyendo las prosas de El libro del desasosiego, La educación del estoico y El banquero anarquista (que solo había aparecido en una revista). YO es otros selecciona algunos fragmentos de los dos últimos.

En la misma epístola a Casais —también incluida en esta antología—, Fernando Pessoa explica: "El origen de mis heterónimos es el hondo trazo de histeria que existe en mí. No sé si soy simplemente histérico, o si soy, más propiamente, un histero-neurasténico. Tiendo hacia esta segunda hipótesis, porque hay en mí fenómenos de abulia que la histeria, propiamente dicha, no encuadra en el registro de sus síntomas. Sea como fuese, el origen mental de mis heterónimos está en mi tendencia orgánica y constante hacia la despersonalización y hacia la simulación. Esos fenómenos —felizmente para mí y para los otros— se mentalizaron en mí; quiero decir, no se manifiestan en mi vida práctica, exterior y de contacto con otros; hacen su explosión hacia adentro y los vivo a solas conmigo".

Recuerda el escritor portugués cómo, durante su infancia —que transcurrió entre su Lisboa natal y Durban, Sudáfrica—, creó a su alrededor un mundo ficticio, rodeado de amigos y conocidos imaginarios. El primero, a los seis años, fue un cierto Chevalier de Pos. Ya mayor se le ocurrían "dichos de espíritu" completamente ajenos a él, que atribuía a ciertos amigos cuyos nombres inventaba, dotándolos de una vida e incluso una apariencia física. En 1912 escribió unos poemas de índole pagana en verso irregular. Quedaron solo en esbozo, pero le dieron el vago retrato de su autor. "Había nacido, sin que yo supiese, Ricardo Reis", escribió Pessoa.

Dos años después, a la manera de su contemporáneo Mario de Sá-Carneiro (1890-1916), se le ocurrió inventar un poeta bucólico, pero no lo consiguió. "Un día en que finalmente desistiera —fue el 8 de marzo de 1914 — me acerqué a una cómoda alta y, tomando un papel, comencé a escribir, de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tres poemas al hilo, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro así. Abrí con un título, O Guardador de Rebanhos. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien di desde luego el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme el absurdo de la frase: en mí apareció mi maestro. Fue esa la sensación inmediata que tuve. Y tanto así que, escritos que fueran esos treinta y tantos poemas, inmediatamente tomé otro papel y escribí, al hilo, también, los seis poemas que constituyen la Lluvia oblicua, de Fernando Pessoa".

¿Un alter ego que toma posesión del poeta y se convierte incluso en su mentor? Suena delirante, pero no es una excepción por esa época. En el país vecino, Miguel de Unamuno publica ese mismo año Niebla (1914), novela en que el protagonista encara a su propio creador. De forma similar, en la obra Seis personajes en busca de autor, estrenada en 1921, Luigi Pirandello es enfrentado por sus criaturas dramáticas.

En todas partes la literatura adquiere autonomía y se rebela contra la realidad. El efecto paradójico de estas insurrecciones es que debilita la entidad del autor hasta convertirlo en un personaje. En el caso del poeta portugués, Fernando Pessoa, el creador de heterónimos, corre el riesgo de transformarse en uno más de ellos, como de hecho sucedió. Los heterónimos se comieron al ortónimo. Pessoa firmó muchos más textos con esos nombres que con el nombre propio.

Una vez nacido Alberto Caeiro, su creador trató de "descubrirle" unos discípulos. "Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre, y lo ajusté a sí mismo, porque a esa altura ya lo veía. Y, de repente, y en derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. De un saque, y en la máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la Ode Triunfal de Alvaro de Campos —la Oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene", escribe Pessoa.

El autor dota a esa tríada creativa de biografías minuciosas, de obras, incluso de rasgos físicos. Pessoa es capaz de precisar que Álvaro de Campos mide dos centímetros más que él. YO es otros reproduce una nota en que De Campos recuerda las circunstancias en que conoció personalmente a su maestro Caeiro. Pero como si no le bastaran todos estos heterónimos, el escritor portugués añade seudoheterónimos como Bernardo Soares y el Barón de Teive, "acaso los más íntimos, los más ligados (pero siempre solo en alguna proporción) a su yo personal", comenta Rodolfo Alonso en su prólogo.


Médium y ocultista

Atribuir esta fiebre heteronímica a patologías mentales, como lo hace el propio escritor, suena reduccionista. Incluso puede ser otro recurso literario. Hay que buscar más claves en el contexto cultural de su época. La obra del portugués está infiltrada por todo el pensamiento heterodoxo del ochocientos y principios del novecientos que reflotó al paganismo, como bien resalta Ángel Crespo en su introducción a El regreso de los dioses (Acantilado). Pessoa se inserta en la línea de revolucionarios de la cultura como Schopenhauer y Nietzsche y lee a los estetas británicos Matthew Arnold, Walter Pater, Oscar Wilde, criticándolos por no ser suficientemente paganos. Se acerca más a los autores ocultistas, sobre todo a los teósofos, algunos de los cuales traduce.

En la ya citada carta a Casais Monteiro, esencial para desbrozar el hermetismo de su poesía, Fernando Pessoa responde a la pregunta de si cree en el ocultismo. "Creo en la existencia de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, en experiencias de diversos grados de espiritualidad, sutilizando hasta llegar a un Ente Supremo, que presumiblemente creó este mundo", contesta el poeta. No cree en una comunicación directa con Dios o el Gran Arquitecto, pero sí en la posibilidad de irse relacionando con seres cada vez más altos. Para esto distingue tres caminos: el mágico, que incluye prácticas como el espiritismo; el místico, que es "incierto y lento", y el alquímico, que considera el más difícil, pero el más perfecto.

Pessoa siguió los tres en distintos momentos de su vida. Hacia 1916 creyó descubrir en él facultades de médium y el 9 de agosto de ese año, a través de la escritura automática, dijo recibir un mensaje firmado por Henry More, el poeta y filósofo inglés del siglo XVII que se dedicó al estudio del neo-platonismo. El manuscrito, de letra algo desfigurada, quedó en un baúl junto a miles de páginas sin publicar.

Ángel Crespo ve en esta "comunicación" espiritista una fuente del heterónimo Antonio Mora, elegido por Fernando Pessoa para firmar su opúsculo "El regreso de los dioses", que también dejó inédito, y en el que propone la restauración del paganismo en el mundo. La otra fuente sería Moyra, uno de los dos Mahatmas o maestros misteriosos que, según Madame Blavatsky, le enviaban instrucciones por escrito.

Fernando Pessoa murió el 30 de noviembre de 1935, a los 47 años, sin terminar sus numerosos proyectos de libros. En enero de ese mismo año le decía a Casais Monteiro que condicionaba la publicación de sus escritos heterónimos a la posibilidad de recibir el Premio Nobel de Literatura.

La vocación del poeta como un médium por el que hablan otras voces será fundamental en la poesía del siglo XX. Incluso en nuestro país, autores que parecen tan lejanos de Pessoa dijeron "Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta" (Neruda); crearon su propio heterónimo, como Pablo de Rokha con Raimundo Contreras; asumieron, festivamente, el discurso de pompiers y apocalípticos profetas de provincia (Lihn y Parra). O fundaron su rúbrica sobre la voz de los verdugos (Bruno Vidal).
"El origen de mis heterónimos es el hondo trazo de histeria que existe en mí".

 

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Rodolfo Alonso, su primer traductor en América Latina

Rodolfo Alonso (1934) fue el responsable de la primera traducción de Fernando Pessoa en América Latina, publicada en Buenos Aires el año 1961 por encargo de Aldo Pellegrini. 'El criterio para hacer la antología YO es otros fue el mismo que me guio, siendo muy joven, en aquella primera antología de Pessoa y sus heterónimos en castellano. Basarme en los poemas que él pudo llegar a ver en vida: algunos de su único libro impreso, Mensaje, y de ese gran archipiélago de poesía que dejó en diarios, revistas y afines', explica Alonso. Advierte que no hay "inéditos" de Pessoa en el sentido de obras concluidas pero que no llegó a editar. "Sus inéditos son un mar que, si incluye poemas aparentemente completos, en su gran mayoría son fragmentos, esbozos, borradores y hasta infinitas hojas sueltas, con todo tipo de escritura. Preferí (y prefiero siempre) respetar al máximo la integridad de un artista", dice Alonso respecto de la presente antología. Traductor de Éluard, Mallarmé, Pavese y Rosalía de Castro, entre muchos otros poetas, Alonso valora la tradición lingüística a la que pertenece Pessoa. "Me permito recordar que, en sus orígenes, el gallego y el portugués eran la misma lengua, el galaicoportugués. En ella escribieron y cantaron los primeros y espléndidos trovadores medievales de la península, antes de que existieran las naciones", afirma. Ni Ricardo Reis, ni Alberto Caeiro, ni Alvaro de Campos. No tiene un favorito. "Es muy difícil quedarme solo con uno. Lo personal de Pessoa, lo que lo identifica, es haber sido único y múltiple, él mismo y sus heterónimos, cada uno con su estilo, con su biografía", declara Rodolfo Alonso a 'El Mercurio".

 

 





 

 

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