Derrida, co-lector de
de Rokha
a. ajens
No siendo adquirido por el público, la mayor parte de la edición [de Los gemidos (1922)]
se vendió al peso para envolver carne en el matadero.
“Pablo de Rokha”, Fdo. Lamberg (1968)
Tienes la actualidad tremenda de los acontecimientos, e inquietas; constituyes un acontecimiento.
Los gemidos , p. 340
Entre los muchos regalos que Pablo de Rokha (Licantén, 1894 – Santiago, 1968) nos habrá legado, y no son pocos, comenzando por Los gemidos, Escritura de Raimundo Contreras, Idioma del Mundo, Epopeya de las comidas y bebidas de Chile y Canto del macho anciano, entre tantos poemas y poemarios, éste: la descontrucción del poema. ¿La desconstrucción? Tal cual. En Heroísmo sin alegría (Klog ed., Santiago, 1927), releyendo Los gemidos, de Rokha lo habrá dicho tal cual: “poema desconstruido del desconstruido espantable, poema pero poema poco poema, situándolo en la expresión ultra-máxima” (negritas, mías). ¿Qué entender? ¿Poema exento de patetismo y de retórica, poema acaso sin literatura, sin “poesía”? “¿Elocuencia —sigue preguntando de Rokha— demasiado elocuente...?”
Hoy por hoy, de la mano —de la “pluma” y/o del digital teclado de Jacques Derrida et alii, el fantasma de la desconstrucción recorre no sólo Europa, sino también, y acaso sobre todo, Estados Unidos, y aun Japón, Latinoamérica y, en una palabra, (desinfla, a su modo) el “globo”. Sin dejar palitroque en pie, saca de quicio hasta a la tradición crítica más crítica y al progresismo post-esto y post-esto-otro, a la filosofía analítica, al psicoanálisis y al femenismo históricos, a todo empirismo, positivismo y cientificismo sin más, y qué decir de los hijos de Marx (cuyo fantasma Derrida habrá hecho comparecer en textos recientes) y aun, cómo no, de Descartes (tempranamente Emmanuel Levinas sugiriera que la desconstrucción provoca un desajuste no menor al emplazamiento del cogito cartesiano en los albores modernos). Pero. La desconstrucción no sólo revuelve el gallinero de las certidumbres establecidas en la academia (universitaria) sino también des/orienta al “mundo del arte”, a literatos, artistas plásticos y arquitectos, y aun a lo que hasta sólo ayer llamábamos la “cultura de masas” (cf. Desconstruyendo a Harry, de Woody Allen, o Derrida, de Kirby Dick y Amy Ziering Kofman, por caso, e innumerables sitios ad hoc en internet). ¡Qué ventarrón!, concordará. Pero, como ya más de alguien, Ud. acaso sospecha que estamos ante una enésima moda intelectual, o aun franca impostura, importada de París, ciudad capital. Pero. Otra vez. Aparte que hasta por ahí no más es verdad que lo que se da en llamar desconstrucción viene de “fuera”, de París (no sólo por la antedicha alusión a de Rokha, sino también porque, en lo que atañe al menos a Derrida, él es argelino, africano de nacimiento y además la descontrucción derridiana se emparenta estrecha aunque diferencialmente antes que nada con la Destruktion o Ab-bau heideggeriana (de la metafísica occidental), elaborada, como se sabe, a comienzos del siglo XX “en” Alemania.
Aparte de ello, decimos, a diferencia de otras derivas escriturales que se habrán vuelto más o menos fácilmente modas y objetos de consumo (digamos, por caso, del existencialismo al posmodernismo), la desconstrucción, en su im/propia rigurosidad, impide de entrada reducir(la) a concepto, a simple idealidad (para el caso que la hubiera), y a su tráfico sin más. Lo cual, de cierto, no significa que, tanto en su vertiente rokhiana como sobre todo derridiana no pueda dar lugar a efectos de consumo, ni que signifique cualquier cosa, o simplemente nada. Porque la susodicha destituye todo idealismo (y, consecuentemente, todo realismo), toda trascendentalidad del significado y/o referente, al cuestionar la primacía de la presencia en el pensar occidental, la descontrucción abisma las frases del tipo: la desconstrucción es (esto). Para decirlo ya sin más rodeos, este rodeo: si hay desconstrucción, si eso de veras se da, nunca sabremos a ciencia cierta qué carajo “eso” es, en realidad. ¿Y entonces? Entonces cabe leer un poco, darse el tiempo de lectoescribir, desde ya las operaciones desconstructivas cada vez singulares, no inmediatamente generalizables, de veras tan legibles como ilegibles, las de de Rokha sin ir más lejos, y, meridianamente, por caso, las de Derrida.
Se pudiera estimar, con todo, que la descontrucción de de Rokha no guarda relación alguna con la déconstruction derridiana (que Juan Luis Martínez habrá traducido precisamente por desconstrucción en la página 125 de La nueva novela); que sólo se trata de una graciosa coincidencia, un mero ‘alcance de nombres’ o un mal de traducción. Tal vez. Y/o tal vez. Por demás ningún lector de de Rokha, o lectora, habrá acogido o recogido hasta ahora su regalo descontructor. Salvo, al menos, uno: Humberto Díaz Casanueva —no por nada poeta crujiante, ex-estudiante de Heidegger en Friburgo e indisimulado lector de Derrida; su último poemario, Vox tatuada (1991) viene por demás con un epígrafe del “marrano” de Argel (más de una vez tocáramos el punto en su casa de Hernando de Aguirre, no así, ni en París ni en Santiago, las pocas veces que habremos cruzado palabras, con Derrida). En su prólogo al libro Pablo de Rokha, una escritura en movimiento, de Naín Nómez (1988), Díaz Casanueva, justo antes de evocar a de Rokha como el más chileno de los poetas y a la vez, paradojalmente, como el Walt Whitman de América Latina, lo llama (poeta) desconstructor, más exáctamente: “desconstructor del lenguaje”. Y (de yapa) si el lenguaje fuera —como lo da a leer un pasaje de Los gemidos— “la primera forma de arte”; ¿de Rokha, descontructor del arte? ¿Es posible? ¿...? Y si no fuera posible, si el poema (desconstruido) fuera imposible y/o lo imposible, ¿dejaríamos por ello de recalar que el poema (se) da precisamente (como) esa posibilidad imposible, (como) esa imposible posibilidad? ¿El poema, dice Ud.? ¿El poema (deconstruido) como tal? ¡No hay tal! Pero. Hay, paráfrasis de Celan, con cada poema que hay, con el poema menos pretencioso, esta pregunta inevitable, esta pretensión inaudita.
Para terminar recomenzando: si de entrada Los gemidos, el poema (occidental-chileno) desconstruido, se habrá vuelto envoltorio de carne y hueso en el matadero, cutánea yapa, ¿no es acaso porque a una monstruosa (inédita) diferencia la saluda antes que nada y que nadie, de piel, una monstruosa indiferencia?
27/07/2004