
          
          Banda   sonora
           Banda sonora. Poesía de Andrés   Anwandter
            Libros la Calabaza del Diablo, Santiago, 2006. 56   páginas. 
        Por Rodrigo Pinto
  Revista de   Libros de El Mercurio. Sábado 7 de Abril de 2007 
        
          Por segundo año   consecutivo, la Universidad Diego Portales convocó a los críticos literarios de   la plaza a discernir dos premios: a las mejores obras publicadas en narrativa y   en poesía durante en año anterior. En narrativa, la distinción recayó en Bonsái,   de Alejandro Zambra, oportunamente comentado en esta columna, y en poesía, en   Banda Sonora, de Andrés Anwandter.
          
          La conversación alrededor de este   último texto dio lugar a una mirada más amplia sobre la escasa circulación de   los libros de poesía en Chile. Críticos de distintos medios habíamos leído obras   muy diversas, pero más guiados por el azar o la amistad que por los mecanismos   habituales de selección de obras para comentar. En mi caso, leí Banda sonora en   la casa de un amigo, un fin de semana de primavera, y, aunque me gustó mucho, no   se me ocurrió comentarla aquí. Esta columna es, entonces, un tardío gesto de   reparación hacia el libro que con toda justicia elegimos como el mejor libro de   poesía aparecido en 2006, de un joven poeta valdiviano. Libro breve, no sólo por   su escaso número de páginas, sino también porque los 16 fragmentos que lo   componen están estructurados sobre versos muy cortos, frecuentemente de una sola   palabra, sin puntuación alguna que establezca pausas. El texto tampoco se ciñe a   ritmos familiares ni repetitivos, lo que plantea un desafío adicional al lector.   Sin embargo, aunque la experimentación y el juego sean la marca de este libro,   hay también una sólida intuición poética y una habilísima manera de retratar el   tiempo contemporáneo, hecho también de retazos, de estímulos múltiples, de   collages que funcionan como un telón de fondo, como música de fondo, como la   banda sonora interminable que compone la ciudad a punta de bocinazos, gritos,   chirridos, voces, silbidos, silbatos, frenazos, risas, emisoras de radio,   televisores prendidos, pájaros. Poesía para armar, podría decirse, parafraseando   a Cortázar; poesía de múltiples entradas, que acumula palabras aparentemente   sueltas o perdidas en frases degradadas, palabras cabeza, palabras cola, pero   que se las arregla para construir un retrato-relato sobrio y poderoso sobre este   tiempo y sobre este mundo y muestra –cosa que hay que destacar en Chile– nuevos   rumbos para la poesía.