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Garabatos engastados en Dicha non desdicha de Miguel Vicuña, de paso (1)

andrés ajens

 

Nuestra dicha se parece
al panal que cela su oro [...]
Quemé toda mi memoria
como hogar menesteroso [...]
[Y] se cansa quien nos llame
con el nombre de nosotros.

        La dichosa, G. Mistral.

un texto no se fija de una vez y para siempre en el momento de su inscripción y muy menos de su impresión, en forma de libro, por caso; a menudo los poemas conocen múltiples variantes antes de darse a la imprenta y, a la vez, hay innúmeros poemarios que varían en sucesivas reediciones, al ritmo de revisiones o agregados de quien lo suscribe. Lo mismo ocurre en otras tradiciones de escritura. Las reediciones tardías de Ser y tiempo (1927), por caso, incorporan, como parte de la obra, notas de lectura de su propio signatario, Martín Heidegger. Y aun otro expresísimo caso: La poesía chilena, de Juan Luis Martínez (1978), incluye fichas de lectura vacías que operan como invitación para que quien abra la “cajita” garabatee, agregue o supla, re- o des- oriente la expuesta escritura. Una vez me tocara en gracia participar de una presentación porteña del mentado textil de Martínez (presentación es eufemismo por quién sabe qué: un poema jamás simplemente se presenta), y ocurrióme inscribir en una de esas fichas vacías el certificado de defunción de Violeta Parra y una referencia a [su] "La muerte con anteojos", como añadido a los certificados de defunción de Mistral, Neruda, Huidobro y De Rokha y de sus respectivos mortales textos anotados por Martínez (además de un certificado de defunción de su propio padre). Aunque una familiar del por entonces fallecido poeta se indignara conmigo por haber osado intervenir la supuesta virginal propiedad de la obra, al rato volvió a la calma: al ser advertida que la intervención se daba no sólo en un ejemplar que era, para todos los efectos, mío (cuestión de derechos, si se quiere) sino, sobre todo, al serle subrayado cómo la misma obra de Martínez convoca a tales enjundiosas operaciones – ya no simplemente de lectura o de escritura, sino en el vértice mismo donde tal distinción se va al carajo, donde lector y escritor se vuelven momentáneamente indiscernibles.    
 
libro tan desafiante como penetrante, tan lúdico como solemne, tan fragmentario como re-unido, Dicha non desdicha llama, desde su puerta o portada (con libre traza manuscrita), al garabato. Garabatos entre garabatos (‘rasgos irregulares hechos a lápiz’ o ‘escrituras mal trazadas’ al decir de la R.A.E.), estas notas en Dicha non desdicha se limitan a intervenir sólo dos o tres nudos de su plural entramado.

dicha non desdicha

¿qué dice este título, tal frase o no-frase en la puerta del libro?
pudiéramos parafrasearlo como:
felicidad (o buena suerte) no desmentida (no negada, no impugnada, no retractada)
o como:
palabra dada (dicha) no desmentida (no negada, etc.), esto es: palabra sostenida, mantenida en tanto proferida o dada
o aun como:
esa no impugnada [‘realidad’, si se quiere; por ejemplo, la ñusta que sobreviene en la p. 35 del libro]; afirmación radical de lo que adviene; tal ja, ja nietzcheano; tal yes, yes joyceano; tal oui, oui, derridiano, etc.  

-- dejo hasta aquí la cosa; acaso hubiera otras remisiones en juego, y no opto, de cierto, por la significación correcta (para el caso que la hubiera); dejo por ahora esas tres entrelazadas en el juego de reenvíos, al que volveré más adelante – mientras seguimos las reiteraciones de ambos términos, términos del comienzo, del encabezado del libro (dicha y desdicha), en el ‘cuerpo’...

y encuentro:
la dicha como lo buscado: como palabra dada y/o felicidad (o buena estrella) clave o llave para abrir de entrada la acaso más a mano puerta o portada:
.. .. ..qué era lo buscado sino la dicha clave,/ el punto ciego dicho” (p. 59)

la desdicha, en tanto, que, como subraya el texto, se toma su tiempo en ser dicha [“desdicha larga que aun no ha sido dicha” (p. 35)], aun siendo nombrada o llamada con diversos prestados nombres, permanece sin respuesta:

“se ahogó la claridad / de acabar con la desdicha” (p. 69), poco después de haberla nombrado como “crímenes de humanidad / que desde el año noventa / se quedaron sin respuesta “(id.); y un poco después: “el cuerpo roto de Chile torturado, // [...] // ojos, manos del aire triturado / almas, vidas y cantos sepultados” (p. 75).

con todo, con todo y toda la desdicha que permanece sin respuesta, la desdicha es, en Dicha non desdicha, aquello que “nos” constituye, constituyéndonos a “nosotros” en tanto desdichados – nosotros, desdichados, desdichados en búsqueda de la dicha: “nosotros desdichados, en la hora de ahora...” (p. 23) (2)

* * *

Pablo Oyarzún avanza algo aparentemente muy cercano hablando de “nosotros” en el poema mistraliano, en un texto que no por nada se llama “Regreso y derrota”, a propósito del poema El regreso (Lagar, 1954). Dice Oyarzún, leyendo El regreso como el “des-decimiento” de lo sagrado: nosotros, “hijos de la des-dicha” (lo que es también una inversión de un verso de Hölderlin en traslación: Kinder des Glücks: Hijos de la dicha, y a la vez talvez traducción libre de un término caro a Heidegger (3): entsagen; literalmente des-decir; habitualmente dado por: ‘renunciar’, ‘desistir’, ‘abandonar’):

... es tarea nuestra –al decir de Oyarzún–, la que nos constituye en “nosotros”, saber del des-decimiento del Nombre [propio o sagrado], y que, germinados en él [en tal des-decimiento], somos hijos de la des-dicha [itálicas suyas, corchetes míos] (4)

y ahí mismo inserta a pie de página una referencia a la venida de la dicha, de la palabra dicha:

La palabra “dicha”, que designa la suerte feliz, viene de dicta, las cosas dichas que atañen al destino, parecidamente a como fatum, el “hado”, deriva de fari, hablar, decir. La des-dicha de que hablo no concierne, pues, a la mera adversidad, sino a una impotencia esencial de la palabra, de nuestras palabras, sean ellas cotidianas o poéticas, para configurar el destino. La desdicha, en su sentido usual, prevalece en tanto no nos rindamos al saber de esa impotencia [...] (op. cit., p. 247). (5)

el poema El regreso de Gabriela Mistral que Pablo Oyarzún lee, de veras co-lee junto a Patricio Marchant, diría tal des-decimiento, tal des-dicha del nombrar supuestamente proprio, su falta:

El regreso es la vuelta de la falta [de lo Propio] en sí misma. El poema dice esta vuelta, en la medida en que dice el des-decirse de lo Sagrado en nuestro decir. Pues nuestro decir es, como el fracaso de los humanos nombres (incluidos aquellos que medran en la poesía), el des-decirse del Nombre. Haciendo la experiencia radical de esta desolación, el poema puede (pero este poder es tan distinto de los que sabemos, poder de pura entrega), puede remitir nuestro decir a lo que en él se des-dice, y exigirnos a “nosotros” al saber solidario de esa remisión. (op. cit., p. 248; subrayo).

aunque algunos pasajes pudieran parecer sugerir lo contrario, Dicha non desdicha no se inscribe en la nostalgia ni en la insistencia de lo santo, lo inmune o lo sagrado (como es el caso, para nada simple por demás, en Hölderlin y a ratos en Mistral). Su desdicha es otra. O, más precisamente, su desdicha es de entrada des-dicha del Nombre, del nombrar sagrado o propiante, y a la vez otra. Algunos de sus prestados entrevistos nombres en el texto: “crímenes de humanidad”, “cuerpo de Chile torturado”, “manos de aire triturado”. Liberado de la compulsión del Nombre, del Propio, el poema firmado por Miguel Vicuña Navarro (como todo poema hoy: abierto a ser suscrito, o al menos en parte garabateado, por otras y otros), parece decir que la desdicha decisiva no fuera tanto el haberse dado lo que nombran los prestados nombres citados — el haberse dado, por ejemplo, la violación sistemática de lo considerado como más sagrado de los humanos humanismos, los crímenes contra la humanidad, tal figura acuñada en los juicios de Nüremberg —  sino que tal “don”, tal monstruoso don,  permanezca sin respuesta: “crímenes de humanidad / que desde el año noventa / se quedaron sin respuesta [...] Se ahogó la claridad / de acabar con la desdicha” (p. 69).

dar respuesta a tal “don”, a tal monstruoso don — ¿pero acaso no es monstruoso cada vez el darse del don si hay don? — y quién está llamado a dar, a dar respuesta? ¿líderes políticos/as, “intelectuales”, pensadores/as, escritores/as, poetas? Dar respuesta, responder y corresponder a lo que sobreviene, a lo más marcante es, en Heidegger (bajo el nombre de Ser y luego de Ereignis), la esencia del lenguaje, de la tan humana como inhumana habla, y especialísimamente de la palabra de pensadores y de poetas. La palabra alemana para indicar tal respuesta o correspondencia es Entsprechung, habitualmente dada por ‘respuesta’, ‘concordancia’ o ‘correspondencia’ (Heidegger la traduce por ahí al francés por correspondence)

en la Carta acerca del Humanismo (1946), apunta Heidegger:
“se debe pensar la esencia del lenguaje a partir de la respuesta o correspondencia (Entsprechung) con el ser, concretamente como tal correspondencia misma, esto es, como morada del ser humano”

y en De camino al habla (1959):
[...] “que nuestro hablar, poniendo escucha a lo inhablado, responda y corresponda [entspricht] a lo que, en la lengua [die Sprache], ha sido dicho.”

respuesta o correspondencia – no me detengo aquí a seguir la variedad de modulaciones de este giro que hace girar y descentrar a todo Humanismo (en tanto lo humano se constituye a partir de la asignación o llamada del ser como del acontecer más marcante [Ereignis], y no a la inversa), pero que también pudiera correr el riesgo de concordar con lo peor, con – por caso – la radical desdicha, la cual, con todo, siguiendo el poema de Miguel Vicuña, no sólo nos cosntituye sino nos exige una respuesta que esté a su altura, que corresponda con y a su alta bajeza. Antes de comenzar a preguntarnos cómo se da, si se da (pues nada es menos seguro), respuesta tal en Dicha non desdicha, respuesta o correspondencia a la altura de tal marcante desdicha, manteniendo incólume a la vez la apertura para el darse de una dicha no desmentida ni impugnada, no desdicha, subrayemos que la responsabilidad asignada eminentemente a los poetas de responder o corresponder a lo más marcante dado habrá sido, si no impugnada, seriamente cuestionada precisamente por la palabra de un poeta. En 1961, en El Meridiano, Paul Celan se aparta lo suficiente tanto del pensar como de la retórica heideggeriana del Entsprechung como para llevar a éste poco después a volver sobre la cosa.
                     
dice Celan en un pasaje de El Meridiano:
[...] el poema se afirma en el borde de sí mismo, se llama y se trae de vuelta, para poder persistir, incesantemente, desde su Ya-no-más a su Siempre-todavía. // Pero este Siempre-todavía del poema sólo puede ser un hablar. No, por tanto, lengua a secas [‘ni simplemente lenguaje’, traduce José Luis Reina Palazón], y tampoco, es presumible, “correspondencia” [Entsprechung] basada en la palabra, sino habla actualizada, puesta en libertad bajo el signo de una individuación ciertamente radical, pero que permanece advertida, al mismo tiempo, de los límites que le están trazados por el lenguaje, de las posibilidades que están abiertas por el lenguaje [El Meridiano, P. C., 1961; trad. P. Oyarzún, corchete mío].

por decir: el poema, el poema que, pese a toda su proclividad al enmudecimiento ante lo dado, ante lo traumático dado, habla – y habla con un hablar que no queda atrapado en un responder o corresponder sin más a lo sobrevenido – habla actual, habla en libertad y que, sin embargo, no se da como fuite en avant frente a lo más marcante dado, pues ‘permanece advertida, al mismo tiempo, de los límites que le están trazados por el lenguaje, de las posibilidades que están abiertas por el lenguaje’ y su carga de historicidad.
la “respuesta”, respuesta por demás inquietosa, de Heidegger a estas palabras de Celan está consignada en las anotaciones que dejó en su ejemplar de El Meridiano. (6)

dejo, pues, por ahora en suspenso la cuestión de cómo se da, si es que se da, en Dicha non desdicha, respuesta a la altura de la mentada desdicha. Y si, además de respuesta, hay otra cosa, otra palabra que ya no sea sólo respuesta o correspondencia – palabra dada en libertad. Y paso a otro nudo del texto de Miguel, nudo que llamo provisoriamente su inclinación o caída al quechua.

caído al quechua

“ay ñusta ayayay” (p. 35)
® “aquí, en este valle de lágrimas / que los quichuas llamaron Chilly” (p. 29)
® “Lo que los incas llamaron / en su lengua quichua Chilly” (p. 69)
® “repasar el concho” (p. 71); qunchu; ‘borra’, ‘sedimento’ (de la chicha)
de [la voz] Chile hay quienes afirman, como Rodolfo Lenz, su filiación mapuche (gaviota chille) y otros, como W. de Moesbach, que estipulan, citando a Ludovico Bertonio, su proveniencia aymara (Chilli: ‘Lo más hondo del suelo’ / ‘Los confines del mundo’, L. B., s. XVII)., sin olvidar cierta reivindicación quechua (Chiri, ‘frío’).
Mitimaes collas (aymaras de la actual bolivia) habían, sí, en la actual zona central del actual Chile...como atestiguan ciertos topónimos circuynvecinos: Talagante, Quillota, etc.
→ entre los potas llamados ‘chilenos’, marcados, aun in extermis, por la mentada desdicha, Neruda, como lo recordáramos en otra parte, acaso fuera el más caído al quechua...
Neruda también escribió, increíblemente, en quechua. Justo después de Alturas de Macchu Picchu, a modo de epígrafe de la IV sección del Canto general, Los conquistadores, Neruda no sólo cita o recita el decir in extremis de Túpac Amaru. Ccollanan Pachacutec! Ricuy / anceacunac yahuarniy richacaucuta!, escribe Neruda.En quechua. (Escribe y no sólo tal vez transcribe, como veremos). Ccollanan Pachacutec (Qullanan Pachakutiq), de entrada: ‘sobresaliente’, ‘eminente’ (Qullanan) transformador/a o inversor/a del espacio/tiempo o mundo (Pacha-kutiq). (7) 

la frase atribuida a Tupac Amaru, poco antes de ser decapitado por el Virrey Toledo en la plaza del Cuzco, en septiembre de 1572, es, con todo: Ccollanan Pachacamac ricuy auccacunac yahuarniy hichascancuta (habitualmente mal/dado por: "Madre Tierra, atestigua [rikuy; ‘ve’, ‘advierte’] cómo mis enemigos derraman mi sangre" — aunque ni Pachakamaq es Pachamama ni esta última sin más ‘Madre Tierra’.

Neruda no sólo trastabilla o balbucea transcribiendo mal algunas palabras (escribe anceacunac en vez de auccacunac [subrayo: sustantivo auqa + pluralizador kuna, ‘enemigos, ‘adversarios en guerra’], richacaucuta por hichascancuta [verbo hichay o jich’ay: ‘verter’, ‘derramar’), situación que se reitera. Increíblemente. Edición tras edición del Canto general. Sino que Neruda también interviene el texto recibido, lo traza o retraza al llamar y destinar su decir a Pachakutiq y no a Pachakámaq (‘el soberano’, ‘el que manda el mundo’), a la wak’a mayor del Chinchaysuyo, como lo hiciera Túpac Amaru, al decir de un par de cronistas. Esto ya no fuera un simple error de transcripción, una errata del Neruda copista, sino acaso una decisión de garabato o de lectoescritura, un giro en el aguayo dado, una vuelta inesperada en el dicho de Tupac Amaru heredado... Llamar, dirigirle la palabra a Pachakutiq –eminente y acaso inminente tornamundo–, cosa fuera muy otra que apelar al ‘soberano del mundo’.

un poema penetrante / concho

Cf. pg. 71

 

* * *

(1) Dicha non dicha, Ediciones GrilloM, Santiago, 2009. “Presentación” en U. Arcis, sala Jorge Müller, Libertad 53, 13 de enero de 2009.

(2) Dicho viene también, dos veces: diciendo el dicho que es despojo.... lo que digo es lo que nunca fue dicho (p. 41).

(3) Lectura de Stefan George, in LA ESENCIA DEL HABLA. Martin Heidegger; traducción de Yves Zimmermann en HEIDEGGER, M., De camino al habla, Barcelona, Serbal, 1987, pp. 141-194.

(4)  “Regreso y derrota. Diálogo sobre el ‘gran poema’, el estar y el exilio”, P. O., La letra volada, UDP, Santiago, 2009, p. 247.

(5) Así, el pie de página, de Oyarzún, remata: “Hijos de la dicha” (Kinder des Glücks: “¡Oh, los hijos de la dicha, los devotos!”) es el nombre que da Hölderlin a las desaparecidas criaturas de la Hélade, en El archipiélago, que medita sobre su leyenda cifrada en lengua lejana en el tiempo histórico nocturno, en que vaga nuestra estirpe, despojada de lo divino, mientras guarda en el recuerdo firme la posibilidad del renacer en el canto.”

(7) Ni en Confieso que he vivido (1974) ni en Para nacer he nacido (1978) Neruda deja huellas de tal insólita frase (en) quechua, pese a que en ambos libros haya pasajes referidos a su paso por Macchu-Picchu en octubre de 1943 (la escritura del poema, su ‘puesta en papel’, se habría dado en Isla Negra un par de años después, entre agosto y septiembre de 1945, según Volodia Teitelboim; in  Neruda, 1984).

 

 

 

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