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(La
poesía chilena en suspenso)
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Lo que comienzo
a leer ahora ahora* lleva por título:
LA INTERRUPCIÓN - DEL RELATO EN LA POESÍA CHILENA. El guión
que puntea este nombre - cita, fugaz, de Vallejo - remite al comienzo de "Magistral
Demostración de Salud Pública" (in CONTRA EL SECRETO
PROFESIONAL), justo después del primer envión, éste: "Recuerdo
muy bien cuanto pasó [...] Pero, por raro que parezca, hacer el relato
de lo acontecido allí, me es absolutamente imposible..." (Lo acontecido
allí - lo da a leer entre líneas el último fraseo del
(¿imposible?) vallejeano relato - no sería otra cosa que el acaecer
de esa noche oscurísima, "negrezca", catástrofe epocal,
que luego habrá sido llamada 'Holocausto', 'Shoá', 'el Exterminio',
etc. Nótese que Vallejo escribe esto en los años '30). Tal hiato
entre recuerdo y relato, entre memoria y narración, no se invoca aquí,
con todo, como epígrafe o exergo; si exergo hubiera - mas no hay tal -
ése sería éste: roza, roce; de rozar (del lat.
rumpere, romper): "limpiar o desembarazar las tierras o los campos
de plantas quemándolas o cortándolas" (DICCIONARIO EJEMPLIFICADO
DE CHILENISMOS, F. Morales et al., U. de Playa Ancha, Valparaíso,
1987). Pues aquí sólo voy a rozar algunos hilos o hilachas
de LA POESÍA CHILENA, de Juan Luis Martínez (Archivo, Valparaíso.,
1978), algunos filos, digo, del relato.
Antes de ir a la
roza, breve, un rodeo: LA POESÍA CHILENA no está en ninguna antología
de poesía, "chilena" o no; más: LA POESÍA CHILENA
ha carecido hasta ahora casi de toda atención crítica - esto es:
la crítica (chilena o no), así como los compiladores de poesía
(chilena o no), habrán sido enteramente ciegos ante LA POESÍA CHILENA
hasta ahora. Tal situación no sería achacable sólo
a una eventual ignoracia personal de antologadores y/o críticos, ni a una
comedida confabulación de su parte, pero tampoco al mero azar. Que LA POESÍA
CHILENA haya podido dar lugar a tal "ceguera" sería más
bien un síntoma de lo indigerible que aquella ha podido llegar a ser para
quienes dicen o creen ocuparse de la poesía chilena - si tal hubiera.
No se trata simplemente de una cuestión de "injusticia"; al contrario...
(Hay excepción y media a lo dicho; pues, media, una frase lanzada por Enrique
Lihn y Pedro Lastra en su colectura de LA NUEVA NOVELA de J. L. Martínez,
donde de LA POESÍA CHILENA dicen, textualmente, entre guiones: obra
ésta que prescinde ya de los caracteres atribuibles a y esperables de un
libro) Otrosí: LA POESÍA CHILENA tampoco se encuentra en ninguna
antología de poesía latinoamericana, ni de poesía femenina,
ni de poesía mapuche... ¿En qué sentido LA POESÍA
CHILENA pudiera ser parte de - o intervenir en - las llamadas poesía femenina
y mapuche? Respuestas, acaso, por venir.
DEL
RELATO
No es este el lugar ni la hora para entrar en mayores
disquisiciones en torno a todos las acepciones posibles de la palabra relato
- sea en sentido estricto, lato o relato. Para lo que viene, bástenos al
menos dos. Relato, en su uso más común, es el enunciado ('oral',
'escrito', 'visual', etc.) que viene a dar cuenta de un acontecimiento o de una
serie de acontecimientos. Pero, relato puede ser también lo contado, esto
es, la 'historia' o el acontecimiento mismo referido (y así, por caso,
podemos decirle a alguien: "no creo en tu relato" - si no nos resulta
verosímil lo referido, el 'contenido' de lo que se ha contado). En LA POESÍA
CHILENA, veremos (o no), ambos relatos se entrelazan hasta un límite
descoyuntante, y el correlato de tal liminar entrelazadura es que la diferencia
misma entre relato-enunciado y relato-acontecimiento se disloca, tornándose
por momentos francamente inasignable.
¿Qué decir del relato
en LA POESÍA CHILENA? ¿Qué acontecimiento o encadenamiento
de acontecimientos LA POESÍA CHILENA relata? Si prestamos atención
a cierto cabeceo sobre el relato que sugiere que todo relato puede ser entendido
como la expansión de una forma verbal mínima (para LA ODISEA: Ulises
vuelve a Itaca; para ALTAZOR: Altazor cae en su parasubidas; para
Magistral demostración de salud pública: el escritor expresa
su emoción ante lo ocurrido, etc.), de LA POESÍA CHILENA decimos:
el padre del poeta le entrega a éste unos papeles (o, si se quiere:
el poeta recibe unos papeles de su padre - muerto -, suerte de herencia
o, ya se veremos por qué, co-herencia). El relato es en tiempo presente,
y el pasaje que leemos a continuación está al comienzo del libro,
en letra blanca sobre fondo negro, cerrándose en forma abierta, esto es,
con dos puntos:
Existe la prohibición de cruzar
una línea que sólo es imaginaria. // (La última posibilidad
de franquear ese límite se concretaría mediante la violencia): //
Ya en ese límite, mi padre muerto me entrega estos papeles:
Inútil
recalcar aquí que se trata de uno de los escasos pasajes "propiamente"
discursivos del poema. En éste no hay sólo fotografías, dibujos,
banderas de papel, etc., sino hasta una bolsita con tierra. Y es que el relato
en LA POESÍA CHILENA no sólo se cuenta en o con palabras:
si atendemos, por ejemplo, a las fotografías de la portada y contraportada
del libro, pisparemos el desarrollo de un relato visual que no es una simple ilustración
de lo narrado verbalmente en el libro, etc. Es esta escritura no 'fonologocentrada',
derridano decir, sino más bien 'verbivocovisual' (Joyce / de Campos), la
que, muy probablemente, ha espantado a más de alguien de o ante LA POESÍA
CHILENA - como si este descentraje y proliferación de lenguas y escrituras
fuera una pócima demasiado fuerte para ciertas almas bellas, tradicionalmente
bellas.
Aquí podríamos preguntarnos: ¿cuál
es esa línea "imaginaria" cuyo cruce está vedado y cuyo
franqueo sólo sería posible "mediante la violencia"?;
¿la que separa ficción y realidad?, ¿o: vida y muerte? (esto:
si calamos, justamente, en el personaje donador de papeles, el "padre
muerto"). Dejo ahora en suspenso estas preguntas - corto es el tiempo, y
ya he dicho que hoy sólo voy a rozar algunos hilos de LA POESÍA
CHILENA - ; me concentro en lo que pasa con el relato...
DE
LA INTERRUPCIÓN
Los papeles que en el límite el
"padre muerto" entrega al lecto-escritor de LA POESÍA
CHILENA son básicamente cuatro certificados oficiales de defunción
de personas de nacionalidad chilena (Lucila Godoy Alcayaga, alias Gabriela Mistral;
Neftalí Reyes Basoalto, alias Pablo Neruda; Carlos Díaz Loyola,
alias Pablo de Rokha; Vicente García Huidobro Fernández, alias Vicente
Huidobro -nombres legales, esto es, sujetos de derecho, ciudadanos), junto a 30
banderitas de Chile, de papel, y un quinto certificado de defunción, al
final, de Luis Guillermo Martínez Villablanca (padre del propietario de
los derechos de autor de LA POESÍA CHILENA, esto es, de Juan Luis Martínez
Holger). Si dejamos momentáneamente entre paréntesis lo que pasa
aquí con la bandera (chilena), es decir, con ese símbolo por antonomasia
del 'cuerpo' de Chile (y que a la vez cita un pasaje de LA NUEVA NOVELA, un entrepáginas,
entre la 134 y 135, que precede a la sección final del libro: "Epígrafe
para un libro condenado: la política") nos encontramos entonces ante
cinco relatos de muerte, esto es, a su modo, de interrupción (de la vida),
los cuales, entre paréntesis, prácticamente no dejan leer la referencia
a los nombres de los poemas - con indicación de edición y número
de página - inscritos en las respectivas fichas de lectura: como si la
referencia biográfica, de veras tanatográfica, no hiciera sino dificultar
la remisión a cada poema. Se trata pues de relatos o minirrelatos intercalados,
al modo de la "Novela del Curioso Impertinente" en EL QUIJOTE... Relatos
mínimos, se entiende, oficialícimos relatos, escritos en nombre
del Estado de Chile, homogéneamente preformateados (nombres y apellidos
del fallecido, estado civil, fecha, lugar y circunstancias de fallecimiento, etc),
relaciones radicalmente impersonales y que, sin embargo, portan cada vez el nombre
y la firma singular del o de la funcionaria estatal responsable.
Pero relato
de interrupción no es interrupción de relato - por más que
en LA POESÍA CHILENA ambos momentos no comparezcan enteramente disociados.
En cuanto a la interrupción del relato de LA POESÍA CHILENA,
ésta no tiene, por de pronto, un lugar único ni fijo de ocurrencia.
Podríamos catearla (tal interrupción) desde la tierra contenida
en la bolsa rotulada "Tierra del Valle Central de Chile" o desde la
constelación fotográfica que abre y cierra el libro o, también,
desde la cuestión del doble nombre impronunciable y entre paréntesis
del (poeta) o (autor), o desde el inusitado entrecortarse del discurso en la portada
de la 'caja' (continente y/o ataud de LA POESÍA CHILENA). La interrupción
- que, como la roza y el roce, proviene del rumpere latino
- se da a leer aquí como suspensión o paréntesis cada
vez puntual (cuya duración, con todo, nadie podría predeterminar);
no como fin del relato o del megarrelato, entonces, ni como relato del fin (omega-relato).
De ahí que tal interrupción se desmarca de algunos énfasis
de la vanguardia posmodernista (pos-Darío), esto es, de las vanguardias,
que programáticamente pretendiera expulsar lo narrativo del poema (cf.
Vicente Huidobro, prefacio a HORIZON CARRÉ, 1917; cf. el Manifiesto
Ultraista de 1919, donde explícitamente se aboga por "la supresión"
del "tema narrativo" considerado como cualidad "ajena" y "parasitaria"
al poema). Afirmar, entonces, como ha sido habitual hasta ahora, que el poeta
de LA POESÍA CHILENA formaría parte de algo así como la "neovanguardia"
en poesía parece, por lo menos decir, apresurado.
Dicho esto: la
interrupción del relato de LA POESÍA CHILENA (relato, como [les]
relato, de la entrega de "estos papeles") sobreviene acaso del modo
más explícto tras los primeros 4 microrrelatos oficiales de muerte
y de los nombres de poemas anotados en sus respectivas fichas de lectura (esto
es: "Los Sonetos de la Muerte", para Gabriela Mistral; "Poesía
Funeraria" para Pablo de Rokha; "Solo la Muerte", para Pablo Neruda,
y "Coronación de la Muerte" para Vicente Huidobro). Tras ellos,
los papeles (y la entrega) se discontinúa o desconéctase 'durante'
precisamente otras cuatro fichas de lectura, vacías, para retomarse luego
con las banderitas de Chile y el certificado de defunción del padre del
propietario de los derechos de autor de LA POESÍA CHILENA (a no confundir
con el 'poeta' lectoescritor, o 'narrador-poeta'). No creo andar enteramente desencaminado
ni concular los derechos de autor de Juan Luis Martínez Holger si leo este
hiato o abertura en el relato, estas cuatro fichas vacías, como una implícita
interpelación de LA POESÍA CHILENA a cada eventual lector o lectora
a participar de su escritura y entonces, fugazmente, a co-actuar el papel
o rol de quien entrega o reparte los "papeles" en LA POESÍA CHILENA,
esto es, el "padre muerto" (p.m., decir de Patricio Marchant en SOBRE
ÁRBOLES Y MADRES, y también a. m., esto es: autor muerto - desaparecido
o suspendido: como sugiere Roland Barthes, citado en traducción por Enrique
Lihn, en la medida que "el autor reputado como padre y propietario de su
obra está aquí denegado... el texto se lee sin la inscripción
del padre"). No sólo toda la 'poética' de Martínez autoriza
tal intervención sino que también en otros textos es más
que explícito en su apelación al lector como co-anónimo-autor.
(El enigma del doble nombre impronunciable y entre paréntesis del 'autor'
se comenzaría aquí a desentrañar: en la medida que el texto
exige la co-autoría-anónima del lector o lectora, el poeta-narrador
se desdobla de entrada. La invitación al lector no es pues a ocupar el
lugar del "autor" en sentido jurídoco - digamos, el sujeto de
derechos intelectuales - sino a actuar el papel del destinatario o instancia
narrataria inscrita, al modo de un guión teatral, en el texto. De ahí
que la escritura del poeta-narratario, o poeta-lectoescritor/a, no podría
ser enteramente arbitraria, salvo... violencia extrema. Ahora bien, la interrupción
del rol, esto es, del guión, sus lindes o fronteras : cuestión,
aquí, en el límite suspenso, abierta). En esta extra-vía
LA POESÍA CHILENA habrá venido a subrayar lo que - de manera mitigada
o explícita - siempre se habrá alojado ya cada vez en cada poema:
su carácter abierto, su envío a otro/a (lo que no significa, como
está dicho, a la arbitrariedad sin más, sino correspondencia precisamente
a tal envío). En otras palabras: la interrupción del relato
da lugar a la irrupción de otro/a, de otro relato o microrrelato
por de pronto (no totalmente otro, con todo, pues si no habría modo
de efectuar el zurcido invisible - o no tanto - entre uno y otro). Paso,
entonces, de la narración a la narracción, de la lectura
a la lectoescritura: doble escena de la escritura lectoescribiéndose en
el borde dramático de LA POESÍA CHILENA. O, como escribiera Huidobro
en su momento, tomándole la palabra al pie de la letra (casi), a un viejo
yatiri o poeta aymara: Ne chantes pas la rose, ô poète;
fais pleuvoir (MANIFESTES, París, 1925). (Nayax yatiriwa, etc.).
[Dicho
sea de paso: LA POESÍA CHILENA suspende, y precisamente en el paso, la
identidad o identificación misma de LA POESÍA CHILENA, genéricamente
hablando - si tal hubiera: tradición y/o artefacto. Y ello al menos doblemente,
doble entre paréntesis (al) cuadrado:
1. En
la medida que LA POESÍA CHILENA vierte un concepto en un nombre o, si se
quiere, un nombre general o genérico en uno singular o 'propio', tal escritura
apresura la inscripión de una catástrofe identificatoria no menor,
cuyos efectos - especialmente orales u oraliterales - nadie podría ya venir
a medir con exactitud, o controlar. Pues: ¿de qué hablamos cuando
hablamos de LA POESÍA CHILENA?, ¿de LA POESÍA CHILENA?, ¿pero
cuál: la générica o la singular?, ¿la de Neruda, Mistral,
Huidobro, de Rokha et al. (incluyendo de cierto la de Martínez)?,
¿nomás la de Martínez? ¿O...? Se podrá
argüir que lo que aquí comparece es la importancia de los efectos
de escritura en 'sentido estricto'; bastaría acaso con leer (ojear) este
papel que estoy leyendo ahora para despejar dudas. Mas la catástrofe
identificatoria es, un decir, catastrófica al cuadrado, puesto que lo que
aquí se ha llamado nombre singular o propio - LA POESÍA
CHILENA- no elimina enteramente la posibilidad de leerlo en tanto concepto
o nombre genérico : es el límite mismo entre nombre y concepto
lo que (se) desmojona y desfonda. Con LA POESÍA CHILENA la identificación
- entre 'significante' y 'significado', entre modelante y modelo o, si se quiere,
entre 'hijo' o lector (que recibe su papel de tal) y 'padre' o autor (que
reparte los papeles) habrá venido machimbradamente a colapsar. La
interrupción de la identidad, de la identificación que le da a lo
Mismo su posibilidad, entonces: efecto de interruptor y, en la habitación
y estancia familiar (chilena), singular cortocircuito general.
2.
Pero también: en la medida en que la interrupción del relato en
LA POESÍA CHILENA viene a ser asimismo interrupción del relato de
LA POESÍA CHILENA, es, como [os] relato, la identidad misma de LA POESÍA
CHILENA (nombre y concepto) la que se suspende como relato. Que no haya identidad,
u operación identificatoria, sin relato, o allende un relato, no nos habrá
de sosprender: la operación identificatoria no sobreviene sin mecanismos
técnicos, analógicos y, más ampliamente, tropológicos
(y estos, sabido, no se dan en un total fuera-de-relato). Por ello: la interrupción
del relato suspende, sin anular, el relato. Que tal suspensión (que habrá
acontecido cada vez en cada poema) venga a subrayarse hoy con tanta fuerza en
LA POESÍA CHILENA (in media res): posibilidad inaudita tal vez,
esta vez, de articulación y despliegue de otros (poéticos) relatos,
históricamente desoídos o ahogados por la, a ratos, compulsiva identificación
nacional-estatal en poesía: identificaciones por idioma, por 'etnia' y/o
'raza', por región y/o localidad, por género y/o sexo, por por continente
y/o subcontinente, por enhuelladura, etc. y, claro, con sus respectivas interrupciones
irrumpientes - sin tales puestas en suspensión, sólo repetirían
maquinalmente el gesto hegemónico entrevisto en la filiación estado-nacional].
En otra ocasión habré sugerido incluir en una de esas
cuatro fichas de lectura vacías de LA POESÍA CHILENA el certificado
de defunción de Violeta Parra y una referencia a "La muerte con anteojos"
(in DÉCIMAS, AUTOBIOGRAFÍA EN VERSO; Sudamericana, 1988,
pp. 203 y 204). Esta vez había pensado incluir el certificado de defunción
del propio Juan Luis Martínez Holger junto a la referencia a un poema suyo,
inicialmente - calara - un fragmento de la LA POESÍA CHILENA misma; luego
me he venido a percatar que LA POESÍA CHILENA ya está (citada) en
ella misma, aunque paradojalmente a crédito del padre (muerto) de J. L.
Martínez. En efecto, en la última ficha de lectura, medio tapada
por el microrrelato oficial de defunción de Luis Guillermo Martínez
Villablanca, viene anotado el nombre del poema o entre-poema "Tierra del
Valle Central de Chile" que, junto al libro y dentro de la caja, forma parte
del relato en suspenso de LA POESÍA CHILENA. Así que elijo otro:
"La Desaparición de una Familia", página 137 de LA NUEVA
NOVELA, en la ya nombrada sección "Epígrafe para un libro condenado:
...". Y dejo, por ahora, las restantes dos fichas de lectura tal cual, vacías,
pues no pretendo agotar aquí la lectoescritura de LA POESÍA CHILENA,
digo, marca y comarca, co-escritura.
Me hubiera gustado decir algo más,
con todo, sobre lo que pasa con el 'sujeto' (lírico y/o narrativo) en todo
esto y acaso también una palabra sobre poema-y-autobiografía en
esta vuelta tan marcadamente tanatográfica, a no ser por el paréntesis
que viene a marcar la referencia a Violeta Parra ("La Muerte con anteojos",
como he dicho, está remitido a AUTOBIOGRAFÍA EN VERSO), pero yo
les he prometido sólo rozar esta vez LA POESÍA CHILENA y
es eso, tras esta sobrepujada elipsis, hincándole ahora el diente a lo
pendiente, lo que haré.
Roza - de la interrupción (y/o vice
versa), esta vez, con todo: con dedicatoria. A la memoria nueva, extrema, dura,
pues, de los siguientes entrecortados versos de Shibboleth - poema 'alemán'
de castellano entrecalado (Hinter-Spanisch) -, don de Paul Celan (la traslación,
mía):
Pon tu
bandera a media hasta, memoria [...] ven, te encamino hasta a las
voces de [Nueva] Extremadura. |
Memoria
de Celan (Paul Anschel), quien a fines de los años '30, en su Chernowitz
natal - ex provincia del Imperio austro-húngaro, luego rumana, luego alemana,
luego soviética y actualmente ucraniana - terminara por convencer a su
padre de las inconveniencias de emigrar a Sudamérica, paterno proyectil
ante los avanzados destellos de aquello que Vallejo presintiera como lo negrezco.
Innecesaria migrancia para el hijo (único), según da cuenta un ¿problemático?
tempranero biógrafo, Israel Chalfen, sobre todo si ello implicaba desplazarse
según él a un lejano país salvaje (sic). Entre Francia
y la América Meridional - puntual disyuntiva del poeta por venir -, entre
Tours y, quién sabe, meridianamente (un tel détour), Talca,
hoy, ¿quién lo dijera?
Vamos ya a la roza - roza que desbroza
la cosa no incinera trama (MAS ÍNTIMAS MISTURA, 1998):
**
*
Leído (interpretado) en el Museo O'Higginiano,
Talca, 19 de noviembre de 1999, en el marco del II Seminario Internacional Chileno-Argentino
Cultura, Identidad e Integración Regional, organizado por Instituto de
Estudios Humanísticos Juan Ignacio Molina de la U. de Talca, que por entonces
dirigía Javier Pinedo; posteriormente fue recogido en MERODEOS EN TORNO
A LA OBRA POÉTICA DE JUAN LUIS MARTÍNEZ, edición al cuidado
de Elvira Hernánez y Soledad Fariña (Intemperie, Santiago, 2001)
y más tarde en Panorama contemporáneo de la poesía del
sur, revista Ginebra Magnolia nº 2/3, Lima, 2003, edición
a cargo de Reinhard Huamán Mori y Cinthya Torres. Con anterioridad, el
13 de diciembre de 1997, con ocasión de una "presentación"
de LA POESÍA CHILENA de J. L. Martínez organizada por Soledad Fariña
y la viuda del escritor en la Fundación Neruda de Valparaíso (dado
que la "cajita" jamás fuera presentada en vida por J. L. M.),
con intervenciones de Roberto Merino, de Soledad Fariña y del suscrito,
leí el textil denominado LA POESÍA CHILENA MISMA, el que fuera recogido
por la revista El Espíritu del Valle nº 4/5, Santiago, 1998,
al cuidado de Gonzalo Millán. El título, aquí, entre paréntesis
- (La poesía chilena en suspenso) -,
es yapa para esta ocasión.
** Vestigios de la roza (acotada quema) de la bandera
chilena de un ejemplar de LA POESÍA CHILENA, que acometiera tal vez en Talca, para gran escándalo de los vigilantes del Museo O'Higginiano
(más preocupados, eso sí, por la integridad de los cuadros con escenas
históricas que adornaban la sala que por la inmunidad de LA POESÍA
CHILENA como tal).