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Carta a un hermano chileno
(publicado en Diario Siete, La Paz, Bolivia)

Cé Mendizábal *


 

 

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Quiero recordar, querido Andrés Ajens, para escribirte, aquella carta que casi diez años atrás dimos lugar bajo el nombre de 77+77, y que en cuestión de horas hubo que ampliar a 100+100. Fueron días emocionantes. En ella, artistas e intelectuales, personalidades reconocidas de tu país y de Bolivia, se manifestaban por el diálogo a fin de satisfacer el anhelo boliviano de recuperar su salida al mar. El momento para recordarlo parece oportuno: otra vez las relaciones están maltratadas, otra vez arañamos el agua.

Lupe Cajías, que te escribe, toma una posición personal y se responde así. Si fuese adecuado verlo de ese modo, su confesión no estaría mal. Pero no es posible, ya lo dices bien tú: el afán de justicia, la ética, es la misma aquí, allá y en el último rincón del planeta; nos indignamos por la niña asiática que después de ser violada y embarazada por su propio padre es condenada a recibir 100 azotes. No los dos o tres que la marcarán de por vida, sino 100. La justicia es la misma, sí, pero si hay algo que nuestra humanidad ha aprendido a consciencia, es a practicarle encerronas: ¿cómo leer, sino, ese laberinto legal que debe recorrer Bolivia para poder acudir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya? Primero, ha tenido que ratificar el Pacto de Bogotá, a fin de habilitarse para acudir a esa corte. Pero al hacerlo, se dice que no puede demandar tratados anteriores al mencionado pacto. Un doblez, uno de los tantos que corrompen nuestro mundo. Pueden tomar agua, pareciera que se nos dice, pero no pueden hacerlo por la boca. Pueden lavarse, pero no pueden acercarse a un baño, no pueden tocar una pila y ni siquiera pararse debajo de la lluvia. Tú y muchas personas dignas de tu hermoso país, como tantos otros aquí, sentimos que estas cosas sólo dan vergüenza. Éste es el tipo de legalismo que nos hace pensar que si en más de 10.000 años no hemos podido poner freno al peor de los impulsos de la caverna, el mero empuje del más fuerte, a lo mejor nos merecemos que las cucarachas lo tomen todo. Pero tampoco eso es posible. Ya hemos hecho este camino de ida y vuelta antes. Y si algo hemos aprendido es que no podemos quedarnos de brazos cruzados. A pesar de la corrupción galopante y de la especulación demencial, a pesar de la aterradora violencia diaria o la negativa zombie, de la explotación indiscriminada de gente, recursos, bosques y aguas a lo largo y ancho del mundo, a pesar de que a diario nos enteramos de especies animales que están en la cornisa de la desaparición, creemos, digo, deseamos creer, que esta humanidad también hace su mejor esfuerzo por reivindicarse y reinventarse a sí misma. Quizá sólo sea una esperanza. Pero, ¿qué somos si no la mantenemos? ¿qué somos si levantamos las manos y dejamos que la letra muerta encarcele al espíritu y todo un país quede de rehén de los intereses de otro?

Como hace diez años, tú y yo emprendemos otra marcha: en las ideas, en los papeles donde se suscriben, en el correo que sustentamos a diario. Sumamos voces, y exigimos diálogo. Puede ser un sueño, pero lo vivimos e interpretamos del único modo posible: en el gozo de la paz y la integración de nuestros pueblos.




* Cé Mendizábal, poeta y narrador boliviano, ha publicado, entre otros libros, Regreso del agua (1994), Inmersión de las ciudades (1998), En el cóncavo privilegio de la desmemoria (2004), y la novela Alguien más a cargo (2000). En 1999 recibió la Medalla de Oro al Mérito Cultural que otorga la Asociación de Periodistas de La Paz y, el año siguiente, el Premio Nacional de Novela, con la obra Alguien más a cargo.



 



 

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Carta a un hermano chileno.
(Publicado en Diario Siete, La Paz, Bolivia).
Por Cé Mendizábal