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Carta a una amiga boliviana

(Publicado en Diario Siete, La Paz, 2.3.13)

Andrés Ajens

 

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Querida amiga: acuso recibo de tu carta publicada en diversos diarios de Bolivia hace algunas semanas (Lupe Cajías, “Carta a Andrés Ajens”, 9 de marzo de 2013*).

Me dices que no te falta el mar; que no lo añoras ni sientes melancolía por él. Me dices que la historia válida entre bolivianos y chilenos para ti no es aquella que nos une y/o desune en el mar sino la de los pampinos bolivianos y chilenos, es decir, la de las luchas sociales de fines del siglo XIX y comienzos del XX de obreros y mineros que, independientemente de su nacionalidad, arriesgaron entremezclados su vida por la justicia social en Antofagasta, Uncía, Catavi, Oruro o Iquique.

Sin embargo, las demandas por justicia social (pampinos) y las por justicia histórica (el mar), antes que contrapuestas, ¿no son acaso parte de un mismo anhelo de justicia? Una justicia no reducible a lo legal, con todo: tanto las leyes sociales como los tratados internacionales, si han sido forjados por la violencia impositiva del más fuerte, a menudo son la expresión misma de la injusticia. Por ello, sea que seamos chilenos, bolivianos, argentinos o uruguayos, podemos compartir las demandas de los “pampinos” como la de “marinos” y “marinas”. ¡Es lo mismo! Aun más si la pertenencia estado-nacional no nos define de punta a cabo. Puedo decir que soy  chileno (en un sentido no esencialista, de cierto), que estoy comprometido con la comunidad política que se llama Chile y que me siento parte —no ingenua sino críticamente— de su historia, pero no “soy” sólo chileno ni me debo únicamente a esa comunidad. Soy, hasta cierto punto al menos (sonrisas), “humano”, y ello me hace compartir anhelos con otros no meramente chilenos. Soy escritor, y lo que firmo no se juega sólo ni prioritariamente en el marco de lo estado-nacional. En el aire, ahí, permanece [da bleibt] tu raíz, habrá escrito Paul Celan.

Por demás, la exigencia de justicia (pampina, marítima, etc.) no tiene por qué ser necesariamente melancólica o restitutiva (de un “objeto libidinal” irremediablemente perdido). Puede, y lo habrá sido a ratos y ha de serlo a mi juicio, abiertamente afirmativa, gozosa si quieres, abridora de lo inédito por venir. Creo que tú y yo sabemos que el “mar” es también otro nombre para lo que algunos llaman “integración sudamericana” y que también podríamos llamar juego afectivo entre alteridades o entrelace fecundo entre países y comarcas.

Con Violeta Parra, con Vicente Huidobro, con los abogados de derechos humanos durante la dictadura militar (que defendieron a los tres soldados bolivianos recientemente retenidos en Chile), con Los Prisioneros y Camila Vallejo y muchos otros, no son pocas las chilenas y chilenos que hoy comienzan a desmontar una secular amnesia histórica, no sólo ante la “cuestión marítima” sino también ante la “cuestión mapuche”, desaciertos incubados por el Estado de Chile durante el siglo XIX que vuelven a interpelarnos, como el retorno de lo reprimido freudiano, en pleno siglo XXI.

¿Respeto a los tratados internacionales para ser “un país serio” en el concierto de las naciones, como repiten simplona y algo cínicamente las autoridades políticas chilenas de tanto en tanto? (Cínicamente, porque fue el propio Gobierno de Chile, al decidir invadir Bolivia en 1879, quien rompió con el tratado internacional vigente entre ambos países a la fecha). Aparte de que lo de un “país serio”, concordarás, es algo para la risa (sin olvidar, con todo, que probablemente Chile es el único país sudamericano que carece de carnaval), lo que olvida esa mirada meramente legalista es, precisamente, la política, la inscripción política como escritura entre más de uno y como desarme del Uno... Con los pampinos, los mapuche(s), los defensores de los derechos humanos y los “marinos” podemos preguntarnos: ¿estamos de veras hoy propiciando una cultura política a la altura de la justicia por venir? ¿Estamos de veras desfondando los basamentos consagrados del no-poema de lo meramente posible?

 

* La carta de Lupe Cajías, columnista habitual en la prensa boliviana, fue publicada en al menos los siguientes periódicos en Bolivia: La Prensa (La Paz), El Deber (Santa Cruz), El Potosí (Potosí) y Los Tiempos (Cochabamba).



 


 

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(Publicado en Diario Siete, La Paz, 2.3.13)