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Fascismo chileno e izquierda metafísica

Por Andrés Ajens


 



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En un poema escrito poco antes de su asesinato una semana después del Golpe, el escritor norteamericano Charles Horman dejó inscrito el siguiente pasaje, por decir lo menos, premonitorio:

How many will die when Chile begins
La Marcha de los Muertos? And where
will the march lead? *

[ ¿Cuántos morirán en Chile cuando
comience la Marcha de los Muertos?
¿Y adónde la marcha conducirá? ]

* * *

Hasta ahora la presunción predominante es que la ejecución de Charles Horman fue ordenada por el servicio de inteligencia del ejército, encabezado a la fecha por el general Augusto Lutz. Es lo que deja entrever desde ya el libro “The Execution of Charles Horman. An American Sacrifice” (1978), de Thomas Hauser, a partir del cual Costa Gavras configuraría el guión de la película Missing (1982) — la que, protagonizada por Jack Lemmon, volviera mundialmente conocido “el caso Horman” y contribuyera a crear consciencia internacional acerca de la gravedad de las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la Dictadura. Es también la tesis que sostiene hasta ahora el juez Jorge Zepeda, quien desde el 2001 lleva la causa judicial en Chile.

Pese a ello, el mismo juez, en un fallo reciente –que, curiosamente, recibiera amplia cobertura en el extranjero y escasa, sino nula, en Chile— acusa a un agente del servicio de la inteligencia naval chilena de haber jugado un rol clave en la maraña de acontecimientos que concluyera con la criminal muerte del escritor norteamericano. Se trata del para entonces capitán de corbeta Raúl Monsalve Poblete, apostado en las oficinas del Estado Mayor General de la Armada (EMGA), en el Ministerio de Defensa, al 11 de septiembre de 1973. Está comprobado que Monsalve era el “agente de enlace” chileno con el Military Group norteamericano (compuesto ese año mayoritariamente por oficiales navales instalados en Valparaíso, ligados a la Defense Intelligence Agency alias DIA), pero además Monsalve habría operado como enlace con la CIA y sus redes locales. Presunción fundada, si se tiene en cuenta que pocos años antes un informe de la propia embajada de EEUU en Chile calificaba a Monsalve como el oficial “más pro-norteamericano” entre los agentes de inteligencia de la Armada (lo cual puede leerse en la revista Estudios Políticos y Militares de la U. ARCIS como en el libro Terrorismo de Estadio, de la periodista Pascale Bonnefoy).

Ya antes del Golpe, Monsalve habría recibido de la inteligencia norteamericana informes que calificaban a Horman de “subversivo”. Habiendo llegado a Chile a mediados de 1972, aparte de sus proyectos literarios y cinematográficos, Horman investigaba la eventual participación de la CIA en el asesinato del ex Comandante en Jefe del Ejército René Schneider, en 1970 (participación que a la fecha, es decir, en 1973, aún no había sido comprobada; solo vino a conocerse abiertamente en 1975, por el informe de la llamada “Comisión Church” del Senado norteamericano, en su sección acerca de las acciones encubiertas de la CIA en Chile entre 1963 y 1973). Que Monsalve siguió manteniendo una estrecha colaboración con agentes de la CIA en Chile incluso varios años después del Golpe, queda de manifiesto en un par de “fichas” de la Colonia Dignidad (confeccionadas por Gerd Seewald, colaborador de Paul Schäfer) hechas públicas recientemente gracias a la presión de abogados de derechos humanos. En una de ellas se da cuenta de la visita del capitán Raúl Monsalve a la Colonia Dignidad el 31 de noviembre de 1975 acompañado por un par de agentes de inteligencia norteamericanos.

Por lo demás, Monsalve participó activamente en la represión criminal a opositores políticos desde el mismo 11 de septiembre, como está acreditado por el testimonio de Juan R. Muñoz Alarcón, el tristemente célebre “encapuchado del Estadio Nacional”. Poco antes de ser asesinado por agentes de la DINA (con la cual había colaborado), Muñoz Alarcón se acercó a la Vicaría de la Solidaridad en junio de 1977 y declaró, entre otras cosas, que justo después del Golpe había trabajado para el agente naval Raúl Monsalve, y que este lo llevó al Estadio Nacional. Por si fuera poco, recientemente Monsalve aparece también involucrado en la detención y asesinato del jefe del equipo de seguridad del Partido Socialista, Arnoldo Camú, casi en los mismos días del asesinato de Horman, según la investigación que lleva el juez Mario Carroza.

Lastimosamente el juez Zepeda jamás interrogó en persona a Raúl Monsalve, y jamás lo procesó ni como cómplice ni como autor (Monsalve falleció en 2007). Solo lo mandó a interrogar por policías de la PDI en 2005, sin tampoco jamás carearlo con otros involucrados en el proceso, comenzando por su superior de la inteligencia naval en el Ministerio de Defensa para el Golpe, el capitán de navío Ariel González Cornejo, a la fecha jefe de Inteligencia del Estado Mayor de la Defensa Nacional (EMDN) — y a quien Monsalve debió necesariamente informar sobre los antecedentes de un “subversivo” norteamericano que le habrían proporcionado los propios servicios de inteligencia de EEUU.

Ahora bien, Monsalve declaró a la policía de Investigaciones que el capitán de navío Ariel González Cornejo tuvo que haber sabido de Horman en 1973. Ariel González, por su parte, en declaraciones a agentes de la PDI en 2004, señaló que solo vino a saber de la existencia de Horman hacía unos meses, ¡en 2004! – lo cual, a todas luces, resulta inverosímil. Aparte del hecho de que González Cornejo era el oficial de inteligencia de la Armada de mayor jerarquía en el Ministerio de Defensa en 1973 y, por ende, a quien Monsalve debía informar, en tanto jefe de Inteligencia del EMDN no pudo sino estar al tanto del “caso Horman”. No solo el agregado militar norteamericano de la época, William M. Hon solicitó antecedentes del caso al EMDN sino también el embajador norteamericano, Nathaniel Davis, le planteó formalmente la preocupación sobre el paradero de Horman al Ministro de Relaciones Exteriores de la Dictadura, el Vicealmirante Ismael Huerta, y le mencionó el caso al propio General Pinochet el 12 de octubre de 1973, en la única reunión que tuvo con él antes de dejar su cargo en Chile. Además, el propio superior de González Cornejo, el Almirante Patricio Carvajal fue presionado para repatriar a EEUU los restos de Horman a comienzos de 1974 por el entonces jefe de la Comisión de Defensa del Senado norteamericano, el senador Jacob Javits, so pena de impedir todo despacho de material militar a Chile. ¡Y el jefe de la inteligencia chilena de la época pretende hacernos creer que no supo nada de Horman hasta 2004!

El capitán de navío Ariel González tuvo además un papel destacado en la preparación del Golpe, junto a su superior directo, el Almirante Patricio Carvajal. Engañó incluso a la propia junta de almirantes reunida en Valparaíso el 9 de septiembre en la mañana, al asegurarles falsamente que el Ejército ya había dado su visto bueno para el Golpe, como lo detalla el libro Interferencia secreta, de Patricia Verdugo (1998). González Cornejo fue, junto al Almirante Sergio Huidobro (ambos de la Infantería de Marina), quien convenció personalmente a Pinochet para que entrara al Golpe la tarde del domingo 9 de septiembre, arguyendo que si no lo hacía ellos llegarían con los infantes de marina hasta Santiago. (En cambio, el general Lutz, si le damos crédito a las principales investigaciones sobre la confabulación golpista —las de Patricia Verdugo, 1998, Ignacio González Camus, 1998, Mónica González, 2000, Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda, 2008, entre otras— no tuvo participación en los preparativos sediciosos y, habiendo sido sacado apresuradamente de la dirección de la inteligencia militar a menos de un mes del Golpe, y habiéndose opuesto tempranamente a la DINA, habrá muerto en ‘extrañas circunstancias’ en 1974).

Por cierto, el capitán de navío Ariel González participó también activamente en la desenfrenada represión post-Golpe. Un temprano Informe de Amnesty International (cuyos delegados lograron acceder al Estadio Nacional en noviembre de 1973) da cuenta de una fatídica reunión efectuada en el Ministerio de Defensa a comienzos de octubre de 1973, en que una delegación de agentes de inteligencia brasileros se reunió con autoridades de la inteligencia chilena para ofrecerles “capacitación” en técnica de interrogatorio (léase torturas) y “becas” de entrenamiento en Brasil (que más tarde aprovecharía la DINA). La reunión se efectuó en las oficinas del entonces jefe de inteligencia del EMDN, el capitán de navío Ariel González, quien fue el anfitrión. El Informe de Amnesty International incluye testimonios de presos brasileros que fueron torturados por agentes de su país en el Estadio Nacional en octubre de 1973, y precisa que fueron los propios encargados militares del Estadio quienes les comentaron de la reunión en el Ministerio de Defensa donde se autorizó el ingreso de oficiales brasileros al Estadio. Recientemente, en abril de 2014, la Comisión de Verdad y Justicia, del Senado brasileño, recogió testimonios de presos políticos brasileros que corroboran y detallan los interrogatorios y torturas efectuados por agentes brasileros en el Estadio Nacional. (Sobre los oficiales brasileros que estuvieron en el Ministerio de Defensa y en el Estadio Nacional puede consultarse el cap. XX de libro “Fórmula para el caos. La caída de Allende (1970-1973)”, del politólogo brasilero Luiz A. Moniz).

Que el nexo privilegiado con la inteligencia brasilera estuviera en manos de la Armada (y no del Ejército) es congruente con lo que ahora se sabe: meses antes del Golpe, el Almirante Merino envió a Brasil a un emisario (el capitán de navío retirado y futuro Ministro de Economía de la Junta, Roberto Kelly) a consultar a la inteligencia brasilera si, según su labor de espionaje, el Gobierno peruano aprovecharía de invadir Chile en el caso de un Golpe. Todo esto ha sido relatado por el propio Kelly en sus memorias publicadas el 2005, detallando que poco después del Golpe lo contactó en Santiago el mismo alto oficial de la inteligencia brasilera que le había entregado la información en Brasilia meses antes.

Lastimosamente (otra vez), el juez Zepeda, quien supuestamente ha investigado por más de una década el crimen de Charles Horman (antes lo llevó por un par de años el juez Juan Guzmán), jamás ha interrogado personalmente al ex oficial de inteligencia naval Ariel González Cornejo y, por cierto, jamás le ha atribuido responsabilidad alguna en el crimen. Hoy por hoy, Ariel González Cornejo sigue paseándose libre de polvo y paja por Viña del Mar.

(Otra negligencia importante del juez Zepeda: jamás interrogó al entonces mayor de Ejército Carlos Meirelles Muller, encargado de la sección “Extranjería” del Estadio Nacional, cuando este fue campo de prisioneros. Independientemente de si Horman estuvo o no detenido en el Estadio y aun de si el mayor en cuestión tenía o no incidencia en el destino de los extranjeros apresados, lo mínimo hubiera sido interrogar a quien formalmente hubiera estado a su cargo. Tal indagación es hoy imposible, pues Meirelles Muller falleció en 2011).

* * *

En relación a otro caso importante de derechos humanos que también lleva el juez Jorge Zepeda —el de la Colonia Dignidad—, la presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, Alicia Lira, ha declarado recientemente: "como agrupación tenemos una opinión negativa del juez Zepeda, ya que él ha entorpecido el proceso judicial que siguen las agrupaciones de Derechos Humanos” (Cambio21; 8.04.2014). Y, lo que es más grave, Hernán Fernández, abogado a cargo de la defensa de las víctimas de abusos sexuales de Paul Schäfer, declaró hace un tiempo al diario La Nación que el juez Zepeda le otorgó “impunidad garantizada” a miembros de la Colonia a cambio de información (puede consultarse al respecto el reportaje de CIPER: “Reproducen diálogos con ministro Zepeda. Cables de Wikileaks mencionan polémicos ‘testigos reservados’ en procesos de Colonia Dignidad”, 20.10.2011).

Independientemente de si el juez Zepeda ha seguido o no en el caso Horman el mismo patrón de conducta que en el caso de Colonia Dignidad, lo menos que puede decirse es que en su investigación sobre el crimen habrá estado manifiestamente desorientado. El año pasado, luego de encausarlo en calidad de autor del asesinato, solicitó la extradición desde EEUU del ex jefe del Military Group en Chile, el capitán naval Ray Davis. Al poco tiempo se supo que Davis acababa de morir ¡en Chile!, donde residía desde hace años, sin que el juez jamás lo interrogara.

* * *

La marcha de los muertos como marca de los muertos: ni vivas ni muertas (más bien espectrales), las marcas guardan memoria de vivos y muertos y, a la vez, desplazándola, en tanto envíos a imprevisibles lectores/as por venir, mantienen, justamente, abierto el porvenir.

Con el corazón palpitante al ritmo del proyecto de transformaciones sociales de la Unidad Popular, Charles Horman no solo se opuso al “fascismo chileno a la moda” (es su expresión: the flags of hip/ Chilean fascism) sino también a la retórica armada de una cierta izquierda metafísica (with metaphysical machine guns, otra vez, su expresión).

* * *

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . a la memoria de charles horman

sería fácil, bien fácil, ningunear a parra
citándolo: “si no fuera por pinochet
estaríamos como en cuba” — fácil sería
mostrar que el 11 no fuera sino
efecto y linde infranqueable de antipoesía

contra parra, nada (muy menos contra neruda,
huidobro, mistral, martínez, pérez y compañía); de
de rokha únicamente palpitan hoy contraseñas:
desde mil 927 da a desconstruir (es su expresión)
poesía como antipoesía (vide heroísmo sin alegría)

¿sino allende la tribu, sino de charles horman?
de secretos lleno vino esta mañana
pablo, sus bigotes erizados como bayonetas
y sus axilas cargadas de metrallas
metafísicas (metaphysical machine guns)

Santiago, septiembre de 2014.

 

 

 

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* El poema puede leerse completo en el blog de David Nelson, amigo de juventud de Charles Horman. El traslape de los versos citados es nuestro.

** Una versión ligeramente modificada de este textil viene en www.biobiochile.cl



 



 

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