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La poesía del primer Alcalde
Balada para la ciudad muerta, Alfonso Alcalde. Ediciones Biblioteca Nacional. Santiago, 2018
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 23 de Diciembre de 2018
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La apreciación de la obra de Alfonso Alcalde ha crecido en las últimas décadas al ritmo de las reediciones de su vasta y variada obra y de los estudios críticos acerca de ella, impulsados por un poderoso acogimiento de su tono, compromiso y forma por nuevas generaciones de lectores y creadores. La publicación de Balada para la ciudad muerta se inserta dentro de ese proceso de rescate, redescubrimiento y reposicionamiento como si en el público de hoy su propuesta encontrara una recepción que en el momento de su escritura no tuvo, por distintas circunstancias e impedimentos.
Este libro, más todavía, aparece rodeado de una aura legendaria singular que está edición contribuirá, sin duda, a dilucidar. Es un conjunto de poemas -la primera obra del autor- publicada en 1947, a la edad de 26 años, promovida por Neruda, pero cuya primera tirada fue destruida casi enteramente por el propio Alcalde en un gesto de difícil discernimiento.
El libro reclama ser comprendido en el contexto biográfico y epocal en que surgió. Se trata de una obra juvenil, tentativa pero sólida, en la que su voz o sello más propio o personal asoma, aunque es deudora no menor de las tendencias poéticas vigentes al momento de su escritura, tendencias encarnadas en obras y poetas que ejercían un influjo en ese momento más poderoso para un debutante que lo que podemos imaginar hoy. Como bien lo señala Cristian Geisse -en un preciso y reflexivo prólogo- Alcalde, no obstante su carácter solitario, tímido e introvertido, era un lector cuidadoso de poesía, de la poesía que se estaba publicando en Chile y fuera de Chile y de las disputas estéticas suscitadas en torno a la modernidad poética. Alcalde se halla, pues, muy lejos de la figura de un autor ingenuo y desprevenido.
Balada para la ciudad muerta es, en su forma, tono y contenido, una obra oscura, penumbrosa, desasosegada con escasos elementos que mitigan una insistente agitación de imágenes cargadas de muerte, sinsentido, soledad, aflicción y desgarro personal y espiritual.
El mundo poético que construye Alcalde es, como lo indica el título del libro, el de una "ciudad muerta" en la cual el hablante y los personajes que la habitan pertenecen a un universo espectral, enrarecido, tenebroso, reflejado nítidamente por figuras y términos que subrayan lo sórdido, deletéreo, agonal, tanático. La sexualidad, que es un componente importante de estos poemas, también aparece envuelta, enredada y contaminada por esa oprimente mortaja elegiaca.
En los siguientes versos se puede advertir este tono prevaleciente: "El habitante olvidado despierta en un pantano/ rodeado de hembras maternales que se van hundiendo/ En los espejos de los hoteles llenos de soledad y gritos./ Tumbadas están sus máscaras, vacías, gimiendo/ tumbado el cielo sin un muerto/ A quien llorar por costumbre o por nostalgia/ y un delirio de gestos agrios./ Un huracán de muecas y goznes/ se deslíe sobre la piel".
Los versos elaboran un escenario onírico y lúgubre a partir de una secuencia abundante de términos -pantano, hundiendo, soledad, gritos, vacías, gimiendo, muerto, llorar, delirio, agrios, huracán, muecas-, términos que explicitan, en un lenguaje de resonancias surrealistas y simbolistas, de modo unívoco esa atmósfera. Así, "las hembras maternales", se van hundiendo y el habitante "olvidado" parece -por la reiteración del adjetivo "tumbado"- un muerto que ha despertado en su tumba y habla desde ella. Ese es el tono predominante en todo el poemario y el recurso, para la formación de las imágenes poéticas, a un léxico abiertamente afín a ese tono, la operación estética usual.
Un interesante desvío es el poema que comienza con "Si por ejemplo/ acusamos recibo/ de una paloma herida", en el cual va combinando, con un cierto humor e irónica llaneza, elementos dialécticos, sugerentes y ligeramente lúdicos, recurso que contrasta con la incesante negrura del resto del poema en el que, como se dijo, destellan escasos momentos de ternura o luminosidad.
En su estructura el poema se encuentra atravesado por algunas imágenes o términos que se repiten con variantes, reaparecen como motivos musicales sobriamente dispuestos -sobre todo, elementos de la naturaleza o componentes del cosmos urbano- creando un tramado de resonancias que contienen parcialmente un decir poético que, por momentos, se desborda hacia derroteros inciertos arrastrado por el flujo atormentado del mismo lenguaje: "El laúd más triste os combará las nalgas tumultuosas/ y la espuma os coronará de agonía/ con su impaciencia de remeros/ Mientras serpentea vuestra sangre doliente".
Balada para la ciudad muerta es una pieza esencial -aunque todavía no perfilada de modo completo- para el conocimiento del camino poético y literario de Alfonso Alcalde y su recuperación -en una edición muy bella con las ilustraciones de Julio Escámez y textos manuscritos originales-, por lo mismo, es una contribución necesaria e impecablemente lograda.