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Alfonso Alcalde | Autores |












El panorama ante nosotros
1969

Alfonso Alcalde

CANTO 7
VARIACIONES SOBRE EL TEMA DEL AMOR Y DE LA MUERTE




.. .. .. .. ..

AQUELLOS
que en los cuartos
circulares se encerraron
y gimieron hasta
silenciar sus ruidos
y luego partieron
y nunca más
volvieron a verse.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS REDIMA


AQUELLOS
que copularon
hasta exterminarse
rodeados de humo
una botella vacía, hastío
y melancolía.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS RESUCITE.


AQUELLOS
que ensalzaron
sus odios, la coquetería
y hasta la breve total
ilusión del momento,
y se desnudaron
y enemigos atroces
mordiéronse estrangulados
cantando
y volvieron una y otra vez
sobre sus cuerpos
y jamás los encontraron.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS PROTEJA.


AQUELLOS
suicidas
decapitados a borbotones
aún anclados dentro de la muerte,
aquellos que se devoraron
frotándose como piedras
para iniciar el primer fuego.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS BENDIGA.


AQUELLOS
que abandonaron sus ropas,
las inexplicables llaves de los hogares
y borraron toda huella de vida
ultimándose uno al otro
acusándose de mutua fidelidad
y blasfemaron sobre el único
cadáver del amor.

. . . . . . . . . . . . . . . . SEAN ENSALZADOS.


AQUELLOS
que abrieron sus entrañas
y luego velaron
sus enemigas bocas
. . . . . . profundas.

. . . . . . . . . . . . . . . . LOADOS SEAN.


AQUELLOS náufragos
que de rodillas
pidieron clemencia
y jadeantes aún
invadidos de tormenta
traicionaron su madero salvador
y lo quemaron, aventándolo
y sobre el fuego ardieron
frente al viento
desnudos y cenicientos.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS PROTEJA.


AQUELLOS
honestos guerreros que de pie
batallaron y de pie
esperaron su sitio
en la hundida cama próxima.
Todos aquellos que perdieron
la fe, la dirección
el honor a domicilio, el dominio
sobre sus cuerpos
y por último se sentaron
en la misma gastada
mesa del amor.

. . . . . . . . . . . . . . . . SEAN BENDECIDOS.


AQUELLOS
que fueron
los primeros y los últimos
y no los intermediarios
los consumadores
y consumados.

. . . . . . . . . . . . . . . . RECIBAN TAMBIEN NUESTRA BENDICION.


AQUELLOS
que hablaron el mismo lenguaje
y nunca se entendieron.
Los confusos, los nobles
enamorados entorpecidos
por el amor, los que juraron
fidelidad y cayeron
en la sarcástica trampa
de procrear sin cesar
cada invierno.

. . . . . . . . . . . . . . . . SEAN PERDONADOS.


AQUELLOS
desgarrados en la despedida
los que murieron
al quedar aislados
y después regresaron como bólidos
chorreando comprensión
justicia, perdón, ecuanimidad
y adulterio de rodillas.

. . . . . . . . . . . . . . . . DEBEN SER ADMIRADOS.


AQUELLOS
soberbios
que rociaron
sus cuerpos con espanto
sepultándose vivos;
los empalagados por la rápida
efímera dicha
nocturna, los frustrados
en el hábito de olvidar
los que no olvidaron y sollozan
alrededor de los retardados estimulos.


AQUELLOS
que oraron al borde de los catres
junto a las rejas que parecían ataúdes
que son ataúdes y en general todos
aquellos que practicaban la indivisibilidad
del ser, la gestación como maldición,
la fecundidad por descuido,
los que se multiplicaron
industrializados
a la deriva de sus grandes derrotas
y huecos permanecieron y vacíos vivieron:
los que se encadenaron, ataron, sumaron
compraron y vendieron a una sola mujer
crucificándola de espaldas todas las noches
solitarias.


AQUELLOS
que flaquearon junto a esos cuerpos
desperdigados al alba como tarros
de basura tintineante, basura volcada por una
jauría de perros hambrientos.


AQUELLOS
que hicieron un culto de la tentación
y tentados se odiaron y tentados también
se amaron con desganado frenesí;
los que estuvieron dentro de sus cuerpos
sólo un momento, desalojándolos después
por todas sus heridas.
Los que los habitaron a medias, tímidos
blasfemos de una jornada, los que en una
noche recuperaron el amor de una vida,
los que en una vida como una gota sobre la piedra
perforaron el amor y lo horadaron sin importarles
el tiempo, imperturbables, eternos en su porfía
y luego la piedra, la mujer, se diluyó con la
primera luz del alba, de la muerte, del día.


AQUELLOS
que tuvieron casi como propia
una única mujer
y luego se les escurrió como agua
entre los dedos, como
brasa en la lengua


AQUELLOS viudos
en repelida sociedad
negros castigos a quienes la muerte
les arrancó la piel, los recuerdos, el olvido
y los descuajó de ojos, mutilándolos
y los dejó bramando entre los muros
lanzándolos por la borda de la sublimidad
del éxtasis,
los que chorrearon la luna,
los que enfurecieron el mar con sus cuerpos
retumbantes, los que apagaron el sol con sus
mordiscos, los que mascaron las estrellas
con sus lenguas, los que acallaron la tormenta
con sus trenzados miembros,
los que soltaron el rayo
con sus estremecimientos,
los que mataron los cráteres, los que
anegaron los ríos con su pobre materia
de amor, los que doblaron el viento
con sus porfiados muslos, los que emparejaron
el aire, después, con su hastío, los que
cayeron al vacío, entre los abismos, ya diáfanos,
ya puros, inmateriales, ocupando, de pronto
toda la tierra, dejándola al momento, sueltos
grumos del universo, roncos zumbidos entre
las hojas,
piel de las estrellas, esqueletos
del cielo.
los que deliraron vestidos,
los que callaron. desnudos;
los que revisaron totalmente
el dudoso cadáver de su mujer;
y sólo a ella encontraron;
los que sembraron labios y colgaron piernas
y las fugitivas pirámides del ser inestable, los
que fueran nudos, golpes, los que interpretaron
los golpes y los que los sintieron;
los que fueron mar y cáñamo, utensilios
inolvidables en el juego, el hastío y el hambre
de los cuerpos insaciables, aunque insondables;
los que fueron trigo y garfios, anzuelos fueron
zapatos, curtidos hitos, los que se trenzaron
y nunca más se vistieron, piernas en los bosques:
dispersos los ojos, derretidos los muslos
desbocados en su petrificación.

Los que fueron violentamente expulsados en
la tarea de la posesión, los que de cuando
en cuando aman en un nicho impersonal de marmóreas
sábanas apenas entibiadas por la vida
por un lóbrego quejido que siempre llega a destiempo;
los ciegos eternos y los ciegos parciales,
los que ven a medias o simplemente
que se ven tocándose inventándose como
pequeños dioses en las pocilgas de barro.

. . . . . . . . . . . . . . . . TODOS DEBEN SER PERDONADOS.


AQUELLOS
que invocaron
la alegria de vivir
la sagrada unidad familiar,
la armonía de la sociedad,
la esclavitud, la fatalidad,
la mansedumbre religiosa,
los que copularon a destajo
y sin cesar
cuatro días
con sus siete noches
en nombre de la fidelidad absoluta,
del cero total
triturados en el bosque de letras insobornables.
Y el arado de palo, el arado de cinco
dedos, el que redescubre los muertos, el que
deja al aire las osamentas, el sanguinario
cadáver de la noche: la cordura de la locura,
la desesperación como disciplina,
la muerte como artificio,
la vida como un coro de silencio
herméticamente callado.

Hay que considerar también
a todos aquellos que abandonaron sus pantalones
angustiados de civilización,
los que despoblaron las selvas,
cabalgaron los mares,
serenaron los árboles, computaron las heridas
frutales de la primavera, los que huyeron
de la mecanización; los únicos hechos
a mano, tajeados a pie, inscritos en el pasado
con turbio humo humano, los que renegaron
de la rueda, los que ahuyentaron el fuego,
los que sin fuego se quemaron, los que sin manos
raptaron, los que sin ojos naufragaron
los que sin dedos pulsaron el cielo,
hombres cuyo destino y designio
apenas crispó el rocío:
rocío que colmó los mares,
mares que tragaron los ríos,
ríos que estrangularon sus hijos,
hijos de la montaña, nieve salvaje
que con la piel viene navegando, la piel, la piel
del tiempo
. .. . . .la muerte
. .. . . .. . . .. .los días
. .. . .. . . .. .. . . .. . .las horas
. .. . .. . . .. .. . .. . ., . .... . .el silencio.

Entonces
aquellos angustiados
de civilización
y mecanismo
que se industrializaron
con el fruto erecto
de sus desesperanzas.

. . . . . . . . . . . . . . . . SEAN CONSIDERADOS EN EL REPARTO DEL AMOR.



AQUELLOS
deslumbrados
frente a los altos
puntiagudos pezones
efímeras señales
. . . . . . . .carnales
corporales durables
. . . . . . . .del tiempo,
los que las aplastaron
trituraron, succionándolas,
arrobados
apuntalándolas
con leche materna
y quedaron exhaustos
semidormidos
comprometidos, huecos
infecundos
y crucificados en sus lechos
ajenos.

. . . . . . . . . . . . . . . . El. AMOR TAMBIEN LOS BENDIGA.


AQUELLOS
que disecaron sus solitarias
porciones de tristeza
a lágrima viva y luego ultrajaron
el llanto
en algunos profundos cuartos
azules borrosos amarillentos
siempre con un decapitado al final
trancando la única puerta de escape.


AQUELLOS
que exterminados de bruces
marchitos para siempre
hirvieron en su propio
cristalino y transpirado caldo glorioso.

. . . . . . . . . . . . . . . . TODOS SEAN PERDONADOS.


AQUELLOS
que inventaron
y patentaron la dicha
a tanto la hora, el
milímetro y el pedazo
de blando, desvaído
seno
ya irremediablemente
sin resorte;
la pierna suelta
en su estantería
liquidándose por vejez y fin de temporada,
y la plácida música
de los dientes apretados
de la mujer
cuando se aferra a ella misma
escapando de su cuerpo
como si una tempestad
inexplicable y vengativa
les soplara los huesos y huyera
despeñándose entre los colchones
los acantilados y el mar.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS REDIMA.


AQUELLOS
con compromisos honorables
en las trastiendas del amor y sus
dependencias,
los absolutos dueños de las
llaves de la miseria,
las madres con sus brillantes pechos
chorreando la vía láctea
de la gran ciudad, esos presurosos
puntos de la noche, mendigos
del sol oscuro, el triste, fecundo
harapo del universo, agonizando
sin premura bajo el árbol original
de la luna.
Los que hicieron alarde de tristeza
y subieron los gastados peldaños
de la vida chapoteando
en la sangre lujuriosa, arañando
las entrañas terrestres, palpando con fruición
el nuevo ser imposible que no se pega
renegando de la vida y como una flecha
en el útero, que no se engancha en el carro,
desparrama las vísceras, los calientes surcos
propicios
pero sin hacerse cómplice
de la continuidad de la doméstica
tentadora y agobiadora especie.

. . . . . . . . . . . . . . . . EL AMOR LOS TENGA PRESENTE.


AQUELLOS
tributarios de sus ruinosas
ruinas espectrales,
chirreantes oscuras luces
de un día sombrío
devorándose en los catres
de perillas doradas
donde el sol atisba su oro cariado
y la solidaria pareja irreconciliable se despeña
arrastrando los últimos bártulos del amor
flotando, difuntos, dando
manotones de ciego entresi.


AQUELLOS
que integraron los lisiados ejércitos
amordazados de boca, alma y tubería, los
parcos de lengua,
los débiles de dominio, los fuertes de
injusticia condenados a romperse los dientes
contra el rocío
prendidos del tiempo, de los cuerpos, de los
abismos, de los huracanes,
de los siglos, de los hijos, de la muerte
de los días, y las noches pegadas en el cielo
el cielo pegado en los ojos, la noche
incrustada en la mirada, el sol en las pupilas
huecas de las manos llenas de amor vacío.

Oh ternura infinita de un solo fugaz relámpago,
apenas un siglo metido en su agujero,
un efímero eterno muerto saliendo de su
sepultura y ya anciano de sí mismo!

Amor, amor cómo temblamos
blasfemando cuando nos escuchamos
quedar huyendo, porque al destrozarnos
como un espantoso río de fuego
seguimos pasando entre dos columnas incesantes,
arrasando con el infierno, ensartando ángeles
demonios celestiales, evaporados dioses
periódicos, mientras da bote el payaso
cayéndose de sus infinitos
bolsillos sin fondo
y gime el ruidoso carcelero
con su manojo de inservibles llaves:
el hombre destripado caminando
de largo dentro de sí mismo,
él, más otro en atroz férrea compañía
con su inseparable y mojada
corta muerte fiel como un perro:
estrella escapando de su temible poderío:
el sanguinario vómito de un relámpago
el siniestro incendio de la especie
acoplada a la miseria desde el primer día
y hasta en la última noche del juicio final
encontramos nuestra perdida semilla purpúrea
en la galopante cama de tres patas
y somos el pregonero
que tiene algo que componerle
huesos para soldarle a la muerte,
pies para ponerle alas,
difuntos para ser embalados
con cáñamo, hule, alambre
y otros repuestos oportunos.

. . . . . . . . . . . . . . . . QUE EL AMOR TAMBIEN SE APIADE DE ELLOS.

 


Foto superior de Sergio Larraín

 



 

 

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Canto 7.
Variaciones sobre el tema del Amor y de la Muerte.
Alfonso Alcalde.
El panorama ante nosotros. 1969.