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        Música muda         
        Cristián Gómez Olivares 
          Revista UDP, N°5, Julio 2007 
          
            
            
          
         
         
 
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        Los textos de Banda sonora caen  en la categoría de una poesía musical pero muda, lo que es una forma, una  particularísima forma, de remarcar los aspectos físicos del poema y evidenciar  cómo estos significan y como construyen, también, el sentido.
         Anwandter  siempre ha tenido preocupación por la materialidad del libró y del poema, Ya su  inaugural El árbol del lenguaje en otoño ponía en duda su condición de libro al no  estar sus páginas ni anilladas ni cosidas ni corcheteadas, sólo reunidas en  una caja que hacia las veces de portada, tapa y contratapa del conjunto, en el  que -además- se incluía una hoja prensada que abría cada volumen.
         La poética de Anwandter comparte con varios de los integrantes de lo  que se conoce como generación del noventa cierta tendencia a la observación  meticulosa de la experiencia poética, asi como a sus sostenes materiales. Y qué  mejor muestra de ello que Especies  intencionales (2001) y Square Poems (2002), donde  el poema siempre se pone de manifiesto  primero como poema, lo que se comunica sólo se puede comunicar en la medida en  que lo comunica el poema. El mensaje del poema, en última instancia, es el  mismo poema. Banda  sonora no  es ajeno a estos procedimientos. Libro escueto, lo que nos muestra no es sino  la banda sonora de una imagen ausente. En el poemario de Anwandter, estamos  frente al poema haciendo las veces de soundtrack, pero  carecemos de las imágenes. Solo en el caso de un texto como el que comienza  sus primeros versos (pp. 18-19} con el titulo de un dibujo de Juan Mauricio  Rugendas, El  rapto de Trinidad Salcedo, podemos acceder vicariamente a unas imágenes que se  "postergan", así como el sentido, al lector. El oximoron presente tanto  en la teleserie ambientada en la   Colonia como en el trazo del pintor decimonónico, semejante  al del video digital según rezan los versos finales de este texto, forma parte  de ese reciclaje arbitrario del que hablara el autor en una entrevista reciente.  Es interesante que Anwandter lleve la discusión de este libro a sus  implicaciones epistémicas, a los cuestionados estatutos de la realidad que  esconde la travesía de este hablante por las brumas del sueño y la vigilia.
         El libro  esta lleno de imágenes poéticas que refieren al sueño y sus alrededores. Pero  no parece que aquí exista una escritura automática -una traducción del sueño-,  sino mas bien se transcribe su interrupción, abrupta muchas veces. En la  entrevista citada, Anwandter señala su intención de desconcertar al lector  con el ritmo al ejercer un tono monocorde, además de la brevedad y la desnudez del verso. El poema es entonces una constante variación de las  imágenes. El poder del verso, escribía Valery, nace de la indefinible armonía que  existe entre lo que dice y lo que es. Auden,  que cita este pasaje, dice que el lenguaje es poético cuando la asociación  entre una palabra y una idea no es intrascendente, sino arbitraria y necesaria.
         El obligado referente del volumen de Anwandter parece ser entonces,  una realidad infinitamente elusiva, cuyo correlato dada la reiteración con que  se le menciona, incluso desde el epígrafe de Raworth es un televisor  permanentemente prendido. En este libro los sonidos que se logran percibir  vienen desde afuera y no alcanzan para constituir un fresco de lo que ocurre.
         No  es gratuita la fragmentariedad de lo real, pues lo que en esta percepción está  implícito un juicio sobre el mismo. Las discontinuidades que no pretenden  resumirse en un todo tampoco desconocen la existencia de los porfiados hechos  más allá del discurso: "Con ruidos / metálicos / armas / tus huesos /  desfilan/incólumes/ rumbo/al trabajo". Ya lo había dicho Marcelo Pellegrini: "La presencia del sueño es determinante; sin embargo, se  trata de un sueño que no evade la realidad, sino que más bien permite  aproximarse a ella desde un ámbito más 'puro', no en el sentido de prístino  sino de transparente, como para verla mejor". Y concluye: "En Anwandter, la poesía, clara y vertiginosa, sigue  el rumor de la historia; es una poesía diáfana amenazada siempre por la turbia  encarnación del tiempo .