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Banda sonora, Andrés Anwandter. La Calabaza del Diablo, Santiago, 2006. 56 págs.

Música muda

Cristián Gómez Olivares
Revista UDP, N°5, Julio 2007





 

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Los textos de Banda sonora caen en la categoría de una poesía musical pero muda, lo que es una forma, una particularísima forma, de remarcar los aspectos físicos del poema y evidenciar cómo estos significan y como construyen, también, el sentido.

Anwandter siempre ha tenido preocupación por la materialidad del libró y del poema, Ya su inaugural El árbol del lenguaje en otoño ponía en duda su condición de libro al no estar sus páginas ni anilladas ni cosidas ni corcheteadas, sólo reunidas en una caja que hacia las veces de portada, tapa y contratapa del conjunto, en el que -además- se incluía una hoja prensada que abría cada volumen.

La poética de Anwandter comparte con varios de los integrantes de lo que se conoce como generación del noventa cierta tendencia a la observación meticulosa de la experiencia poética, asi como a sus sostenes materiales. Y qué mejor muestra de ello que Especies intencionales (2001) y Square Poems (2002), donde el poema siempre se pone de manifiesto primero como poema, lo que se comunica sólo se puede comunicar en la medida en que lo comunica el poema. El mensaje del poema, en última instancia, es el mismo poema. Banda sonora no es ajeno a estos procedimientos. Libro escueto, lo que nos muestra no es sino la banda sonora de una imagen ausente. En el poemario de Anwandter, estamos frente al poema haciendo las veces de soundtrack, pero carecemos de las imágenes. Solo en el caso de un texto como el que comienza sus primeros versos (pp. 18-19} con el titulo de un dibujo de Juan Mauricio Rugendas, El rapto de Trinidad Salcedo, podemos acceder vicariamente a unas imágenes que se "postergan", así como el sentido, al lector. El oximoron presente tanto en la teleserie ambientada en la Colonia como en el trazo del pintor decimonónico, semejante al del video digital según rezan los versos finales de este texto, forma parte de ese reciclaje arbitrario del que hablara el autor en una entrevista reciente. Es interesante que Anwandter lleve la discusión de este libro a sus implicaciones epistémicas, a los cuestionados estatutos de la realidad que esconde la travesía de este hablante por las brumas del sueño y la vigilia.

El libro esta lleno de imágenes poéticas que refieren al sueño y sus alrededores. Pero no parece que aquí exista una escritura automática -una traducción del sueño-, sino mas bien se transcribe su interrupción, abrupta muchas veces. En la entrevista citada, Anwandter señala su intención de desconcertar al lector con el ritmo al ejercer un tono monocorde, además de la brevedad y la desnudez del verso. El poema es entonces una constante variación de las imágenes. El poder del verso, escribía Valery, nace de la indefinible armonía que existe entre lo que dice y lo que es. Auden, que cita este pasaje, dice que el lenguaje es poético cuando la asociación entre una palabra y una idea no es intrascendente, sino arbitraria y necesaria.

El obligado referente del volumen de Anwandter parece ser entonces, una realidad infinitamente elusiva, cuyo correlato dada la reiteración con que se le menciona, incluso desde el epígrafe de Raworth es un televisor permanentemente prendido. En este libro los sonidos que se logran percibir vienen desde afuera y no alcanzan para constituir un fresco de lo que ocurre.

No es gratuita la fragmentariedad de lo real, pues lo que en esta percepción está implícito un juicio sobre el mismo. Las discontinuidades que no pretenden resumirse en un todo tampoco desconocen la existencia de los porfiados hechos más allá del discurso: "Con ruidos / metálicos / armas / tus huesos / desfilan/incólumes/ rumbo/al trabajo". Ya lo había dicho Marcelo Pellegrini: "La presencia del sueño es determinante; sin embargo, se trata de un sueño que no evade la realidad, sino que más bien permite aproximarse a ella desde un ámbito más 'puro', no en el sentido de prístino sino de transparente, como para verla mejor". Y concluye: "En Anwandter, la poesía, clara y vertiginosa, sigue el rumor de la historia; es una poesía diáfana amenazada siempre por la turbia encarnación del tiempo .



 

 

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Banda sonora, Andrés Anwandter. La Calabaza del Diablo, Santiago, 2006. 56 págs.
Por Cristián Gómez Olivares.
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