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Andrés Anwandter, poeta chileno:
“La poesía proviene del ruido, no del silencio”
"Musica envasada", Pequeño Dios Editores 2017
Por Patricio Jara
Publicado en La Tercera, 2 de Enero 2018
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Acaba de terminar su doctorado en Bristol y volverá pronto a Chile. En realidad, ocupa tres formas verbales para contarlo. “Debería estar volviendo”, dice. Es lo mismo, desde luego, pero la oración se carga de otro sentido. Da la idea de que Andrés Anwandter (1974) nunca se fue del todo, pues el tema de su tesis es bastante elocuente: el lugar que ocupa la poesía en la educación chilena actual. Como sea, vuelve también con Música envasada, su octava colección de poemas, publicada por Pequeño Dios Editores y a un precio popular: mil pesos por una obra de 107 páginas y factura impecable.
Música envasada es un título que se abre a muchas interpretaciones y guiños. Aunque pareciera ser que todo libro de poesía nace, justamente, de un delicado proceso de envasado una vez que la escritura ha concluido.
“En este caso fue más o menos así”, explica desde Inglaterra. “Mientras realizaba mi trabajo de campo, y antes, cuando ensayaba la forma en que redactaría la tesis, me acostumbré a escribir a mano. Volví a usar libretas después de mucho tiempo de haber hecho poesía con el teclado del computador. Y al margen de mis notas de investigación fueron surgiendo poemas, muchísimos, que después pasé en limpio y organicé en libros”.
Con este nuevo volumen, sumado al anterior, Adverbios terminados en mente (2015), y uno que viene, Anwandter cerrará un ciclo. “Son colecciones que comparten un mismo período de escritura y, por lo tanto, algunos temas y modos. Pero no son proyectos unitarios. Siempre he tenido la fantasía de hacer un poema largo, un libro con un concepto claro detrás, pero en general me salen puros poemas breves”.
— El título Música envasada propone una forma de preservar algo (en el oído, en los vinilos, en los hallazgos bajo tierra).
— El título lo tenía hace mucho tiempo y refiere, por supuesto, a la música grabada por oposición a música en vivo, lo que en inglés se llama canned music. Me gusta la expresión porque tiene un aire anticuado, nostálgico, predigital y pretendo que cada poema funcione como una especie de canción, de la cual nos queden un par de versos dando vueltas en la cabeza. Si un poema es capaz de preservar algo, lo hace justamente por medio del sonido de las palabras que lo componen.
— El poema Una gama de grises de verdad habla de un choque generacional muy fuerte. Los niños de hoy, los más chicos, creen que el pasado fue en blanco y negro.
— Tengo tres hijos, aunque no todos los niños que aparecen en estos poemas son necesariamente los míos. Lo autobiográfico es una entre varias otras dimensiones. En ese poema específico, en todo caso, quería hacer algo con el hecho de que uno mismo suele simplificar y presentarles a los niños las cosas en blanco y negro, como si fueran tontos, para luego matizar y decir: “Bueno, la verdad, es una gama de grises”. Creo en todo caso que las artes conforman un buen plano para relacionarse entre generaciones. En este momento, por ejemplo, debo agradecer a Rihanna y a Kendrick Lamar, cuya música me da tema para compartir con mi hija preadolescente.
— “Rarificar la poesía/ hasta volverla/ una especie de gas/ un olor específico” es un momento muy revelador del libro. ¿Hacia allá va el trabajo de los poetas hoy?
— Creo que estamos en un período de transición hacia un mundo enteramente digital, y que las artes tradicionales todavía no han comprendido bien qué lugar podrían ocupar ahí, o cómo tendrían que mutar para hacerlo. Porque no se trata simplemente de colgar textos convencionales en plataformas virtuales o, peor aun, de hacer poemas interactivos, sin repensar el status actual de la palabra escrita, y cómo cambia según el soporte, página o pantalla. Hoy es posible justificar la creación de poemas como una actividad distinta a twittear o escribir estados de Facebook. Pero eso pasa por entender la poesía como una práctica no necesariamente literaria, un “hacer”, que es lo que entiendo significa la palabra poiesis, ¿no? Esta crisis ya la habían vislumbrado las poéticas experimentales de la posguerra. La poesía concreta y la visual, por ejemplo, se han preguntado desde hace décadas cómo seguir haciendo algo con el lenguaje en un mundo que ya no es meramente literal.
— Otro gran momento está al término del libro: “nada habrán/ de traernos de vuelta/ los poemas /aparte del ruido /de las ciudades”.
— Para mí la poesía tiene que ver con el sonido del lenguaje. Es un arte de escuchar las palabras. Antes se decía que los buenos poetas eran los que tenían oído. Ahora, una idea que me ha rondado todo este tiempo es que la poesía proviene justamente del ruido, no del silencio, como se suele pensar. En ese sentido, un poema te mostraría cómo escuchar al interior del ruido del mundo, en tanto este resuena en las palabras. La verdad es que, dado que tenemos oído, el silencio solo puede ser una abstracción.
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