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Andrés Anwandter:
"La poesía estuvo alguna vez en el centro de la educación chilena"

Por Javier García
Publicado en La Tercera, 20 de Agosto de 2019



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El poeta imagina echar a la basura los años 80, “ese sueño/ recurrente/ de la historia”, del que a veces despierta “solo para/ confirmar/ que continúas// profunda/ mente/ dormido”, escribe Andrés Anwandter (45) en su nuevo libro titulado materia gris.

Nacido en Valdivia, en 1974, Premio Pablo Neruda de Poesía Joven 2014, Andrés Anwandter además es autor de los libros El árbol del lenguaje en otoño (1996), Especies intencionales (2001), Square poems (2002), Banda sonora (2006), Amarillo crepúsculo (2012) y Música envasada (2017).

Psicólogo de profesión, el poeta lleva varios años viviendo en Bristol, Inglaterra, donde finaliza un doctorado en Educación. Su tema: el lugar que ocupa la poesía en la educación chilena actual.

Esta semana Anwandter regresó otra vez al país para hablar de materia gris publicado por Ediciones Overol. El volumen será presentado este miércoles 21 de agosto, donde el autor conversará con los escritores Alejandro Zambra y Kurt Folch. La cita es en el Colmado Café (Merced 346), a las 19.30 h, en el barrio Lastarria.

“Hago poemas con el lenguaje que tengo a mano, generalmente cosas que leo o escucho por ahí. Si encuentro una frase o línea que me ‘suena’ bien, elaboro algo a partir de ella”, señala Andrés Anwandter a Culto/La Tercera.

En el poema llamado tongo escribe: “mil/ novecientos/ ochenta// valdivia/ seis años/ primero básico// lo que entendí/ del plebiscito/ es que ese día// vendría/ pinochet/ a la ciudad”. Mientras que en el texto aunque escribíapunta: “nunca escribí lo que quise/ ni me importó demasiado// nunca tuve la intención/ de corregir a los viejos// nunca la de ajusticiar/ a los más jóvenes// nunca interesado en el asunto/ fatigoso         de las generaciones”.


Ilusión de unidad

¿materia gris es un poemario con más textos que tus anteriores libros? ¿Proyectaste una obra más gruesa o reuniste poemas de diferentes épocas?
—Creo que es una impresión. Este libro no es más extenso que Amarillo crepúsculo al menos. Muchos de los poemas que lo componen, eso sí, tienden a ser más largos que en otras ocasiones, es decir, tienen más líneas, aunque no necesariamente más palabras, lo que supuso alguna dificultad para “acomodarlos” en las páginas de un volumen de tamaño convencional. En general, concibo los libros como conjuntos de poemas sueltos, más que proyectos orgánicos. Recojo en ellos algo de lo que he escrito en los años inmediatamente previos a la publicación. Como los textos son más o menos contemporáneos, puede que compartan temas o miradas, lo que provoca una ilusión de unidad, pero es todo más fortuito de lo que parece.

Hay varios escritos en materia gris que recuerdan tu pasado o asuntos generacionales. ¿Fue la distancia un factor que influyó en la manera de abordar estos textos?
—Inicialmente reuní bajo el título materia gris textos que discurrían sobre la memoria, sobre sus distintos soportes materiales y sobre cómo estos se desgastan y arrastran en este proceso el acto de recordar. Pero luego pensé que lo “gris” es también, por convención, la cotidianeidad, lo prosaico del día a día, y que podía incluir textos que indagaran en la posibilidad de transmutar lo no-poético en poemas. Una manera de hacerlo es recuperar palabras de mi lengua materna para referirme a una realidad que se articula en otro idioma. Entonces, creo que más que constatar la distancia de la tierra natal o de la infancia, lo que hacen algunos de estos textos es examinar el presente de la extranjería. Así, el libro se mueve en una zona grisácea entre el pasado y el presente, dando cuenta de sus distintos matices. El futuro, en cambio, lo veo muy negro, y me pregunto si habrá alguna forma de alumbrarlo o reimaginarlo a través de la poesía.

Los conflictos sociales y temas de la contingencia están más presentes en materia gris. ¿Hay mayor atención sobre esos asuntos hoy más que antes?
—Si aparece la contingencia es quizás porque leo demasiados diarios o paso más tiempo del necesario en redes sociales. Como ciudadano, yo tengo posturas políticas, pero no son necesariamente las que trasuntan algunos poemas del libro. No ha sido nunca mi intención comunicar estas posturas en verso. Antes, en Amarillo crepúsculo, por ejemplo, me interesó trabajar con la estridencia y la inconsistencia de los discursos políticos, creo que este libro da cuenta más bien de su estupor y melancolía.

Tienes una manera de estructurar los poemas con versos cortos y en minúsculas…
—Di hace ya un buen par de años con esta “fórmula” para componer poemas, que incluye minúsculas y ausencia de puntuación para no predeterminar énfasis en su lectura, y cortes y espacios en blanco para que se interrumpa o bifurque el sentido. También privilegio los juegos con el sonido de las palabras por sobre la transmisión de un mensaje. Son modos de producir el efecto de extrañamiento, creo, que vuelve estos textos poesía. La única “instrucción de uso” que doy es leerlos en voz alta, negociando cada cual la prosodia que mejor le parezca. Esta es la manera en que pretendo se “interpreten” estos poemas, como si fueran partituras para voz. Aunque la he ido variando ligeramente con el tiempo, es una fórmula lo suficientemente elástica como para que quepa casi de todo, desde imágenes o ideas sueltas hasta pequeños argumentos lingüísticos o políticos.

Entiendo que tu tema de tesis de doctorado fue sobre el lugar que ocupa la poesía en la educación chilena. ¿Qué conclusiones pudiste sacar?
—La poesía estuvo alguna vez, en un pasado remoto, en el centro de la educación y ocupa actualmente un lugar muy marginal, reflejo de su valor en la sociedad. Pero no ha desaparecido, y la escuela sigue siendo el sitio donde la mayor parte de la gente se encuentra, por primera vez en su vida, con un poema. Es decir, se continúa enseñando poesía, de hecho, los docentes chilenos en general ponen mucho empeño para incorporarla en sus cursos, a veces a contrapelo de las orientaciones curriculares, pero no siempre pueden hacerlo de la manera más efectiva. Creo que hay demasiado énfasis en la lectura analítica de poemas y muy poco en la escritura poética, en la experiencia de la creación. La poesía se suele presentar como un objeto de estudio más que una práctica creativa. Pero es haciendo poesía como podemos experimentar su potencia. A pesar de esto, nuestro sistema educacional parece engendrar camadas de poetas cada año y en Chile se está siempre produciendo poesía que vale la pena. Esta paradoja no pude explicarla en mi tesis.

 

 

ideograma

(de materia gris) 

la enfermedad es un plato

lleno de insectos

 

que te escuchas masticar

en un sueño

 

una cucharada

somera

 

de realidad      cada noche

cortesía del cuerpo

 

que aprendió con los años

a engañar        a la mente

 

clausurando    de este modo

un debate milenario

 

en la filosofía

de la ciencia

 

unas fotocopias

subrayadas

 

con lápiz amarillo fluorescente

 



 

 

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