Proyecto Patrimonio - 2016 | index | Alejandra Basualto     | Diego Muñoz Valenzuela  | Autores |
         
        
        
         
         
         
        
        
              Invisible,  viendo caer la nieve, de Alejandra Basualto
              Novela. Ed. La Trastienda, 2012, 194 pp. 
        Por Diego Muñoz Valenzuela 
          Publicado en http://www.letrasdechile.cl/
          
          
        
          
        
         .. .. .. .. ..           
                      La  trayectoria literaria de Alejandra Basualto recorre con dedicación y oficio los  territorios de la poesía y la narrativa, y –por primera vez- los dominios de la  novela. 
           A  sus  seis  libros de poesía y tres volúmenes de cuentos, se suma su constante trabajo como  directora de talleres y el –como lo llamaría un descendiente de los Chicago  boys- la difícil senda del emprendimiento editorial.
                        Invisible,  viendo caer la nieve, sugerente y acertado título por  cierto, es una novela que aporta a la historiografía literaria de Chile,  específicamente a uno de sus momentos más y difíciles y claves: aquel que va  desde los turbulentos finales de los años 60 –el caldero donde cocinan las  ansias de un cambio radical de la sociedad- el triunfo de la Unidad Popular y  los largos y siniestros  años  de dictadura,  hasta  situarse en momentos posteriores al retorno de la democracia. 
           Hay  quienes dirán -desde el prejuicio ciego o por mero interés ideológico- “he aquí  otro libro más sobre esta historia vieja, pasada, añeja que debiéramos olvidar  para seguir avanzando al desarrollo”. O algo similar. He escuchado decir esta  necedad demasiadas veces, y todavía sigo oyéndola, por desgracia. 
           Otros  aplaudiremos sin reservas este aporte de Alejandra Basualto, pues viene a  sumarse a un conjunto de visiones –en mi opinión todavía escaso- sobre este  periodo de nuestra historia. Falta mucho por escribir, leer y reflexionar. En  Alemania o España el arte vuelve una y otra vez, sin pausa,  a hacerse preguntas  fundamentales sobre los traumas experimentados en la primera mitad del siglo pasado,  en esas terribles guerras de exterminio.
            No vamos a aprender  de nuestra historia sepultándola en el olvido. Los ogros y los monstruos siguen  allí, al acecho, esperando una nueva oportunidad, camuflados, y no vacilarán a  la hora de esgrimir sus cuchillos cuando lo estimen necesario. 
           Pero  la historiografía literaria es distinta a la historia. Podemos pensar que la  literatura –en su compleja y tirante relación con la realidad- le es muy fiel  en un sentido más profundo que lo meramente circunstancial. Es decir, hay más  verdades en la novela que en la historia, por decirlo de manera aventurada. Hoy  muchos historiadores consideran a la literatura como una fuente primaria de  información valiosísima, y promueven la lectura de textos de ficción para  estudiar la realidad con más hondura. 
           Este  justamente es el caso de la novela Invisible, viendo caer la nieve. En  sus páginas encontramos una interesante visión –real y ficcional al mismo  tiempo, en la línea planteada- que muestra el periodo histórico referido, resaltando  los efectos de la grave fractura social causada por el horror de la dictadura.  Las graves consecuencias de la supresión del estado democrático, añadidas a los  cambios estructurales aplicados a la administración  y  rol del estado, así como a la organización económica para imponer un esquema  liberal a ultranza, han dejado una impronta imborrable en nuestra historia y en  el país todo, y un estado de cosas difíciles de modificar –una suerte de trampa  sistémica muy imbricada- fuertemente asentada en la constitución, la  organización del estado, el poder económico y comunicacional, y nuestra anémica  democracia. 
           A  propósito de estos planteamientos, me viene a la memoria la ocasión en que mis  hijos –alrededor de los diez años- me escucharon afirmar en una conferencia que  el hecho más importante de mi vida –aquel que la marcaba de manera indeleble-  era el golpe militar. Terminado el evento, me increparon severamente; a ellos  les parecía mejor respuesta que lo más importante en mi vida había sido su  alumbramiento. Después tuve que dar tortuosas explicaciones y compensarlos por  este desaguisado, pero aquello me dio bastante que pensar. No renegué de mi  afirmación, pero tuve que justificarla y narrarles lo que nos correspondió  vivir. Las consecuencias de un hecho tan grave y tan sostenido en el tiempo  –casi dos décadas- ameritan una declaración como esta. Creo que logré convencer  a  mis  hijos. Por cierto que se requieren muchos libros como el de Alejandra Basualto.
                      Invisible,  viendo caer la nieve actúa como un caleidoscopio que integra  vidas y visiones fragmentarias, sumándolas dentro de un sistema mayor que  representa un grupo de personas que sufren las consecuencias de la persecución,  la represión y el exilio, o bien que pretenden ignorar esta realidad o  justificarla. De este modo se produce una transversalidad en esta mirada a  nuestra historia reciente, aunque no se trate de una observación neutral, ni  mucho menos. 
           La  novela no recae en pormenores ni históricos ni ideológicos, que podrían darle un  carácter denso y de difícil lectura, sino que aborda su tema desde la  vida  misma de sus personajes, un conjunto heterogéneo de mujeres y hombres, con  variadas ocupaciones, orígenes y posiciones sociales. No obstante, en la trama  priman personas vinculadas al quehacer teatral, que son justamente quienes  sufren los rigores más extremos de la represión. 
           También  aparecen personajes que, debido a su origen, tradición y posición social,  buscan distanciarse de quienes han sido marcados con el sello de la persecución.  Este distanciamiento –fiel reflejo de la realidad vivida en aquellos años  oscuros- se manifiesta en la  indiferencia  y  temor de los personajes que prefieren ignorar el terror que se manifiesta ante  sus propios ojos.
            Invisible, viendo  caer la nievecorresponde a la metáfora exacta de  quienes –para salvar sus vidas mediante la condena al extrañamiento- fueron  trasplantados a sitios geográficos no solo distantes, sino que con culturas muy  diferentes a la de Chile. En las calles cae la nieve que los exiliados chilenos  observan, aunque nadie los vea a ellos. Están condenados a no ser vistos en una  sociedad de la que jamás llegan a formar parte de verdad, entrampados en el  eterno sueño del regreso a la patria, y al mismo tiempo no integrados a aquella  sociedad tan  diferente, aunque sea la que los acogió para salvarlos. 
           En  la trama de nuestra novela se entrecruzan amores fracasados o imposibles, no  correspondidos, sueños irrealizables, abandonos y dolores indecibles, amistades  indestructibles, así como amor y lealtad en sus formas más sublimes. Un retrato  hondamente humano de estos momentos tremendos cuya presencia continúa  manifestándose a través de sus concretos efectos en nuestra sociedad. Y junto  con ello, la esperanza de que vaya imponiéndose la verdad histórica más allá de  los intereses y los prejuicios, pues allí está clave de la superación y el  desarrollo auténtico al que Chile debiera aspirar. 
           Esta  novela que suma un notable hito a la trayectoria  de  una escritora que ha destacado por su oficio, su  constancia y su dedicación a la literatura.