De la lava memoriosa
Impresiones del libro CHILE, Angela Barraza Risso
Enrique Bacci
- -- -- -- -- -- -- --
Rojo, picante__
Quién labra la historia de un país? Sus fechas tristeando como el buey que monta en cólera y nos redime de ser parte de estos continentes expoliados, cobrizos y caídos al mar? Sus banderas dobladas, malolientes, croquis de cuánto futuro quedó resollando? El vientre monumental del tiempo? el designio verdinoso de la memoria que trampea y aliviana, hoy por hoy, aquello en que hemos crecido y muerto? “le faltaban mechones de pelo, de ese pelo café claro que le llegaba…” En la tapa de Chile está el color de ese mechón, rojo, azul, zurita; país latente, pendiente en las atentísimas orejas de Angela Barraza Risso, en su manera el dicho grial del afecto por su tierra. En sus textos la claridad narrativa y poética, más allá de toda elucubración expresiva. Adverbial, urgida, madre de toda la luz y la palabra que se precisa para contarle a un país qué ha sido. Cuántas pertenencias ha dejado en el lastre de las olas, lejos de ser pacíficas, cantando en cada marea el desgarro de sus nombres.“El color de Chile huele a silencio…” dice Angela en Maluje, y dice bien, pues su Chile tiene mucho de silencio cósmico y cordillerano. Más tiene este Chile eso y de lo otro, de esto que miramos como mojón en el diario acontecer, que parece no darse cuenta de los olores de Amanda y de Manuel, de los ángeles que preguntan en Angela: “y qué pasa si es que Dios no existe y ninguno es castigado?”.
Hasta hace solo un minuto_
Apenas conocí el libro Chile supe que una única voz podría leer estos textos, directos como una patada en los huevos de todo dictador y de toda serpiente. Se lo dije a su autora en medio de la noche en la que Santiago solo hablaba de derrotas. Se lo dije y le pedí que la dueña de esa voz, ella mismita, me leyera parte del libro. Sentados en una escalera de la cordillera Angela Barraza Risso leyó parte de su Chile. Se lo leyó a sus hijos, y a los hijos de sus hijos. Recitó y tragó saliva, lloró, parió, murió y nació para su Arturo, Zurita y los mineros de Piñera; para mí, escucha rioplatense, que calló una vez más la certeza donde la realidad se nos muestra como un afiche viejo, donde apenas podemos “hacernos una vaga impresión de cómo fueron las cosas”. Pero está Chile, carajo, este libro que enrojece la bandera y dice las estrellas que nos miran como si fueran palabras, esperando.
Las Toscas, noviembre, a punto de llover.