"Las falsas actitudes del agua" de Andrea Cabel
El tiempo de la reconstrucción
Por Enrique Planas
El Comercio. Martes 28 de agosto 2007
El desgarro amoroso, el dolor y la soledad laten e iluminan el lúcido y descarnado poemario de la joven poeta limeña Andrea Cabel
Como los mejores libros de poesía, "Las falsas actitudes del agua" nació de una ruptura amorosa. La joven poeta Andrea Cabel (Lima, 1982) define su libro como un conjunto de desencuentros y luchas, un intento por lograr algo llamado dignidad. "Este poemario era un intento por reconstruirme y reconstruir lo que había detrás de mí. Y para volver a nacer, como lo hace el agua", explica con cierto lirismo Andrea, quien con este poemario mereció el año pasado el premio del concurso Esquina de Papel y que ahora reedita con el sello Taquicardia, tras una cuidada revisión y textos nuevos.
- Siempre me he preguntado cuándo un poeta siente que su libro está completo...
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No siento que sea completo. De hecho, creo que la gracia de escribir poesía es sentir que nunca estará terminado, que nunca lo has dicho todo. Un libro es simplemente lo más cercano a lo que quisiste decir. Cuando leí la primera edición de mi libro, me preguntaba cómo se me pudo pasar tantos errores, cómo no lo corregí, cómo pude caer en todo lo que me enseñaron que no debía hacerse. Cómo podía redundar tanto, o excederme en el coloquialismo y la retórica. Y, sin embargo, el libro me gustó por los mismos errores. Lo hacían auténtico, mío. Con esta segunda edición sucede lo mismo. Te puedo decir todos los errores que tiene a pesar de los esfuerzos que he hecho intentando corregirlos.
- Hay poemarios que profundizan más en las ideas y otros en las atmósferas. "Las falsas actitudes del agua" se encuentra en este segundo grupo, nos traslada a un espacio de luces tenues. O como citas a Lewis Carrol en el epígrafe: "Y trató de imaginar cómo se vería la luz de una vela cuando está apagada...".
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Mi poemario está lleno de luz. La puedes encontrar incluso en los poemas más difíciles y personales. La luz es un elemento muy importante para mí. No es un color, es una forma de energía. Como el agua, la luz siempre se convierte en otra cosa. La luz me parece mágica. Le da a la noche más sentidos. Es también poesía, porque transforma una manera de ver las cosas, de reencontrarte con los momentos. Por eso utilizo la luz como palabra en el verso, y también como imagen y como espacio.
- Y, sin embargo, Carlos Germán Belli ha destacado en tu libro la oscuridad de tu estilo, el cómo oscureces ciertas áreas del poema para hacerlo más misterioso.
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Creo que lo que Carlos Germán se refiere al hablar de la oscuridad de los versos no es que no haya claridad en ellos, sino que siempre es difícil acercarse a cualquier poética. Siempre resulta algo subjetivo, personal, individual. Una poética es un universo.
Un poemario como necesidad de reconstrucción, y la necesidad de la luz en ese proceso. Es curioso descubrir los símiles entre el dolor de la escritura poética y uno más real, como una tragedia que acabamos de vivir.
Jesús Cabel, mi padre, vive en Ica desde hace 24 años. Él trabaja allí y era director del INC hasta hace poco. Su vida es Ica. Después del terremoto, mi primer arranque fue ir a buscarlo, pero finalmente pude hablar con él. Justamente me hablaba de eso: cómo hay vida debajo de la tierra, cómo los muertos estaban en las plazas, cómo toda la ciudad parecía, de pronto, la Comala de Rulfo. Me contaba cómo su casa seguía en pie, aunque destrozada por dentro. Supongo que esa fue una analogía para decirme que él también seguía en pie, pero destrozado por dentro.
- Tienes una especialización en literatura medieval por la Universidad de Burgos (España). ¿Este conocimiento ha servido para tu trabajo en poesía?
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Muchísimo. Yo presenté un proyecto para estudiar en Burgos. No es la ciudad más divertida del país, pero para lo que yo quería era lo máximo. Conocí la casa del Cid, pueblos medievales, las tradiciones de la gente. Llevé muchos cursos sobre imaginario de la Edad Media, y me he enamorado de todo eso. De su manera de concebir el tiempo, de entender la guerra, el honor o el amor, cosas que ahora nadie entendería, pero para mí es algo de lo que no puedo desenchufarme.