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"Animales domésticos", Alejandra Costamagna. Mondadori, 2011

Maullidos, ladridos, aullidos

Por Camilo Marks
24 de abril de 2011, Revista de Libros, diario El Mercurio.

 

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Animales domésticos (Mondadori, 2011, 143 páginas), cuarto volumen de cuentos de Alejandra Costamagna, la confirma como una de las narradoras chilenas más aplomadas y entusiastas de la actualidad. En estos once relatos, presididos por un encanto impertinente, una prosa que se balancea en los matices imprecisos de la perturbación mental y la cordura, una curiosidad innata, se hace honor al título del libro y desfilan toda clase de mascotas que acompañan la cotidianidad: gatos, perros, loros, gallinas, tortugas... Sin embargo, Costamagna o sus desorientados personajes, prefieren claramente a los mininos. Si Victor Hugo dijo que Dios había creado al gato para que el hombre pudiera acariciar al tigre, nuestra autora está lejos de compartir esa tesis: "Era una bola de pelos naranjos del tamaño de una pantufla, que abría un hocico pedigüeño, pero no emitía sonidos". Todos los felinos de Animales... han sido recogidos en la calle, la mayoría parecen ser hijos sustitutos, muchos son desvalidos o están enfermos.

Pero los mejores episodios de la antología tienen poco que ver con micifuces, canes o aves cantoras. "Yo, Claudio", que abre la colección, explora, en pocas páginas, el extraño romance entre Claudio, un asistente de dentista que "ayudaba con muchísimo afán a sacar muelas, poner tapaduras, hacer puentes, limpiar bocas que mejor ni se abrieran", y Claudia, boletera de cine, obsesionada con películas de ciencia ficción, muy renuente a los avances del galán. En la súbita revelación de una personalidad sin raíces, nos enteramos de que la muchacha está buscando a su madre, en uno de los escenarios preferidos por Costamagna. Dichos escenarios son los hospitales y en "Imposible salir de la tierra", Julieta y Raquel, dos hermanas que viven juntas, cuya madre se ha suicidado, se debaten ante la inminente operación de cáncer que sufrirá la primera, con escasas posibilidades de éxito y una supervivencia lamentable. Julieta decide anticiparse, terminar con el estado de catalepsia en que ambas viven, poner punto final a los diálogos que ocultan la verdad de fondo; aun así, en los numerosos pisos, pasillos, puertas sin salida, pabellones de la clínica donde está internada, resulta imposible llevar a cabo su determinación y el burocrático final es una absurda coda que demuestra la futilidad de los grandes propósitos. "Pelos", en cuatro páginas, narra la inaudita peripecia de Sandra, depiladora que usa cera caliente, cuando un buen día llega una particular clienta: "Un oso era lo que tenía al frente; no era una mujer esa mata velluda".

"La epidemia de Traiguén" es la pieza más lograda del ejemplar, una de las mejores narraciones breves de Costamagna y merece un párrafo aparte. Si bien ya había aparecido en la excelente biblioteca virtual "Libros de mentira", leerla en formato tradicional, tal vez por la calma que representa el papel impreso, tal vez porque todavía no nos acostumbramos a las nuevas tecnologías, constituye un verdadero descubrimiento. La trama, descabellada, insólita, chocante, descansa en una historia de amor desquiciada que transcurre en una oficina, un motel de Santiago y una localidad del archipiélago japonés. "La muchacha, dicen, es muy pero muy loca. Se llama Victoria Melis y ha llegado a Japón como llegan los desaconsejados, los que andan un poco perdidos: siguiendo a un hombre. Él, Santiago Bueno, es oriundo de Traiguén y está en Kamakura por negocios. Es experto en pollos y lo que hace en Kamakura es persuadir a su cartera de clientes para que compren pollos de altísima calidad". El comienzo apenas insinúa lo que viene a continuación, porque Victoria no sólo está perdidamente enamorada de Bueno, no sólo lo persigue, no sólo se niega a aceptar la ruptura, sino que vuela al otro extremo del mundo para encontrarlo, sin tener la más remota idea del idioma o la forma de darse a entender. Elsa Aránguiz, argentina varada en esa remota ciudad, la contrata para cuidar a su niño y tener alguien con quien hablar en español. En adelante, los acontecimientos se precipitan en intensidad, en incoherentes casualidades, en locura.

El resto de las narraciones de Animales... discurre en torno a maullidos, ladridos, aullidos y toda clase de manifestaciones mediante las cuales los humanos nos relacionamos con estos inseparables compañeros de vida. A veces hay pasajes desafortunados -adjetivaciones rebuscadas, comparaciones tiradas de las mechas- aun cuando, en conjunto, este conciso tomo es una destacada selección de relatos breves.


 

 

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Maullidos, ladridos, aullidos.
"Animales domésticos", Alejandra Costamagna. Mondadori, 2011.
Por Camilo Marks.
24 de abril de 2011, Revista de Libros, diario El Mercurio.