Proyecto
Patrimonio - 2006 | index | Adolfo
Couve | Autores |
Infancia
artificial: Alamiro, de Adolfo Couve
Por
Macarena Valenzuela
Revista Grifo n°6
www.revistagrifo.cl
El
breve relato o poema Alamiro,
de Adolfo Couve, es el germen de una concepción estética que el
autor irá desarrollando a lo largo de su obra. Publicado en 1965, el libro
consiste en una serie de cuadros, de escenas de la infancia, hiladas por una voz
adulta que recuerda pero no interviene en la representación, más
bien intenta "borrarse", como decía Flaubert. La voz que habla
se baña en el niño recordado, se vuelve ambigua, neutra,
espectral. Alamiro, si acaso éste es el nombre de la voz del hombre-niño,
es un fantasma que recrea su infancia también fantasma.
*
"¿Es
luz, corredor o lugar?", pregunta la voz del poema-cuento sin una respuesta
precisa.
Alamiro es luz: saca de la sombra al pasado como en un
claroscuro;
Alamiro es corredor, pasillo, por el que la voz corre hacia
el pasado o desde el pasado hacia el presente, trayendo la imagen fresca del olvido;
Alamiro
es lugar: es el pasado recreado. La luz y el corredor son los medios de acceso
a ese lugar.
Alamiro sustituye un tiempo que no puede ser reconstituido
idénticamente, sino
sólo a partir de un trabajo mnemotécnico, traduciendo las impresiones
que ha dejado el tiempo ido, sustituyéndolo. Alamiro es, como decía
Baudelaire, un convaleciente, un niño o más bien un hombre
que recupera la ensoñación. Alamiro reproduce una infancia
artificial. La artificialidad como un juego que efectúa la voz de quien
recuerda, desplazándose por la memoria. El corredor es doble: hacia la
oscuridad del pasado, hacia la luz que saca de las sombras; es en este doble trayecto
donde el hombre y el niño recordado se funden.
**
Adolfo
Couve intenta que la literatura proceda como la pintura: deteniéndose en
la forma del objeto en cuestión. De ahí provienen las imágenes
que constituyen la obra, sólo posibles a partir de una esmerada síntesis.
De la presencia de la imagen en Alamiro, es posible referirse al concepto
de écfrasis, que se utiliza para aludir a la representación verbal
que hace el poema de una representación visual; el problema radica en cómo
la representación verbal, que goza de movimiento temporal, logre la inmediatez
de la imagen que se percibe sensorialmente: "incapacidad de las palabras
de reunirse en un instante", como dice Murria Krieger. La écfrasis
intenta representar lo inmediato de la imagen sin la necesidad de la referencia
visual: en eso reside la efectividad de un poema ecfrástico.
Burchard,
un texto publicado por Couve apenas un año después que Alamiro,
puede ser comprendido como una especie de poema ecfrástico, en la medida
en que cada fragmento poético que compone dicho libro remite a diversas
pinturas de Pablo Burchard seleccionadas por el propio Couve. En el caso de Alamiro,
la écfrasis no es enteramente aplicable, porque sus fragmentos no tienen
un referente pictórico como en el poema ecfrástico, sino que alude
a imágenes de un pasado que se vuelve presente en la medida en que esas
imágenes son recuperadas. Sin embargo, la infancia recordada, las imágenes
que componen el pasado, funcionan como el referente visual que permite la creación
de Alamiro: reproducción transfigurada de la realidad. Al igual
que la ilusión creada por el poema ecfrástico, al intentar reproducir
su referente pictórico, la infancia recreada se vuelve también una
ilusión, pues se trata de percibir una imagen ya no real en el presente
de la voz, sino transfigurada, artificial.
Aunque esta obra no responda
necesariamente a la definición de écfrasis, resulta interesante
el modo en que el lenguaje debe resolver el problema de la representación
visual. ¿Cómo Couve se enfrenta a este problema? Básicamente
ateniéndose a la síntesis y a un trabajo depurado del lenguaje que
permite la expresión de la imagen -nunca inmediata, pero sí posible
gracias al lector-. Lenguaje depurado que actúa como un foco de luz sobre
esas escenas que son rescatadas de la sombra.
***
Es
imposible no preguntarse si existe alguna relación entre las imágenes
literarias de Couve y su pintura. Sus cuadros, trabajados a partir de la espontaneidad
de la mancha, dejan la sensación de que la mirada del pintor se encuentra
ante un vidrio empañado: vemos colores tratados por la luz y figuras que
podrían fundirse con el fondo, que se esfuman como si el tiempo estuviese
pasando sobre ellas a la vez que el pintor las detiene. En Alamiro ese
empañamiento no existe del todo: el tiempo pasa pero ya no en la esfumación,
sino en el movimiento que otorga el lenguaje. Así, es posible encontrar
fragmentos que representan una imagen casi inmediata (de no ser porque el lenguaje
no pinta) que adquiere movimiento fílmico: "Yo niño, niño,
que pedalea una bicicleta grande
de mujer por una calle oscura sobre el puente. Pongo los pedales a nivel en la
pendiente y contra el viento voy tocando la campanilla. Entro en la quinta con
gran velocidad, una ampolleta en el parrón, otra ampolleta en el parrón,
uvas en el suelo."
Si comparamos su pintura con su literatura prevalece
una vaga sensación de unidad, de atmósfera en común, intimista
quizás. Más allá de los medios que utilicen la literatura
y la pintura para representar, en ambos casos las imágenes han sido realizadas
por una misma paleta de color. Un ejemplo de ello es el cuadro Jardín
a través de una ventana comparado con esta imagen de Alamiro:
"Llueve contra la ventana de mi pieza. Tu jardín y tu calle están
mojados. Es el primer plano el que hiere mi corazón; el vidrio golpeado
por el agua."
Couve llega a la literatura porque cree poder realizar
en ella un trabajo de la forma que no lograba en su pintura; en este sentido,
efectivamente es un buen "dibujante literario". Si ciertas imágenes
literarias fueran "pintadas", probablemente dominaría el dibujo
por sobre la mancha. Esto, claro, porque los fragmentos de Alamiro asemejan
fotografías -una imagen proyectada por el lenguaje ¿logra un efecto
similar al de la mancha en pintura? La mancha se parece a la fotografía
sólo en su espontaneidad, como la síntesis, luz que permite la representación
de la escena en los fragmentos de esta obra-ilumina el pasado, lo trae al presente-,
la imagen captada en la fotografía, es posible por la luz que fija en la
película los cuerpos en los cuales se refleja: Alamiro como una
película activada por la luz.
La fotografía es un desprendimiento
de la realidad, un pedazo que adquiere vida propia, independiente del tiempo y
la vida. Cada fragmento de Alamiro es esa fotografía desprendida
del pasado que intenta adquirir autonomía -ahí radica su artificialidad-,
ya sea en cada fragmento como en la suma de estos: Alamiro como un fotograma.
****
"Los epílogos", de Alamiro:
"Se sucederán inviernos ¿Qué puede aquel que navega
en el alba y sueña con la noche? Aquí vengo a liquidar imágenes."
Alamiro como liquidación de imágenes de la infancia, como
creación de una infancia artificial. Alamiro como collage.
"Los
epílogos" aparecen como una refragmentación caótica
de la infancia. La secuencia temporal de la obra se pierde por efecto de la liquidación
de imágenes. La infancia retratada desaparece respondiendo al epígrafe
de "Los epílogos": "Salí tras ti, clamando, y
eras ido". Como si el tiempo tratase de borrar incluso la recreación
del pasado. Alamiro como alguien que navega en el alba, en la infancia, mientras
se suceden los inviernos de quien lo recuerda.
16 de septiembre
de 2006