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Un comentario sobre el poemario «Toque de queda» de Alfonso Calderón

Por Naín Nómez


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El título del libro nos sitúa en una época vergonzosa donde escribir sobre lo que pasaba ya era un delito y donde publicar acerca de la realidad cotidiana que vivíamos todos los chilenos, era no sólo peligroso, sino también una posibilidad de desaparición o muerte. En ese sentido, este libro lo que muestra es un estado de cosas, un temple de ánimo, donde a través de la ironía del lenguaje poético, se quiere dar cuenta de lo que se vivía en esos tiempos, en que la vida de cada persona valía muy poco. Si bien, el estilo de estos poemas sigue el ritmo, la templanza, la manera de escribir de Alfonso, siempre sintética, depurando el lenguaje y expresando lo máximo con lo mínimo, ese   estilo, es también una forma de decir, que de algún modo suprime lo superfluo, para intentar dar voz a esa imposibilidad amordazada, que fue la falta de libertad de ese tiempo oscuro y grisáceo que se vivió a fines de los años setenta del siglo pasado.

El libro está compuesto por al menos dos formas de poemas consideradas desde el punto de vista de su extensión: algunos son más breves (4 o 5 versos) y otros tienen una mayor cantidad de versos, pero siempre dentro de ciertos límites que no sobrepasan la página (el último poema, el más extenso tiene 19 versos). Con respecto a los significados están focalizados en una crítica irónica a la dictadura chilena y su represión, la ridiculización de sus bandos y sus edictos, a partir de una intertextualidad que recurre a la historia y al mundo de la cultura. El “toque de queda” es el paraguas que articula los textos como realidad y símbolo de la vida del país para todos los ciudadanos que padecieron los efectos del Golpe. En general se trata de poemas de denuncia, escritos bajo el signo de lo “visto y lo vivido”, cuya brevedad no revela el apresuramiento de solo expresar los sentimientos del instante, sino que su escritura está realizada con oficio reflexivo y donde reverberan las sugerencias paródicas y una ironía que sutilmente desemboca en un remate, una especie de golpe de efecto que permanece en el lector más allá de la lectura. En ellos se desliza un temple de ánimo interior desde donde –más allá de la sonrisa- emerge la angustia, el desánimo, el temor, la soledad, la tristeza y una opresión que se mantiene.

En los textos más sintéticos, que tienen una amplia tradición en la poesía occidental (desde el Rubaiyat de Omar Kayyan, pasando por las greguerías de Gómez de la Serna, la antipoesía de Parra, los poemínimos de Efraín Huerta, los epigramas latinos, el pensamiento o el aforismo entre otros) y también chilena (Barquero, Hahn, Lara, Silva Acevedo, Millán, Basualto, Calderón, entre otros y otras), lo fundamental es la finalización del poema y su relación esencial y circular con el título. Por ejemplo en “Adán”: “Llegas siempre/con retraso./ ya está todo/ prohibido…”, donde en 4 versos de arte menor se da cuenta de la situación del país recurriendo irónicamente a la figura bíblica de Adán y su rebelión en el paraíso. Otro texto que ahora recurre a la forma literaria del “discurso fúnebre”, como lo señala el título,  da cuenta en 4 versos de una situación límite. Dice el poema: “'Cuestión de disciplina' /murmuró dejando caer/ los primeros terrones/ sobre el ataúd…”, donde la figura principal del poema es un soldado anónimo que entierra a alguien también anónimo en un contexto ambiguo pero que no deja dudas al lector. Un tercer ejemplo lo da el texto “Informe”, que alude al poema VI de la sección “Batallas de España” de España. Aparta de mí este cáliz de César Vallejo, donde se alude a Pedro Rojas, miliciano muerto en el campo de batalla. El poema de Calderón, indica: “Debajo de la firma/ Pedro Rojas/ no se lee 'vive'/ sino/ 'sobreviviré'”,  intertexto que ironiza sobre la situación cotidiana del Chile de Pinochet.  

En los poemas más extensos, que proliferan hacia el final de la obra, prevalece la figura del poeta-testigo que establece una mirada sobre el momento a partir de una sensación, un sentimiento, una imagen, un estado de ánimo. Se utilizan las formas de la enumeración, la oración subordinada y a veces la imprecación apostrófica, que incluye la ridiculización y la burla, predominando el uso de la oralidad por sobre las representaciones más narrativas. Las significaciones enumerativas muestran aquí más directamente las secuelas de la represión dictatorial. Cito el poema “Palabra”: “La mariposa nocturna veletea/ y el ojo memora un viejo cuento. / Oigo de nuevo la sirena eterna/ en mitad de la noche oscura/ y pienso en la tijera de podar/ el alicates, el cauterio/ la máscara, el estremecimiento/ del hijo eléctrico, las uñas/ y el frío atroz de la camilla./ Es el terror, crece la muerte/ Y ellos escriben con sangre/ La palabra ORDEN”.

Finalmente agregar que en esta publicación se incluyen dos textos originales de Toque de queda escritos a máquina por su autor, uno breve y uno extenso, insertos al comienzo y al final de la obra. El primero se titula “Patria”  y dice: “La Patria/ ya no tiene/ cumpleaños/ sino obituarios” aludiendo a los libros donde se anotan los muertos. El último poema del libro, se llama “Malaventuranza”, una parodia de la Buenaventuranza deseada a los muertos ilustres o reconocidos, que se desarrolla como una larga pregunta, un exorcismo para decretar la execrable futura muerte del dictador. En sus párrafos centrales se le apostrofa y conmina: ¿En qué sepulcro de mármol/ has un día de caber tú,/ Augusto, Santo, Anciano,/ Prócer, Magno, Cortés/ Insigne, Victorioso, etc….” Hasta llegar al final del poema en una creciente degradación que culmina con los versos: “Cacafuego, Señor del Hambre/ y la Necesidad, Arúspice,/ Bellaco, Forjador de las Cadenas,/ gusano y polvo/ de todas las generaciones?”. 
 
Poesía denunciatoria, poesía de combate, poesía que se une a las otras voces que dieron cuenta de esos días aciagos. Más vale tarde que nunca, Alfonso Calderón en el recuerdo, la nostalgia y otros momentos en que también tuvimos felicidad.

 

 




Presentación en Festival de autores en el cultural de Las Condes.
Naín Nómez leyó una nota sobre "Toque de queda", y Adriana Valdés habló sobre "El miedo de olvidar".

 

 



 

 





 

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