Martín Adán (nombre de pluma de Rafael de la Fuente) es uno de nuestros grandes poetas vanguardistas. Vivió más de ochenta años y su obra aún sigue vigente. Aunque Martín Adán, más allá (o más acá) de su presencia en la literatura peruana, fue sobre todo un mito de polendas entre la muchachada de mi generación. Casi diría, sin exageraciones, un objeto de culto. Fue a comienzos de los años sesenta.
La imagen del poeta se nos entreveraba con la de un señorón embutido en un sucio gabán y siempre con sombrero. Había nacido en cuna de oro y, sin embargo, abandonó todos sus pergaminos para entregarse a la bohemia más desenfrenada (al menos eso se decía). Alojado en un hotelucho del Centro de Lima, emprendía sus largos recorridos por fondas y cantinas de la peor estofa. Era un alcohólico de marca mayor (y no un borracho a secas) que, cada cierto tiempo, pasaba temporadas de abstinencia en el manicomio Larco Herrera.
Todos los jóvenes letrados de la época soñaban con topárselo en la calle. Tras los pasos del mítico poeta, pasábamos revista mañana, tarde y noche, a las chinganas y bares del Cercado. Y más de un fantasioso se inventó algún fortuito encuentro. Hasta que un día me lo encontré bebiendo en el Cordano. Allí estaba, santón desaliñado. Igual a su leyenda. Asustado y audaz, al mismo tiempo, abordé al caballero. Yo tenía dieciocho años y acababa de publicar mi primer poemario. Está de más decir que, en esos días, andaba convencido de que toda la ciudad leía con delirio mis poemas. Entonces fue la mía. Y luego de un par de capitanes, en un arrebato de cándida soberbia, le pregunté (pensando, por supuesto, en mi persona) quien era el poeta joven más importante del Perú. Martín Adán, mirándome de soslayo y socarrón me respondió "¿Poeta joven? El mejor poeta joven que conozco, sigo siendo yo".
(Han pasado cuarenta años. Hace poco los estudiantes de San Marcos me invitaron a dar un recital de poesía, explicándome que en la mesa estaría algún poeta joven escoltando al poeta mayor. Yo quise, entonces, repetir una antigua ironía y pregunté ¿quién va a ser el poeta mayor? Los jóvenes me miraron como a un loco y, sin inmutarse, pasaron a otro tema).
Canto a Martín Adán
Antonio Cisneros
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I
Martín
siento tu hermosa fuerza amiga
en las esquinas
y las rosas del mar
en tu silencio
He sumergido sueño y crepúsculo
en apagados muros y ciudades
he creado la noche
solo de piedras en tus manos
Arden los puentes
la sombra de tu voz
II
Nada llega
hasta mi sangre
Solo tu canto
cielo muerto de torres
en la playa
solo tu canto
racimo en la tierra
y los metales
solo tu canto
río de aves
quebrándose en la tarde
Tu canto y las flores
de todas las orillas
tu canto y los días
del viento
y las sonrisas
tu canto rompiendo
en mi alegría
III
Martín
siempre en el mar
he sido para ti
un niño amargo
Ahora
debo recoger la noche
dulcemente ajena en tu mirada
y en el eterno libro
de tu canto.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Martín Adán y yo
Por Antonio Cisneros
Publicado en EL COMERCIO, 15 de febrero de 2003