Cruce de Peatones: las crónicas en voz baja de una reportera
con ojos de escritora
Patricio Jara
La Tercera, Sábado 28 de abril de 2012
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No hay prólogo ni discurso de bienvenida, salvo la fecha de referencia, que señalicen este Cruce de peatones, el nuevo libro de Alejandra Costamagna. Periodismo a capela podría llamarse. Tan simple como eso en el empeño de rescatar parte del material periodístico que la autora ha publicado desde 1999. Y si bien su firma está presente desde antes en los medios nacionales, de todos modos se trata de un volumen que muestra con claridad la fibra de su trabajo.
Evidentemente que la autora (1970) aún es joven para presentar este libro como su “obra periodística” y asignarle, por lo tanto, la connotación que logran los mamotretos con el material de toda una vida. Sin embargo, los 25 textos que lo componen, divididos en crónicas, entrevistas y perfiles, reflejan su estilo y su vocación de reportera freelance, aquella con la necesaria cuota de libertad y riesgo que conlleva salir a la calle a cazar historias. Alejandra Costamagna trabaja con rigor y pulcritud, pero nunca deja de tener conciencia del frágil terreno que habitan todos los que prefieren el estado salvaje.
“A los 25 años era periodista, tenía un conejo que vivía adentro de la casa, una abuela argentina y ganas de ser freelance. 
Trabajaba en la sección Economía y Negocios de un diario local, pero no me convencían del todo ni el periodismo ni la economía”, escribe en uno de los textos que abren el libro. “Yo quería mandarme sola: no tener jefes, horarios ni oficina; olvidarme de las cifras y las siglas”.
Si bien Alejandra Costamagna ha publicado cuatro novelas y cuatro libros de cuentos , el rescate de sus reportajes más extensos deja claro que ella hacía crónicas desde mucho tiempo antes que el género lograra el glamour pretencioso que ostenta hoy. Aunque ella llama “crónicas” a sus textos más breves y personales, en los que junto con contar la realidad se involucra para mirar y, sobre todo, para hablar de otros a partir de pequeñas acciones, de movimientos casi imperceptibles.
Tal es el caso de Lecciones, el recuerdo de su primera clase de periodismo con Guillermo Blanco y la experiencia del reporteo inaugural. “Que salgan a la calle, pide Blanco. Que escuchen, que miren, que escriban. Y al principio creemos que estamos capeando clases y salimos y lo miramos y lo escuchamos todo”.
Cruce de peatones contiene también otra clase de textos, más extensos e intensos, como perfiles a personajes singulares de nuestra historia, entre ellos, la cantinera Irene Morales, joven chilena que, como tantas otras, se sumó a las tropas que combatieron en la Guerra del Pacífico. O bien, la verdadera historia del corredor Manuel Plaza, un texto que fue de lo mejor de la antología Dios es chileno (Planeta, 2007).
Mención aparte para la sección de entrevistas, que abre con Roberto Bolaño tras publicar Los detectives salvajes. Realizada en su primera visita al país desde 1974, llama la atención lo templado de sus respuestas. Naturalmente, era Bolaño antes de Bolaño, cuando aún no gastaba tantas energías en criticar a sus colegas nacionales. “¿Por qué te demoraste tanto en publicar en Chile?”, pregunta y la respuesta del escritor ayuda a entender por qué hasta hoy tanta gente, junto con alabarlo, parece que le pide perdón de rodillas. Ese es, finalmente, uno de los méritos del libro: textos pequeños que dicen mucho.
