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Agujas de Reloj
En "Había una vez un pájaro", Editorial Cuneta, 2015
Por Alejandra Costamagna
Publicado en http://www.australtemuco.cl/ 25 de mayo 2016
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Una madre es un retrato en el muro de una casa; un primer plano de familia feliz. Una madre es un reloj, dice un padre. No saben lo perniciosamente hermoso que es un padre. Hoy llevará a una hija al puerto. Será una Navidad distinta. Caminarán por el muelle hasta la plazuela Aduana y no les importará que la brisa enfríe sus huesos. A lo lejos verán el resplandor de los incendios y es probable que hasta el mismo fuego les cause risa. Cuando una hija le pida que cenen en un bar de marineros un padre le explicará que eso, un bar de marineros, ya no existe. Que un marinero ya no existe. Al principio sus palabras sonarán a mentira, pero luego una hija apagará todos los recelos y se entregará a embustes, chismes, macanas, cuentos porque solo será una hija de un padre. Juntos caminarán por los laberintos del puerto. Se verán despreocupados, impuntuales, sin agujas de reloj. Habrá guirnaldas colgando del alumbrado y letreros que anunciarán una pascua feliz para todos. Antes de medianoche entrarán a un bar de paredes verdes, cubiertas de hollín, y suelo de madera. Será una especie de galpón gigante. No habrá señales de marineros, pero la bruma se colará por la escotilla y traerá los ecos del último naufragio. Al fondo una hija distinguirá un pino con paquetes de regalo. Esto parecerá mentira. Sentados en la barra, frente al espejo empañado que forrará el muro de una esquina a otra, pedirán dos copas de champaña al cantinero. Estarán solos: eso y nada más será la felicidad. Un padre hará rodar entre sus dedos una bolita de pan, que luego arrojará hacia la mejilla izquierda de una hija desprevenida. Entonces una hija se acercará riendo y abrazará a un padre como se abraza a un amigo. O a un amante. Y brindarán por esa felicidad, por sus poros esa noche, por un chillido. Una hija tomará la primera copa de su vida, estará tan pero tan feliz. Estará emborrachándose. Querrá otra copa, pero ya no habrá cantinero ni bruma ni bares. Será solo una copa, ensayará decirle a una madre, pero las agujas de reloj se clavarán en su boca. El olor del pavo con ciruelas lo invadirá todo: una hija sabrá que es casi medianoche. Una madre se impacientará y se le arrugarán los codos de tanto esperar a un padre perniciosamente hermoso. Una hija deseará ver a una madre enquistada en un retrato de familia feliz en vez de tenerla ahí, con sus carnes de carne y hueso. Será solo una copa, rumiará muda, solo champaña. Será apenas un brindis por la perniciosa hermosura.
Fotografía superior: Carla Dannemann