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LA MEMORIA DE ALEJANDRA COSTAMAGNA:
“EL PASADO NO ES SÓLO PASADO SI LO MIRAMOS DESDE HOY”
Por José Tomás Labarthe
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- Hablemos de En voz baja, ese cuento que representa toda una manera de relacionarse en el contexto histórico de la dictadura, de cómo se comunicaba la sociedad y la familia. ¿Tiene que ver, incluso, con cómo hablando bajito se va dejando de hablar? ¿Con cierto secretismo?
- En esos años, en los años que transcurren en el relato, una de las cosas que recorre el libro es el sistema de protección que operaba hacia los niños, ya fuera por la censura directa o porque no estaba bueno decirlo, como por ejemplo “tú no entiendes eso”, “algún día vas a entender”, “hay ciertas cosas que es mejor no hablar”, de alguna manera eran como esos silencios en que toda la sociedad estaba un poco metida.
- ¿Por qué reescribiste En voz baja, un texto que en algún momento fue novela y que ahora aparece publicado en Había una vez un pájaro (Editorial Cuneta, 2013) como cuento? ¿Qué cambió?
- Pienso en cómo la memoria y las palabras también se gastan. Cómo volver a darle sentido a ciertas palabras o a ciertos recuerdos que de tanto repetirse dejan de tener resonancia. La memoria como un ejercicio activo, no la memoria como una cosa museificada que se quedó atrás y que podemos reducirla a un estante quieto.
- ¿Es como la memoria que añora Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, una memoria que funciona para adelante?
- Repensar la memoria desde hoy es pensar en las consecuencias. Es no dejar las cosas estampadas, quietas. Es no dar vuelta la página, y seguir enfrentándonos a temas que siguen muy vigentes, a lo mejor en situaciones que ya no se dan en el contexto opresivo de la dictadura sino en espacios mucho más concretos, más íntimos, en el ámbito de las relaciones personales que son como resacas. Las palabras tienen un peso y vuelven hoy día a resignificarse.
- ¿Esa fue tu realidad también?
- Mis padres son argentinos. Eso generaba una situación ventajosa, de ser unos extranjero con especie de fuero. Aún así en mi casa había palabras prohibidas. Quilapayún. Comunismo. Cuando la gente me preguntaba si mis papás eran comunistas, yo decía: “no, ellos son argentinos”.
- ¿Qué tan inocente es esa mirada, de niña, que está muy presente también en el texto? ¿Cómo ha evolucionado esa lectura?
- Hoy puedo mirarlo como los niños que fuimos. pero en su momento tuvo un peso dramático muy fuerte. Hoy puedo mirarlo desde el papel del hijo con otras coordenadas. Ahora ya estamos pasados de ser los padres, hace rato. Ya tenemos la edad que tenían nuestros padres y bastante más. Entonces es volver a ese lugar y poder poner los temas nuevamente.
- En el libro, la niña habla de “raspar la memoria”. Se transmite una sensación de que recordar es algo doloroso, como ir al dentista.
- Abordar la memoria no es pensar en reconstruir una verdad objetiva, no es un ejercicio de tomar un documento y volver a traerlo al presente. Al traer el pasado al presente lo que estamos haciendo es una construcción más que una reconstrucción. Hay algo íntimamente vinculado entre ficción, historia y memoria. Recordar es armar un relato. Los recuerdos que vienen de prestado, los recuerdos vicarios, como “yo recuerdo que recordaba”, o “me contaron esto y yo lo asumo como un recuerdo propio”, es también asumir que tal vez sería bueno hablar de “las memorias” en plural, más que de la “memoria única”, y en eso el ejercicio escritural es sumamente rico pues nos permite hacer esos cruces.
- Eso tiene que ver con la Historia, con mayúscula, y las pequeñas historias. ¿Cuánto de lo que recordamos es un acto de creación?
- El testimonio, teniendo todo el peso y el valor histórico, sobre todo en un momento en que aporta verdades que sirven para una reconstrucción judicial, tiene algo un poco a medias, un poco cojo, porque hay lugares a los que el querer llegar tal como fue, el querer reconstituir tal como las cosas fueron, es imposible. La posibilidad de la literatura entonces es la del “y qué hubiera pasado si”. Ponerse en los límites de lo posible. El relato ficticio puede ser verosímil y al mismo tiempo alimentar una reflexión igualmente rica sobre las posibilidades o las consecuencias que se desprenden para la vida real. Me parece que ahí la ficción tiene armas muy poderosas más allá del realismo o no realismo, es ponernos en los escenarios posibles dada nuestra situación.
- En este cruce entre ficción y memoria aparece también la posibilidad de alterar el curso de las cosas, la herramienta transformadora, la aparición de lo inesperado, la apertura de otras posibilidades…
- … Cuestionarnos lo que podría haber sido, lo que habría ocurrido, y cómo, como seres humanos, nos hubiéramos enfrentado a eso. Ese escenario enriquece mucho la discusión. En relación a lo que mencionabas anteriormente de las memorias micro y de las macro, yo creo que la gran historia se construye con este puzzle de pequeñas memorias. El lugar común es que no se ha escrito la gran novela chilena de la dictadura, como si tuviera que haber una novela río, una como de estas novelas del boom que diera cuenta de esa historia, y a todo esto, sí las hay, como “Casa de campo” de José Donoso, o “Nocturno de Chile” de Roberto Bolaño, y muchas otras. Pero sobre todo pienso en novelas que desde los primeros setenta hasta hoy han abordado el tema con distintas ópticas, sin aspirar a constituir esa novela total. Para mí ahí se arma la gran novela de la dictadura: con los fragmentos de todas esas novelitas que abordan el tema.
- ¿Cómo ha evolucionado en la literatura chilena esa relación con la realidad, con lo ocurrido, cuando la realidad de lo ocurrido no ha evolucionado mucho? Ahora, más que nunca, siguen renovándose los pactos de silencio, la ausencia de una verdad colectiva.
- “Bagual” de Felipe Becerra, es un buen ejemplo. Aborda el tema desde un lugar muy alegórico, muy poco realista, son como especies de fantasmas que habitan la cabeza de una mujer y que dicen ser sus hijos que están repartidos por ahí. Hay en esa imagen la alegoría de una situación nacional de orfandad, hay una serie de claves en las que uno puede leer esa novela, que me parecen mucho más enriquecedoras que pensar en la pura lectura en bruto de los hechos. O no sé si mucho más pero me parece que permite entrar al tema desde distintos lugares.
- ¿Tu búsqueda en la literatura es un poco así no, lateral?
- La gran historia no siempre son esos momentos épicos, pensando en la fotografía: el momento preciso de la situación. Sino estas colitas que quedan fuera, ese negativo medio borroso, esa foto fuera de plano. La historia uno podría contarla de esa forma, desde esos resabios. Para mí los 3 tiempos están sumamente vinculados, el pasado no es sólo pasado si lo miramos desde hoy.