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Todo Adolfo Couve
Obras completas, Adolfo Couve. Tajamar Editores, Santiago, 2013

Por Patricio Tapia
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 1 de junio de 2014


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A pesar de ser autor de libros por lo general delgadísimos y de haber muerto relativamente joven -por propia mano, antes de cumplir los sesenta años-, la obra completa de Adolfo Couve está lejos de ser una miniatura.

Comienza en el año 1965 con la publicación de Alamiro y se prolonga hasta las ediciones póstumas de Cuando pienso en mi falta de cabeza (2000) y Escritos sobre arte (2005). Son, entonces, cuatro décadas, aunque en vida fueron tres, considerando una completa de silencio editorial.

Las casi 900 páginas de sus Obras completas -para respetar los libros de Couve tal como él los concibió, repite, en Balneario, el relato "El parque" y algunos fragmentos de En los desórdenes de junio - permiten una aproximación desde el conjunto.

Realismo

En una ponencia a un congreso de 1992 ("El oficio del escritor en la sociedad contemporánea", no recogida antes en libro), Couve sostiene que en cierto momento las artes tradicionales se vieron obligadas a retrotraerse a sus esencias con la crisis que se habría producido con la aparición de la fotografía. Obliga a la pintura a concentrarse en su soporte bidimensional, con Cézanne. Y la literatura, por su parte, con Flaubert, tiene otros ajustes: "Nace la novela exacta, pero trunca, el castigo de ambas partes, forma y fondo, hacen posible el todo, y ese todo apunta a la Belleza".

En el prólogo a Cuarteto de la infancia (1996), Couve dice adherir a la escuela realista. Sus modelos han sido escritores franceses (Balzac, Stendhal, Maupassant, Flaubert, por sobre todos). Señala lo que admira en ellos, "la búsqueda de lo universal, la economía de los medios, el culto por la provincia" y un humor difícil de definir, "que se mofa de situaciones y personajes cotidianos encerrando al mismo tiempo un profundo amor por ellos".

¿Fue Couve realista en ese sentido? Sus primeros libros son breves -con descripciones precisas, que eliminan todo lo accesorio, y con una casi total ausencia de anécdota-, están ambientados en las provincias, y quizá tienen humor (como los caricaturescos gobernadores coloniales de En los desórdenes de junio y de El picadero ).

Pero ¿son universales? Su primer libro, que a él no le gustaba, Alamiro, es un relato constituido por breves fragmentos, escenas de la infancia cuya prosa no es ajena al impulso poético: "Nací en uno de los cerros de Valparaíso. No sé bien en cuál. En todo caso, todos miran al mar.// ¿Es luz, corredor o lugar?".

En otras nouvelles ( El picadero, El tren de cuerda, La lección de pintura y El pasaje ) seguirán apareciendo niños, niños un poco extraños, tristes, solitarios, ataviados con disfraces o vestimentas de otras épocas.

En La lección de pintura, un niño, Augusto, que pasó su primera infancia en un barril, resulta ser un genio. El verdadero artista nace con un talento y no requiere una formación convencional, aunque deberá sortear obstáculos como ser hijo de madre soltera, pobre y vivir fuera de la capital, entre otros. Pero esas dificultades las irá superando cuando aparezca en su vida un farmacéutico, amante del arte y su primer maestro, quien le aconseja, o más bien lo conmina, en su labor: "¡La realidad! ¡Siempre la realidad!". Pero Augusto sigue un rumbo propio.

Couve, pintor además de escritor, había logrado unir en La lección de pintura ambas facetas. Incluso, a pesar de su carácter narrativo, el libro fue la obra con la que se licenció en Teoría e Historia del Arte, en la Universidad de Chile, en 1979.

A los más bien enigmáticos y sombríos El pasaje y El cumpleaños del señor Balande, seguirá el conjunto de relatos Balneario, que bien puede ser una transición hacia La comedia del arte.

Comedias

En otra ponencia ("La poesía nos va a salvar", de 1997) Couve habla de la libertad adquirida en La comedia del arte. Dice que es un "arquetipo" y le impide volver a la novela realista. El libro es la historia de un pintor fracasado, Alonso Camondo, y los avatares que sufre en su vida (con sus idas y vueltas con su modelo y esposa) así como en su arte. Transcurre en Cartagena, donde Couve vivió desde 1984. Hasta entonces sus novelas eran vistas como "anacrónicas" e "impersonales". Pero en el primer capítulo de La comedia del arte habla el propio Couve (o el narrador) y cuenta cómo cambió su método. Lo hace hablando de su tema, no narrándolo en su modo habitual -"ligar lenguaje y contenido con mucha acuciosidad"-; para rescatar el tema "decidí tan solo hablar de él como acontece cuando describimos un libro, un sueño o una película".

El libro es su tercer intento en el argumento. Relata cómo lo había intentado antes. En Balneario hace su primera aparición el pintor Camondo. Y se burla de sus propias descripciones de Cartagena, que coinciden con las del relato "Balneario", "esa playa sucia, abandonada todos los inviernos, ese escenario, esa apariencia, ese deterioro infinito, techos aguzados, aleros repletos de murciélagos, ventanas sin postigos, abiertas al mar que las habita como a los recovecos entre las rocas".

Dice Couve que "la significativa alegoría del argumento desequilibraba el texto". En el libro la modelo traiciona al pintor realista con un fotógrafo, lo que ciertamente impide todo comentario simbólico (el mismo Couve se pregunta: "¿Acaso no ha suplantado en cierto modo un oficio al otro?"). Pero ahí no acaba el alejamiento del realismo tradicional. Camondo abandonado se une a una loca de la playa que busca a su marido; ella también lo abandona. Y vuelve con su modelo a quien busca en un viaje de locura e inexistente. Y conoce a un nuevo pintor, quien se había hecho de sus materiales. Camondo le da lecciones (por ejemplo, sobre Tiziano), pero el joven talentoso deja de lado toda enseñanza. Y Apolo -sí, el dios- castiga, o premia, a Camondo convirtiéndolo en una estatua de cera, a la cual su mujer le quita la cabeza.

En la obra póstuma Cuando pienso en mi falta de cabeza (2000), Camondo decapitado narra en primera persona. La falta de cabeza la suple con un disfraz (religioso). Luego la encuentra en una iglesia: se ha usado en la imagen de un santo. Siguen fragmentos diversos o el relato de la infancia de Camondo, tan triste como las otras infancias que cuenta Couve.

Arte y vida

Así como Camondo comenta sobre Tiziano con el pintor joven, también le comenta "La ronda nocturna", la pintura de Rembrandt, a su esposa.

En Escritos de arte (2005) se recogieron textos ensayísticos de Couve sobre la pintura de Tiziano; el "Perseo" de Cellini, el retrato de León X, de Rafael, y "La Gioconda" de Da Vinci, entre otros. Los comentarios más interesantes son sobre cuestiones más bien técnicas de la pintura: sombras, volúmenes, empastes, carnaciones (la representación de la piel humana). Su método no es en absoluto iconológico. Y cuando lo intenta no pasa del lugar común: "Más allá del color y de la forma, el Tiziano aborda en sus telas el problema de la vida, el amor y la muerte". O "La ronda nocturna", "ha plasmado la eterna dualidad entre la luz y las tinieblas".

Estas Obras completas incluyen algunos textos dispersos, como unas breves impresiones del Cusco, o su visión del escultor Raúl Vargas, más las conferencias antes mencionadas. Pero al igual que Escritos de arte, nada se dice de un seminario sobre Coré que aparentemente existe como documento con las reflexiones de Couve en clase, recopiladas y ordenadas por alumnos. En Balneario, por otra parte, hay una aproximación de Couve a la cúpula de Bruneleschi en Florencia, que visitó en 1963 y le desagradó, por juventud, por ignorancia, pero con cuyo análisis y elogio comenzaba siempre sus clases en la universidad, según dice. ¿Existirá algún documento al respecto?

De "Las Meninas" de Velásquez, Couve señaló en Escritos de arte que intentaba desesperadamente detener el transcurso de los acontecimientos. Lo logra: "No hay cuadro. No hay tiempo. Lo cotidiano ha sido fijado". Pero entonces aparecen las contradicciones: "Este artista de lo objetivo que no desea inmiscuirse en lo que realiza, que quiere exhibir solo lo que ve, aparece autorretratado, sorprendido en la intimidad de su secreto quehacer. Inevitablemente debe estar presente para que su difícil intento se cumpla".

Quizá habría que preguntarse cuánto de autobiográfico hay en las novelas de Couve, también un artista de lo objetivo, que no pretendía figurar en su obra, pero que incluso en las tempranas parece verse al trasluz.



 



 

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