TECNOPACHA
O la crítica ácida de la madre.
Presentación de Alexis Donoso G.
Al parecer, con 30 años aproximadamente de su instalación, independiente de sus últimas y variadas crisis, El Neoliberalismo está aquí para quedarse. Respecto de esta afirmación que ustedes acaban de escuchar, habrá sin duda quienes optan por humanizar o corregir el modelo y otros que al contrario apuestan por su destrucción a través de discursos en los que se utiliza un lenguaje retórico y demagógico. La frase que he pronunciado y subrayado, es el acuerdo tácitamente aceptado al interior de un país que tiende cada vez más a dar rienda suelta al excesivo derecho de acumulación de capital y extracción de excedente que llevan al enriquecimiento individual a través de la (super)explotación (des)humana como es el caso de Chile.
Es en este contexto que se escribe Tecnopacha siendo la recuperación de un discurso (como un pueblo que faltaba) reinventar, el de un espacio de escritura comprometida con los grandes cambios estructurales en materia de lenguaje, historia, economía, política y cultura de una sociedad. Una escritura que escapa al mero acto publicitario de sí y que encuentra componentes de fuga a la red creada por otras actuales, escritas con miedo del peligro, que no son perturbadoras de orden alguno o que se sitúan cómodamente al interior del patrimonio cultural burgués. Una escritura de la que emana un riesgo, un estilo propio, extraño y corrosivo, que nos recuerda, que nos quema, que la figura del poeta y el revolucionario adeudan seguir siendo lo mismo.
Tecnopacha se invierte a sí mismo en la bolsa de las utilidades de la perdida, para lograr un espacio como una posibilidad otra de existencia que es protesta y tensión con todo, desavenencia con un modelo histórico represivo de sociedad que trae consigo la humillación por la competencia, el control, la avaricia, la estupidez de la oferta y la demanda, la precariedad humana entre sus cualidades y avances más visibles.
Para llevar a cabo este compromiso poético y social desde la escritura, se ha de romper con los limites del poema panfletario, de la denuncia nostálgica, simplona, complaciente, que tiende a ser pontificada por los poetas del oficialismo, premiada por las instituciones culturales y el poder de turno, y que sin embargo, no es más que un lugar bellamente artificial para la disidencia y la rebeldía, cuya urgencia impone su dominio escritural sustentado en el discurso vacío de las emergentes tribus urbanas. Cito, Pag 31.
“…y me bajé en un lugar que decía ser la cúpula de los artistas adolescentes.
Ingresé a un taller –disfrazado de muchacho- dirigido no sé
por qué/tipejo
en donde lo primero que supe fue que tendría que competir
con espejos quebrados
y la vejez ansiosa de una creatividad mall...”
Algunos diremos cosa fácil, pero Tecnopacha desarrolla algo más difícil aún que implica un trabajo delicado, riguroso y paciente sobre el lenguaje, por tanto, sobre sí mismo. Operará entonces desde la critica y la ironía conceptual, si bien, a ratos dicho conceptualismo escrito suena efectista, repetido, pretencioso, la escritura de Saavedra va más allá de su sofisticación, y los conceptos se disipan en imágenes y son desplazados por éstas sobrepasando su significación. Los conceptos suelen ser espacios limitados, las imágenes los abren convirtiéndolos en ilimitados. Es de este modo como Tecnopacha estalla en sonoridades, visiones, ideas, palabras, hacia dentro a la vez que hacia fuera desde este espacio de sí mismo que se ha creado y se inscribe como denuncia a la renuncia y adormecimiento de los hombres y mujeres en la conquista de su independencia.
Tecnopacha se realiza, se desliza como critica de la historia más oficial y la señala manoseada, histérica, dopada por El Peso, apostando de esta manera por una historia menor: la que se hace en los pueblos subalternos. Se trata aquí del devenir de Tecnopacha, una vez que se torna escritura, se vuelve asunto de devenir, entonces, deviene Africa, indio, travesti, Lumpen, tribu, conciencia rasgada, ausencia del padre muerto, infancia violada que retorna a través de la escritura, pacha entre los pachas, población Santa Julia, La legua, La bandera, comunidades históricamente dominadas, inferiores, bastardas, que están condenadas a ser revolucionarias si desean su liberación. Cito, Pag 23.
“Me drogué como un África de estigmas.
De cielos grafitis que lloraban murallas, de visiones tántricas
que me hacían sentir
un pueblo hambriento litigado premoderno,
un travestido pedazo de tierra
que dibujó –junto al ociéalo- un paisaje azulado
una tierra street, unos cerros hollywoodenses
que me doparon de historia
y me vistieron de aire, de ecos y sonidos tecnocráticos”.
En términos Deleuzeanos, las visiones de Saavedra, sus audiciones, no son un asunto privado, sino que forman los personajes de una historia menor y su geografía que se va recreando infinitamente. Así Mr. Estado, INTI, Tecnopacha, Los pachas, Bastardo Bartleby, Los Beat, Los Chicago, Madona insigne y Mapocho, Mr. Snob, entre otros, son invenciones del delirio, partes de un sueño, de una realidad ficcionada, del trance, emergen como procesos que arrastran palabras de un universo a otro y se trataría de acontecimientos en los lindes del lenguaje y que lo desbordan, a su vez que por otro lado, funcionan como una gran metáfora y síntesis paródica de lo social, del acontecer político, económico, cultural de los últimos treinta años en Chile. Cito, Pag 55.
“Me dijeron los pachas, tienes la rebeldía carcelaria capitalista
en los ojos. La rebeldía no, les dije, el poema. Y me soñé Central
Park de los cielos, me traté de mirar Madona insigne del
desierto, una cuenca europa muy Marinetti, la rabia comunisla
de Los Chicago ahí en el ombligo mundo de sol/ arena que los
pachas enloquecidos me marseaban con el poema. Que los
pachas muy cholos me codeaban la hoguera, me tajeaban tan
dólar, me dopaban peso a peso la piel”.
El compromiso: rebeldía y desnudo singular de Tecnopacha, puede aparecer anacrónico, por cuanto no es con el poder que muta a través de los tiempos, si no con la humanidad, es decir, consigo mismo. Se mueve descolocando cualquier sedentarismo actual, cualquier arrebato del miedo que anhela hacer de la escritura un lugar para el status quo, un puestito al interior del mercado, una institución, una carrera más de la sociedad. Saavedra comprende muy bien la utilidad que presta la escritura en este desentramamiento de lo hipócrita, es entonces cuando sabe ser peligroso y ni sus pares, ni la madre (patria) se salva. Cito, Pag 40.
“…Me llevaron esposado. A patadas me llevaron
y mis pares comenzaron a recitar
el canto capitalista de vidrios maniquí,
el canto hipnopédico de cerebros occidentes,
detrás o dentro,
muy adentro de una institución llamada
dicen: Chile.”
Tecnopacha se hace oír y sentir como la visión musical de un Ethos maldito, caótico y sarcástico que nace del cuerpo que canta y baila sobre los nervios extendidos como supercarreteras en los mapas territoriales, oscuros y desconocidos del delirio. Cito, Pag 37.
“…Movilidad son las ideas, me decía.
Y patinaba sobre el viento escuchando sus miserias,
que dibujaban una canción, una canción, una canción:
no para cantarla,
sino para bailarla en trances”
El libro del cual hoy celebramos su advenimiento, se abre como un espacio de ruptura y desestabilización de los discursos dominantes, como la escritura del poema peligroso que es frente a cualquier Orden, frente a cualquier seguridad simulada. Se impone como una critica-bofetada a la crítica cultural, es menos un canto adulador de la patria que la critica más ácida e insolente de la madre, de su economía libre mercantil, de su fascinación por el consumo, de su tecnocratización, de su ideología neoliberal aprendida en Chicago, de su arribismo a lo largo de La historia, de su proyecto de modernidad a medias (el que no se tradujo en otra cosa que en mera revolución tecnológica, una industrialización en ruinas y un sistema de protección social deficiente) de sus ideas occidentales, posmodernas y costumbres pequeño burguesas importadas. Cito, Pag 105.
“...Aún así seré su Marsellesa.
Su bandera estrellada, su estatua de la Libertad,
el Tío Sam vestido de oropelados desastres y columpios universales,
su Columbia, la machi rubia que corregirá el origen y el ethos...”.
Si la escritura poÉtica está llamada a cumplir alguna función, ella no debe ser otra que la mínima que podemos exigirle y que es: la de despertar. Es en ésta insomne acción en la que insiste Tecnopacha, como un gesto estético político y subversivo que reside en la necesidad y deseo de rebelión, de su negación del amor a la madre, para escribir el amor a la madre, como un golpe sonoro que deviene en un trastocamiento de ella misma, del Ethos, de la Patria, como una música creada en la vecindad de lo anárquico y temible, escrita con la lengua en los pentagramas del cielo de la violencia.
Santiago, diciembre 6 de 2008.