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Alejandra del Río recupera voces y texturas
Reedición de "Escrito en braille", Editorial U. de Valparaíso, 82 páginas

Por
María Teresa Cárdenas M.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 21 de marzo de 2021



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Como "una experiencia sanadora" describe Alejandra del Río (Santiago, 1972) la reedición de Escrito en braille (Ediciones UV). En un notable epilogo cuenta la gestación del libro y cómo en 1999 se vio obligada a autoeditarlo a pesar de haber obtenido un premio que incluía su publicación. Ella misma lo presentó ese año en el Goethe Institut, vestida de blanco y con la vista vendada, en un salón a oscuras que se fue iluminando con las velas que encendían sus amigos, también poetas. Los ejemplares que circularon fueron los que se vendieron esa tarde; el resto desapareció de una bodega. Ahora, señala, el libro "cierra un ciclo en el que sentía frustración porque se había perdido y porque pensaba que a la gente no le había gustado".

Para hacer explícito su propósito de evitar el "yo", y en cambio "rodear al sujeto, interpelado, hablar por él pero nunca permitirle la palabra", aquella edición de 1999 no llevaba su nombre en la portada. Esta vez sí: escrito —al igual que el título— con letras blancas sobre un fondo negro y también en sistema braille. "En la editorial —que en 2018 publicó su poemario Dramatis personae— valoran mi trabajo y de pronto tengo la seguridad de que se leen mis poemas y eso es fundamental para no perder la fe en la creación", afirma. Una fe que ella ha mantenido a toda prueba, y que Cristián Warnken, director de Ediciones UV, y la especialista Soledad Bianchi resaltaron en la presentación en línea de Escrito en braille, en la que también participó el rector de la U. de Valparaíso, Osvaldo Corales.


Expresar la oscuridad

Voz ineludible de la generación de poetas de los 90, algunos le criticaron a Alejandra del Río el hermetismo de su segundo libro —después de El yo cactus (1994)—. Incluso uno de sus compañeros del taller de la Fundación Neruda, sin darse cuenta, le entregó el título. 'Tu libro no se entiende, parece escrito en braille", le dijo Leonardo Sanhueza en 1995.

"Con la distancia creo que en parte tenían razón —reconoce—. Yo entonces tampoco entendía lo que escribía, simplemente copiaba lo que me aparecía en el oído, a veces era tan insistente la cantinela que donde estuviera tenía que sacar mi libreta y anotar". Eran imágenes, visiones, que llegaban hasta ella gracias a la inspiración, en la cual cree firmemente. "Ese fenómeno visionario va aparejado de un lenguaje oscuro, retorcido y raro —explica—. No todo lo humano se encuentra en el lado luminoso de la existencia y por supuesto la poesía es un excelente canal por donde se expresa la oscuridad".

Autora de siete poemarios y dos libros infantiles, Alejandra del Río describe las circunstancias en que surgió Escrito en braille. "Escribí este libro estando embarazada y es sabido que en ese estado, por la revolución hormonal o porque laten dos corazones en un cuerpo, se es propensa a entrar en estados de conciencia ampliada, te pones más sensible a los olores y las texturas y, por ende, son normales las sinestesias, los oxímoron y las metáforas. Eso hizo que mi lenguaje poético fuera extraño. Creo que manejar ese lenguaje me permitió decir cosas prohibidas. El dolor que hay en ese libro fue transformado para poder ser digerido y afrontado. Es una transmutación de lo oscuro en una recompensa de belleza, lo que para mí era belleza".

¿Cuál era el origen de ese dolor?
—Siempre he sido muy sensible, melancólica. Mi abuela decía que dos corazones laten en mi pecho, citando a Goethe. Supongo que una niña que crece en un país violento y opresivo se vuelve una joven rabiosa que sufre y siente la muerte cercana. Me siento satisfecha de haber podido encauzar en este libro la expresión del dolor de mi generación. Se supone que debíamos estar alegres, pero no había reales motivos, nada cambió mucho en este país de naufragios. Con el tiempo aprendí que la cura para la melancolía es la utopía. Mi utopía es la Educación Poética: sueño con que la poesía sea ese método que renueve la educación, lo que tanto pedía Gabriela Mistral. Tener una esperanza disipa muchas sombras.

Del Río reconoce su preferencia por este libro, que, según ella, fue gestado por la voluntad y mientras esperaba a su hijo. "Siempre el amor me mueve a escribir; también la necesidad de comunicar mis visiones. El embarazo sin duda me dio una base biológica propicia para experimentar la intensidad de la emoción. Y el hecho de que fue un tiempo de aprendizaje poético con los pares en la Fundación Neruda, también hace que este libro sea especial para mí. La inspiración no es algo de todos los días, pero sí es un estado real de conexión. Es hermoso y a la vez terrible, como esperar un hijo y traerlo al mundo".

Después de Dramatis personae y Capuchita negra, sus últimos libros y muy diferentes a este, reflexiona sobre los poemas de Escrito en braille. "Me reconozco en ellos en el sentido de que son una parte de mí, pero al mismo tiempo son como si los hubiera escrito otra persona y puedo tomar uno de ellos y transformarlo en otro poema. Porque no siento apego por mis poemas, es lenguaje superado para mí".

¿Cómo fue, en ese sentido, releerlos para esta edición?
—Interesante, aprendí más sobre un tema que me apasiona, que es la profecía autocumplida del poeta, por la cual aquello que escribe en su juventud se le vuelve realidad en su adultez. Y eso me llevó a tener más conciencia con lo que escribo: ¿qué estoy entregando al mundo, qué parte de mí voy a alimentar con lo que escribo?, ¿el lobo blanco o el lobo negro? Un poema es como un sortilegio, sus imágenes acarrean consecuencias, mueven energía. Cuando escribía este libro andaba con una venda en los ojos, viendo en la oscuridad. Ahora vivo la experiencia actual, muy diferente a la de entonces, y busco el lenguaje que pueda expresarla".

¿Qué profecías reconoció en "Escrito en braille"?
—Que mi trabajo sería el de recuperar la voz, más allá de las palabras.

En el epílogo alude a la exclusión que sufrirían los poetas de su generación a partir del 2000. "Una mala onda general, a mi juicio injustificada". Recuerda que lo pasó mal y que en parte por eso decidió irse de Chile. "Me parecía pavoroso enfrentarme al ambiente literario machista y chaquetero de la época; casi dejé de escribir, era joven y me estaba formando, el mundo literario era hostil, la universidad relegaba la creatividad, no me sentía acogida".

Viajó entonces al país de su familia materna, donde vivió diez años. "En Alemania aprendí a hacer la distinción entre proceso y producto, entre persona y personaje, y por eso pude volver a Chile y seguir escribiendo", asegura.

¿Qué buscaba y qué encontró en esos años fuera de Chile?
—Buscaba criar a mi hijo en un lugar más tranquilo y conocer más de mi identidad alemana. Encontré nuevos oficios emparentados con la poesía, como el de educadora y el de terapeuta. También aprendí sobre migrar y empezar de nuevo. Pero lo mejor: encontré una segunda lengua que me mostró más de mí que la primera.

Gabriela Mistral y Stella Díaz Varín son referencias ineludibles en este libro y en su poesía. "Son más que referentes —aclara—, son amigas, maestras, igual que Violeta Parra. Mujeres de visiones que marcan un camino para que otras mujeres nos atrevamos a ser nosotras mismas, creadoras en el amplio sentido de la palabra, aun con el patriarcado en contra".

 

 



 

 

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Reedición de "Escrito en braille", Editorial U. de Valparaíso, 82 páginas
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