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ALONE
AGAIN, DE CARLOS AMADOR MARCHANT
Por Aristóteles España
17 de septiembre de 2005
Inspirado en la mítica canción “Alone Again”
de Gilber O”Sullivan, el poeta iquiqueño logra crear un mundo
lleno de soledades donde las sombras del viento del norte chileno
aparecen y desaparecen en sitios invisibles, cerca del Morro de Arica,
en las playas de esa ciudad donde alguna vez se crucificó
en un madero gigante como un cristo del desierto para protestar por
la injusticia y el oscurantismo en la década del 80, en plena
dictadura militar.
Sus poemas intentan detener el tiempo. El autor se pregunta que hace
ahí, parado, en medio de la metafísica, acortando días,
mirando las escasas horas que le quedan, esperando cabizbajo la bofetada
de la muerte. De pronto, no hay escapatoria. El lector atraviesa túneles
invisibles donde el poeta juega con las orillas que traen toda la
espuma sucia que queda impregnada en el mundo, mientras escucha solitario
la canción que tiene el título de su poemario. Hay desolación,
busca a una mujer que amó en la puerta de un pub, y al rato
ella aparece tambaleando, golpea su cabeza en las murallas, se abraza
a un hombre desconocido y desaparece de nuevo entre calles y avenidas.
El hablante es un ser desolado y pesimista; construye un refugio en
Valparaíso para que lo dejen solo, con sus cavilaciones mientras
piensa en la tierra que lo cobijará cuando deje este mundo,
en un lugar lento y espacioso como nieve.
En su poema “Sobre la escarcha”, donde relata sus vivencias en la
soledad del sur chileno, dice: “Porque la vida es como visitar una
casa. Pero luego hay que despedirse, hay que salir a la puerta y perderse
en la niebla/ En consecuencia, he de volver al silencio”.
Una de las características de este libro es que el autor no
ve salida alguna, salvo cuando le escribe a mujeres que habitan sus
días en la memoria, sus recuerdos de la pampa, sus viajes por
el altiplano, el hermoso poema a su hija Valentina, las mujeres extremas
de sus círculos, las esquinas con ojos solitarios donde aparece
el porvenir como una lejana lluvia de futuro, la presencia de Luisa Ayala
en sus horas en el Puerto y autora de la portada de
su texto.
“Alone Again” tiene el olor de las calles de Arica, sus cerros, recodos
donde el poeta vivió mejores días con sueños
y esperanzas por un destino digno para su pueblo; bares donde salen
hombres destruídos, imanes, fotografías donde a veces
no se reconoce pero sí el latido de la gente que amó
antes de emprender viaje a Valparaíso, a reencontrarse con
sus historias y mitos.
Este es un libro de la melancolía, no de la derrota. Por sus
páginas se escuchan sonidos de trenes, pájaros enormes,
la música del desierto más árido del planeta
de donde proviene con sus cánticos y sueños.
Carlos Amador Marchant (Iquique, 1955) ha publicado “Pisando tierra”
(1977); “Galpón de redes marinas” (1980); “Después de
mi casa” (1983); “Barquero en el puerto” (2001); Los cururos de la
Santa María” (2002); “Alone Again” (2003). Entre 1980 y 1985
dirigió la revista de poesía “Extramuros”, que se transformó
en un referente de la literatura del Norte de Chile. Amigo de Andrés
Sabella, Mario Bahamonde, organizó encuentros en la ex Universidad
Técnica del Estado de Arica y en la Universidad de Chile.
Ha dirigido programas radiales de difusión literaria y actualmente
se desempeña como Presidente de la Sociedad de Escritores de
Chile, Versión Valparaíso.
De libro poético “Alone
Again” de Carlos Amador Marchant
Premio Gobierno
Regional de la Quinta Región,
editado en 1999
Qué Haces
Qué haces ahí
parado en la esquina
donde no hay luz (ni sombra),
donde no se escuchan pasos
y el esqueleto se confunde con el aire.
No entiendo qué haces
en ese sitio invisible
donde todos partieron
entre rieles infinitos.
Por qué no quieres escapar
de esas ventanas que no existen,
de esas puertas que cayeron,
de esos rostros que no besan.
Qué haces ahí parado
acortando días, mirando
las escasas horas que te quedan, esperando
más cabizbajo que nunca
la bofetada la muerte.
Huir de la Mentira
Es posible que ya no mienta,
es posible que ahora diga la verdad.
Ayer hablé sobre calles que sucumben,
sobre ratas que dominan los campos,
hoy quiero hablar de frutos que se abren
y caen a la tierra pura.
Nada es más amplio que la verdad,
aquélla que se eleva como las olas
y estalla en mil pedazos sobre las rocas.
Si no he conocido a nadie
que haya hablado con la verdad completa,
hoy quiero ser el que ponga la primera piedra.
Por eso pido que todos se alejen,
que me dejen solo, que nadie golpee a mis ojos.
Hoy quiero descansar
de suburbios y ruidos de sirenas.
Mañana me corresponde caer a la tierra,
lento y espacioso como nieve.
Sobre la Escarcha
Moriré de frío sobre la escarcha
pero guardaré el silencio de esos árboles.
Mucho antes de la vida mis ojos observaron los prados.
Y enmudecida, como casa deshabitada,
mi alma arrastró su lengua sobre la tierra amplia.
Si ayer llegué tiritando de frío
mañana he de irme por los mismos caminos.
Porque la vida es como visitar una casa.
Pero luego hay que despedirse, hay que salir
a la puerta y perderse en la niebla.
En consecuencia, he de volver al silencio
al remoto al pétreo.
De Tanta Soledad
De tanta soledad me nutro
como de velas para alumbrar la noche.
La vida nos golpea en el lomo como el jinete al caballo
y vamos olvidando calles y nombres
mientras las estaciones se alejan.
Nunca volveré a ser el de antes
aunque me saluden en la calle con pañuelos.
Todo ahora tiene el rostro del invierno,
de la pobreza de los campos, de la chimenea sin leña.
Soy el ahorcado que cuelga bajo un árbol viejo,
el remecido por la brisa de una tarde floja,
el arrepentido que quiere gritar y no puede,
la rama quebrada que se pudre a la orilla del río.
De tanta soledad me nutro
como de velas para alumbrar mi alma,
porque hoy lloro mil horas en esta casa
que nadie habita.
Seré
Mañana seré rico y al siguiente volveré
a la pobreza.
La vida tiene rostro de cementerio
justo cuando entierran a un hombre
bajo cientos de faroles.
Mañana seré pobre y al siguiente volveré
a la riqueza.
Los senos de esa mujer se inflan frente a mis ojos
y entran al espacio y desaparecen bajo la niebla.
Y esa playa, sin embargo, que fue mía,
con esa arena con ese sol con esa sal,
y ese ojo tuyo que entraba en mi ojo,
y esa gaviota que volaba sobre tu pubis,
y esa garganta loca gritando soy rico soy pobre.
Alone alone ahora de piernas y brazos
de boca de saliva de pencil de teacher.
Y esas avenidas repletas de gente,
y esas avenidas avenidas que lanzan
piernas y perfumes de hembra.
Y yo parado parado con esos ojos de ebrio
sujetándome en el poste de la inconsciencia
y escuchando de nuevo Alone Again.
El Reestreno
(para Luisa)
Todo es tiniebla en las aceras
y un pan brilla en esta esquina.
Con tanta hambre camino por las plazas
y ese pan en aquelarre.
Nada es más amplio que mi alma
pero surgen lluvias tempraneras.
Es cierto ayer fui muerto crucificado
y hoy resucito entre las tablas.
La gente vitorea mi reestreno en estas canchas.
Cuando paso por las calles
los gatos me saludan elevando sus traseros
y los perros se revuelcan sin ladridos en silencio.
Después del hambre ese pan que agarro en mis esquinas.
Después del frío este sol que galopa por mis ojos.
Después de muerto este parto necesario.
Toda esa tiniebla en las aceras.
Y luego este ojo de Luisa saludando a mi ojo.
Y este pan de su mano entregado a mi mano.
(4 de noviembre de 1997)
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