Proyecto
Patrimonio - 2009 | index | Astrid Fugellie | Reinaldo Edmundo Marchant | Autores |
LEGADO ARTÍSTICO
Antología 40 años de poesía: (1965-2007) de Astrid Fugellie
(Santiago de Chile, La Trastienda, 2008)
Por Reinaldo Edmundo Marchant
Con un sello particular, la obra de Fugellie es frágil, casi maternal, es como la geografía de Chile y América juntas, con destellos de sus habitantes, sus historias, tragedias, diásporas, la magia que desentraña a esas razas que llegan y desaparecen.
El libro “Antología, 40 años de Poesía”, de Astrid Fugellie, reúne la mejor producción lírica de esta poeta magallánica, referente indispensable del panorama cultural de las últimas décadas.
Cuenta con un amplio, redondo y excelente prólogo de Raúl Zurita, Premio Nacional de Literatura, quien destaca su lírica en las letras chilenas, desmenuza la impronta de sus poemas, recorre el largo itinerario de su propuesta y señala, con insistencia, el valioso legado artístico de la autora.
Lo que indica Zurita no es una exageración: es un merecido reconocimiento a una intelectual que ha desarrollado un trabajo artístico cultivando la imaginación, la exploración lírica y los procesos naturales en el manejo de la palabra.
El mejor cuaderno para escribir que utiliza esta poeta es el silencio, la soledad y el estudio constante.
Astrid Fugellie, es una poeta de tomo y lomo. Es y vive como tal, sin pose ni un acostumbrado arte de birlibirloque. Sus versos y estrofas devienen en lo unitario y armónico, culminando en un discurso pleno, que resalta en esta esperada Antología personal.
Proviene de la soledad y el frío de Punta Arenas, al igual que insignes vates y escritores, como Rolando Cárdenas, Aristóteles España, Ramón Díaz Eterovic, Roque Esteban Scarpa, y muchos otros.
Esta escritora explora a través de su palabra caminos poblados de contemplaciones, paisajes místicos, ancestrales, con escuetas pinceladas en versos, que emocionan y remecen por el profundo contenido humano.
Con un sello particular, la obra de Fugellie es frágil, casi maternal, es como la geografía de Chile y América juntas, con destellos de sus habitantes, sus historias, tragedias, diásporas, la magia que desentraña a esas razas que llegan y desaparecen.
Una fotografía certera daría cuenta que su poética es el cuerpo del mundo, sin establecer una dimensión pueril, sino en la relación que mantiene con lugares y criaturas, en una voz plural que se expresa y proyecta a partir de su propio territorio vital, y que luego, en otros momentos, se desdobla y continúa deslizándose por parajes donde los micro relatos, las enunciaciones y temas cotidianos adquieren magnitud insospechada.
En otros senderos, sus poemas románticos –que sí los hay hacia el final de cada uno- corresponden a la mítica soledad, al caos, la exasperación de los signos, desorientaciones rítmicas, lo excepcional y el absurdo –que siempre acompaña-, la angustiada fantasía entre el misterio y la realidad.
Fugellie, en cada etapa lírica, ha construido puentes de lo bello y humano, que a decir de Valéry “nada hay más bello como lo que no existe”, y en esa máxima encajan sus turbulencias poéticas, buscando ángeles en pináculos que son fragmentaciones imaginarias.
En sus textos, la mayoría resumidos en este libro, Astrid Fugellie escribe para que cante el corazón, para que peregrine la fantasía. Las delicias no son efímeras, es una invitación a releer los signos que están más allá de los pozos.
Unido a la profecía de Raúl Zurita, sin duda que esta valiosa poeta ocupa un lugar destacado en la poética nacional y americana.