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Serie poetas chilenos

ALEXIS FIGUEROA
(Concepción, Chile, 1956)




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VÍRGENES DEL SOL INN CABARET

Impresiones.
Across the sky of América.
María Madonna.

María Madonna.

María Madonna, desciende en ala delta desde el cielo,
mueve sus dos manos, hace “chao”, mientras el viento
le desata las cintas del sombrero.

Lleva blusa transparente, pelo al viento, pantis lila,
falda pantalón de seda y de lamé,
piel tostada por la larga estadía junto al sol.

Gafas pank protéjenle los ojos, un collar de acrílico
adórnale su cuello, guantes con uñas de cristal enfundan
sus dos manos, en las que repartidos brillan anillos
                                                                    fosforados.

A lo lejos – en el cielo – los ángeles azules la despiden
aferrados a los fierros del motor, a la carlinga,
danzando con sus trajes de astronauta, bailando
                                                contradanzas espaciales,
navegando la ionósfera en hovercrafts a espuma de
                                                                         champán.

Enseguida escriben todos juntos, con el humo de sus
                                                                motores rojos:

“Adiós María bella, incomparablemente hermosa y
                                                                      seductriz”,
“adiós perversa criatura de Pier Paolo Pasolini”.

María Madonna entre las nubes baja y baja, como un buzo
                                                                 de pájaros,
como un submarino de la atmósfera. (Antes de partir le
                                                                      regalaron,
un canasto lleno de hostias y de pizza, con sabor a
                                    mortadela, jamón y peperami).

A las cuatro de la tarde María Madonna desciende en
                                                                         ala delta
desde el cielo; con toda calma mueve sus dos manos,
hace “chao”, mientras el viento le desata las cintas del
                                                                  sombrero.

 

 

DIVÁN SENTIMENTAL

Tu boca, como llaga de volcán y terciopelo,
es el rastro de una herida abierta en O.

Me miras con abandono algo fingido,
tendida en tu diván sentimental.

Bella mariposa,
posada en una rosa de Chanel,
libélula costosa,
envuelta en cuero negro
de la cabeza hasta los pies.

Yo ante ti, con mi lastre ruin de inadaptado,
recito una romanza de Genet.

Un saco de manos palpitantes
te he traído de regalo en esta tarde,
cortadas en el jardín humano con ternura,
para decorar el tapiz del canapé.

(La navaja de Auschwitz en mi brazo,
tatuada junto a espinas pendencieras,
gotas con la forma de fresones,
gotas púrpura simulando corazones).

Y tú, náyade carnívora, donosa,
dormitas entre hierba y videoclip.

No haces caso,
suenan las sirenas ambulando entre la lluvia,
y busca la police al hombre lobo de París.

Soy yo. Aullador de los ensueños de la luna,
que ilumina con su lívido rocío,
los cromados de mi moto BMW.

Mira corazón por la ventana
el parachoques esmaltado:
suavemente en él,
con erótica paciencia he ensartado,
cuerpos y más cuerpos, antes vivos,
ahora muertos:

soy el asesino enamorado de la calle,
soy Dennis, el hombre lobo que te ama,
hombre lobo con pasión automotriz.

(De Vírgenes del Sol Inn Cabaret, l985)

 

 

ALICIA EN LA CLÍNICA

Una parte suya dice que aún está,
la otra sostiene que se ha ido.
Corolas y canciones se le mezclan en la mente,
mientras un gusano aspira el humo del haschís.
Una parte suya dice que no está,
se encuentra afuera,
la otra parte de ella la contempla más tranquila,
con un traje color carne pero vuelto del revés:
le han invertido como un guante,
dejando al descubierto el esqueleto
de su educación sentimental.

Y qué caos está Alicia que no está, se encuentra afuera,
qué caos está Alicia intentando descubrirse
en la Alicia verdadera, reflejada en la imagen de detrás.
Qué caos este juego y pobre Alicia,
con los conejos blancos que le llevan tiernas setas,
tiernas setas de crecer y de achicar,
tiernas setas cogidas con cuidado y entre todas una,
ofrecida por la oruga farmacéutica,
que la timbra en la parte superior.

Salud a los circulares fosos de bioquímicos fantasmas,
salud a las esféricas sustancias de chamanes,
salud a las cápsulas redondas en los frascos,
vestidas con el hábito de Hipócrates
y la condecoración de los Hermanos de la Caridad.

Cada seis, cada ocho horas, Alicia corre en círculos,
mas no se mueve, está sentada,
mientras los conejos blancos – helados, espantosos
como el hielo del infierno – dicen
“muere aquí, después allá, sé buena chica,
no te hagas la heroína y devóratela entera”
(así dice el coro de conejos al compás de sus estéreos).
Y ella patalea sobre el piso de baldosas,
dando un mordisco y otro a un sólo lado,
hasta que le meten una sonda y lentamente
baja el valium del Olimpo a su garganta.

 

 

EDÉN ALFATEMÁTICO

Tranquilidad del significante de la vaca
que pasea en el prado inexistente,
tranquilidad de las hojas deste pasto
que verdean en la fiesta de la pura irrealidad.

Tranquilidad de los desiertos invocados
en la unión de las vocales,
tranquilidad de animalillos que se pierden
en matemáticas abstractas.

Matrimonios en el campo se han  propuesto
desposándose el lenguaje con su signo.
Tranquilidad del significante de la vaca,
tranquilidad en la palabra que es muleta
de la cojera humana de Rimbaud.

“A” – yo exclamo -: sonidos primigenios,
vocales del color y de los magos,
vocales, las que adeudan de la magia
la apertura de los limbos.

Primitivas bestias ciegas del edén alfatemático,
cada una de vosotras basta al ansia a más de aleph
en el tractatus del ars combinatoria.

“A”, vocales siempre hermosas, que al final sois todas
todo el signo, A de aullido, E de estro, I de ira,
O de oro, U de urana, celeste percepción
de lo nombrado.

Vocales, variación, confección de los idiomas,
vacas holandesas que amamantan la estrella matinal
de nuestro sueño:
V de verde
A de arena
C de cosmos
A de arriba.

Arriba está la estrella alumbrándonos el cosmos,
las vacas se pasean en desiertos que florecen,
con el verde fulgor de las praderas.

 

 

CORRESPONDENCIA DE ALICIA

Alexis, no me escribas,
no me uses como imagen tutelar de tu metáfora,
que el viaje literario en que me viste
para mí fue pesadilla,
nunca salí del horroroso universo victoriano.

Ahora estoy bien, descanso bajo tierra,
blancos conejos, umbrosas madrigueras
me acompañan. No hay nostalgia,
tiempo ha que ya vagué tras el espejo,
pero ahora estamos todos muertos, como el dodo.

Y tú insistes en atribuirme más presencia
que la impresa en esta tinta carcelaria.
Pero amor, convéncete, soy fantasma del deseo,
una especie de romántico anhelo de las ansias.

Y bien, has de saber que nunca él
hizo gesto de tocarme, le bastaba acariciarme
con su cámara.
(Yo bajaba algún tirante de mi blusa,
el hombro joven, dorado y reluciente,
deslumbraba).

De sonrisas sabes tanto como él,
¿Qué luz de doce años
puedes ver en mi sonrisa?
Me ves reclinada en una cerca,
inquietante como nínfula del cine.

Pero él, y yo, casi una niña;
contempláramos ansiados y miedosos nuestro ímpetu,
reemplazáramos deseo por los juegos,
o bien secretamente revolcáramos el cuerpo
                                                      por los prados,
es lo mismo, nunca salí, nunca salimos
del espantoso universo victoriano.

 

 

EL HUEVO DE PINGÜINO

Contemplo la piel de un pingüino magallánico.
Fue encontrada en la playa hace ya tiempo.
El sol de atardecer teñía de púrpura sus plumas,
que antes fueron agitadas por lloviznas.

El signo final de los libros es vacío,
el signo tan redondo como tortilla corredora,
el signo blanco como un ojo de pescado,
pulido hasta lo ebúrneo por la arena.

El símbolo furioso como un ojo de huracán,
el símbolo climático que repite los mandala.
El símbolo es el cero,
cual sea el ansia de los símbolos dispuestos:
el símbolo total es esa bola que la muerte
empuja con su taco de billar.

Suma de signos inconclusos,
suma de signos muy feraces,
suma de signos tan prolíficos,
como un bosque despertando en primavera.

Suma de signos que convocan la danza ritual
                                        de los lenguajes,
y que se muestran como el huevo,
en un símbolo arquetípico de vida.

Contemplo otra vez la piel de este pingüino,
aquella piel que me encontré sobre una playa,
aquella piel que permitió que imaginara
otra vez a este pingüino,
vestido con la piel que lo cubría,
rodeado de atributos natatorios.

Piel de pingüino sin pingüino:
los libros de la historia encontrados en la playa
                                                de los tiempos.
Hilo de Ariadna la comunidad final de los
                                                discursos,
que nos permite vislumbrar el laberinto
                                 detrás de la metáfora.

El símbolo final de los libros es vacío,
el símbolo redondo y excéntrico del huevo:
el gozoso arquetipo de la O tan femenina.

(De El Laberinto Circular y Otros Poemas, l995)

 

 

 

* * *
 

Alexis Figueroa (Concepción, Chile, 1956). Poeta y dramaturgo. Ha publicado: Vírgenes del Sol Inn Cabaret (l985), libro que obtiene el premio Casa de las Américas en Cuba, Hot Gatúbela (1988), El Laberinto Circular y Otros Poemas (l995) y Extractos de Folclórica (resultado de una beca de creación del Consejo del Libro y la Lectura, Chile, 2003). En el último tiempo también ha incursionado en la  ciencia ficción. Figura en la Antología de Ciencia Ficción Chilena “Años Luz”, editada por Marcelo Novoa.



 

 


 

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