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Carretera perdida
Finis Térrea. Apuntes de carretera, de Alexis Figueroa. Lom, 2014
Por Jaime Pinos
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Un hombre en la carretera./Uno con una maleta./Un hombre con una hoja/de papel en la mano. Creo que estos versos del poema titulado precisamente Carretera plantean cuál es la situación en este texto. Este texto es un viaje. La escritura de un desplazamiento. El propio Alexis Figueroa es muy claro en el texto que abre el libro y opera como una cartografía que entrega ciertas señales de ruta: mi libro señala desde su nombre la idea de desplazamiento, de trayectoria: un viaje en el tiempo que designa experiencias, vincula paisajes y brinda una óptica que otea ciudad y cultura, entorno y autor; un viaje que busca conocer, crear y afirmar el contexto primario de la poesía.
Un viaje que busca conocer, crear y afirmar el contexto primario de la poesía. Escribir en movimiento para conocer ese contexto. Movimiento es la única forma de permanecer vivos, escribió alguna vez Juan Luis Martínez y este libro se juega a eso. A mantenerse en viaje, a filmar en el pulso de una road movie. Lo que sigue son algunos apuntes respecto a las preguntas que encierran los versos con que inicié estas líneas. La imagen de ese hombre en la carretera. Qué hace ese hombre allí. Qué lleva en la maleta. La hoja de papel que sostiene en la mano, ¿está escrita o no lo está’. Qué dice. Esta carretera, adónde conduce.
En mi caso, «carretera» explora un mundo constituido en una reflexión de cierto modo elegíaca, correspondiente a una percepción personal: la de un momento finisecular que pareciera acoger el fin del camino de nuestra civilización. Iniciada su escritura, significativamente, en el año 2000, estos poemas pueden ser leídos como vistas o fotogramas tomados en tránsito por una carretera que atraviesa un paisaje devastado, una serie de lugares en ruinas. El derrumbe de occidente. La vida cotidiana en los tubos de supervivencia del capitalismo tardío. Ese fracaso humano y civilizatorio, ese desastre. El poeta, el viajero, es aquí parte y testigo de ese apocalipsis a la vez cultural y doméstico. Los poemas son, tal como se definen en uno de los textos: hitos, rocas, icebergs, señales portadoras de un flujo contenido, la enunciación viva que hace un náufrago de los restos que ahora le rodean, con los que ha de vivir materialmente y en el país de la memoria. Desde ahí están escritos estos poemas. Ellos son la escritura de un náufrago que describe los restos de que está rodeado.
Desde luego este es un libro lleno de intertextos. Uno de ellos es la reiterada alusión a cierta narrativa que ha hecho de la carretera una metáfora del colapso de nuestra cultura. Una narrativa que, como explica Figueroa, inaugura la imagen de la carretera como lugar de búsqueda y tránsito, como viaje por una urbanidad derruida y una sociedad que ha colapsado, como senda o destino en que se estructuran los restos de la humanidad. No es extraño tratándose de un escritor que se ha definido, antes que nada, como un voraz lector de novelas y que ha utilizado formas y procedimientos narrativos en todos sus libros. Sin embargo, la conexión más profunda con esta literatura radica en la identificación con ese viaje por los territorios derruidos de nuestro mundo. Encuentro este pasaje de La carretera de Cormac McCarthy: El frío y el silencio. Las cenizas del mundo difunto trajinadas de acá para allá por los crudos y transitorios vientos en el vacío. Llevadas, esparcidas y llevadas de nuevo. Todo desencajado de su apuntalamiento. Sin soporte en el viento cinéreo. Sostenido por una respiración, temblorosa y breve. Este libro, su viaje, circula por ese mismo mundo desencajado, por ese mundo difunto del que sólo quedan cenizas.
Escribe Alexis Figueroa: El proceso del arte como un «trabajo» sobre la realidad, antes que el resultado de una ascética de la percepción. No hay «lenguaje» que no pueda y no deba ser saqueado por la poesía. Porque, en suma, el lenguaje es nuestro ataque y defensa, la posibilidad de ser de otra manera, en el enlace entre nombre y nombrado. Me parece que estas palabras encierran una definición profunda del arte de la palabra comprendido como una forma de investigación de lo real. Una investigación que puede echar mano a todo tipo de recursos, libertad que siempre ha caracterizado los trabajos de Alexis Figueroa. Todo, absolutamente todo es material para la poesía, escribió alguna vez William Carlos Williams. Esa es la lógica de construcción de este libro, la forma de articular su lenguaje, su manera de atacar y defender.
Desde luego, hay muchas otras cosas en esta carretera. Muchos muertos, sobre todo. Muchos muertos y muchas preguntas. ¿Has oído en la noche,/en la carretera oscura, los camiones? No sólo los camiones, sino también un conjunto de voces es lo que se escucha en estas páginas. O mejor, peregrinos desplazándose en busca de una voz. Como escribe Figueroa: Otra voz, alguna voz,/para ser fuertes en el fin de un viejo siglo,/un siglo confundido de silencio y soledad.
Un par de ideas más, brevemente.
Este libro, que alguna vez se llamó simplemente Carretera, lleva un subtítulo interesante: Notas de un sobreviviente de la poesía personal. Hace algunos años, en una entrevista, Figueroa ya hablaba sobre este asunto: las grandes dudas del artista frente al concepto del yo cartesiano y la búsqueda de su fragmentación en una especie de galería de espejos. Creo que este empeño permanente por fragmentar o descentrar el sempiterno yo lírico está también en estas páginas. Como escribe él mismo, el poeta tratará de ser muchos para no asustarse tanto. Pues, antes del yo, confía en las voces que hablan en su yo. Este libro es también esa pluralidad de voces, el efecto de reflexión y refracción del ego en los espejos de esa galería.
Finis Térrea. Apuntes de carretera, confirma a Alexis Figueroa y su proyecto como uno de los más interesantes de nuestra poesía actual. La carretera es la vida, afirma Dean Moriarty en un pasaje de En el camino. Leer estas páginas es hacer el viaje por esa carretera vital e histórica que no tiene paisajes hermosos sino escombros y ruinas a su vera. La poesía verdadera siempre ha sido eso, una carretera perdida. Viajar por ella con una maleta y una hoja de papel en la mano. Dejarlo todo y, a pesar del derrumbe, lanzarse a los caminos.
Valparaíso. Mayo de 2014