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Finis Térrea, apuntes para un análisis retroapocalíptico
Finis térrea: apuntes de carretera. Alexis Figueroa. LOM Ediciones, 2014

Por Oscar Vidal


 



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Un hombre, el viajero, uno que observa. Es éste quien comparte la Finis Térrea. Sabemos que el mundo antiguo sucumbió ante el viento y sabemos poca cosa más acerca de los días pasados, por desconocimiento o por miedo el viajero no cuenta acerca de los días que se fueron, cada tanto destapa un verso más hermético que el anterior. Podría decirse que el viajero conoció lejanamente aquello que no recuerda, por eso lo masculla como un mantra, como un acertijo. Allí nace la desolada pregunta, en el deseo de reconstruirse, esa pregunta que no tendrá otra respuesta que el propio eco de su mascullar.  Es en este acto donde el autor enlaza dos ramales que entiendo como centrales para ir desenmarañando su complejidad, uno reflexivo y otro sensorial; el primero es el campo filosófico y abstracto, que el poeta maneja como una herramienta tensa y calibrada, con una apreciación sagaz de las densidades éticas de la condición humana durante el supuesto fin de los días; el segundo es un hablante sensitivo, sensible a la naturaleza, atento, por cuyos ojos se observa un mundo construido de luces, de agua, de paisajes, de acciones cotidianas. El viajero toma el paisaje como un referente para su identidad humana, se sabe por cuanto se relaciona con un paisaje y reflexiona inserto en él, como parte de él.

Este hablante, que posee estas dos vías complementarias de relacionarse con el mundo, es quien nos muestra la carretera como un símbolo: La carretera no sólo corre entre dos puntos, es un espacio denso, irrefutable, muy diferente del camino, el cual dice más del caminante, es decir, de los aspectos subjetivos de la relación que establece el camino con la experiencia humana. Por el contrario, la carretera constituye una obligación en sí misma, es una construcción que adquiere una situación espacial que constriñe a la civilización que las ha creado, que parcelan la realidad y limitan la interacción subjetiva de aquel que entra en relación con ella. Allí ancla el poeta uno de los símbolos centrales del libro, la carretera viene a convertirse en un símil de la historia, la carretera como la historia, por los libros pasó el río del mundo, nos dice Figueroa. Los libros atrapan fragmentos de experiencia humana, es decir: la memoria. Así como las carreteras se imponen para constreñir la unión entre un sitio y otro, haciendo rígido al camino; así la historia endurece a la memoria, la tensa.

El viajero de la Finis Térrea, como nosotros, escinde la memoria y la historia. La memoria es el camino, la emoción, lo sensitivo y esto es atesorado como lo intimo, el poeta es entonces capaz de mostrarnos trazos de sí mismo. La carretera, en cambio, es el espacio donde el viajero reflexiona, recrea hipótesis, bate sus ideas y se cuestiona. La carretera es lo que vincula al poeta con la historia del mundo, y de la poesía, aquello que fue atrapado en los libros, lo abstracto, los restos de la antigua civilización que el viajero puede aún atrapar, allí no hay espacio para reconocerse, allí surge la pregunta más intensas de la obra: ¿quién?

El poeta nos propone un apocalipsis atemporal, que es vivido también en la relación de la persona con su día a día, sin soluciones antojadizas, sin recurrir a lo heroico, a eso que doblega la mano del destino. El viajero es uno que concibe el mundo a partir de sus sentidos, en contacto intimo con su experiencia y, que partir de esto, propone las reflexiones y las preguntas, no las certezas. Las preguntas son caminos y las certezas son carreteras, podríamos decir.

En esta tensión, en estas dos vías del conocimiento, se reconoce la acertada trampa de Alexis Figueroa. No es sorpresiva la aterradora lucidez del poeta mayor de Concepción. No lo fue hace treinta años, cuando nos mostró los rastrojos de la agonía capitalista en las flores malsanas de la Vírgenes, ese mensaje es actual y contundente. No es sorpresiva la lucidez que hoy nos convoca para reconocer en Finis Térrea: apuntes de carretera, un libro clave para pensar la inteligencia de la poesía. Una poesía que pone en dialogo a mundos traspolados, otras realidades, que por tanto nos permite acceder a otras formas de conocimiento. Una poesía, como la de Alexis Figueroa, que tensiona y que es despiadada y certera en la exposición de la condición humana.

Concepción, agosto de 2014.



 



 

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