Se ha llamado "cultura de la cancelación" a un fenómeno que consiste, tal como su nombre lo indica, en una radical operación de tarjado, de borrado, de desaparición de la órbita social y cultural de toda memoria de una persona, su obra y sus logros. Esta cultura, hija de las redes sociales, tiene antecedentes muy viejos, entre los que sobresalen la brutal Inquisición católica, así como una variada gama de asesinatos de imagen y recuerdo público muy propios del estalinismo soviético, el mismo que, lleno de entusiasmo y vigor, se arrastró en Cuba durante toda la interminable dictadura castrista que comenzó el año 59. Fue aquello el paraíso de las fotos retocadas, donde los personajes aparecen y desaparecen por obra de magia.
No es necesario ser una persona conocida o especialmente relevante para verse de pronto escrachado o funado (palabra del mapudungun que significa "podrido") por un comentario "inadecuado" generalmente en relación a las nuevas posiciones respecto de minorías sexuales o raciales, o en torno a equis coyuntura política especialmente
sensible. Cuidado: hay que irse con pies de plomo antes de abrir la boca o escribir alguna lesera, porque siempre habrá un comisario de la conciencia que puede estar escuchando. Basta con que alguien se entere de lo que tal o cual dijo en una reunión de amigos, con una cerveza en la mano, para que ese desprevenido se gane una desaparición forzada de todo espacio público y vea su economía asfixiada por completo y su pasado sometido a una intensa revisión y transformación, ya que en medio de la sociedad líquida el pasado no está quieto, se mueve, respira y puede ser rehecho a la medida de su falta.
Un caso ilustrativo es el de nuestro paquidérmico poeta Neruda, quien supuestamente escribió unas memorias donde recuerda y comparte con el lector un acto ominoso: viviendo en Oriente habría violado el vate a una indefensa mujer tamil. Pasó el tiempo hasta que alguien descubrió, en pleno vigor de las luchas feministas, la envergadura del pecado, la falta imperdonable del poeta. Pues bien: hoy Pablo Neruda se encuentra en franco proceso de desaparición de un olimpo donde reinó en gloria y majestad. Sí, el gran e intocable Neruda ha sido cancelado, y con él su Residencia en la tierra, su magnífico Canto general y hasta sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada. De nada le ha valido su Premio Nobel, ni su compromiso político. Hoy Pablo Neruda es considerado un "mal bicho" que violó a una indefensa mujer nativa y, como si fuera poco, abandonó vilmente a su hija enferma de hidrocefalia; por tanto, hay que echarlo al abismo.
Los expertos Edixela Burgos y Gustavo Hernán Díaz han señalado que "el cancelador de oficio es un vengador muy astuto. Se escuda detrás de la democracia, de la libertad de expresión, finge ser un sujeto moral, habla de justicia y Estado de derecho, retórica para cautivar a adeptos. Influencia y tendencia. Cuenta con miles, millones de seguidores. Es un ser digital, viral y carismático".
Así que ojo con lo que dice o piensa, incluso con sus sueños húmedos: no vaya a ser que se le aparezca el cancelador.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Furia de canceladores
Por Antonio Gil
Publicado en Las Últimas Noticias, 12 de noviembre 2022