Proyecto Patrimonio - 2020 | index | Alejandro Godoy |
Autores |






 




Respuesta a Gonzalo Muñoz
sobre una posible renovación de las lecturas de la Tierra Baldía

Por Alejandro Godoy



.. .. .. .. ..

Un texto de Freud sobre los recuerdos encubridores muestra cómo lo traumático actúa a través de desplazamientos. La simplicidad del autor para expresar una idea provoca interés inmediato: del recuerdo que provocó una fisura en el psiquismo nada se sabe, lo encubre otro recuerdo, de escasa importancia, a través de un vínculo asociativo. Por eso se define en la memoria el color de un animal con afecto, la claridad de un paisaje, y no la muerte de un ser querido en la infancia. Los paisajes en poesía siempre me han llamado la atención, tanto que he llegado a abusar de ellos, del neobarroquismo cubano y sus variantes más al sur del continente, con las que se fascinaron varios críticos de gobiernos post-dictatoriales, identificándolas con luchas Queer, del VIH, etc. en los prólogos. Yo jamás leí el prólogo de un libro o un pie de página. Derechamente no disfruto los textos críticos. En un lanzamiento de Andrés Azúa, los presentadores hablaban de cabros del sename rapeando en el metro, o definían la poética como una catana que cortaba el viento de Punta Arenas. Poco mostraba la presentación sobre la melancolía en las imágenes del libro. Con Andrés un par de veces hablamos de eso, borrar los primeros planos del dolor, valorar los detalles, lo insignificante, y eliminar el tono filosófico (en ese tiempo había gente que comenzaba sus poemas citando a Nancy). La pertinencia política de la literatura no tiene que ver con el orden de lo visible, del explicitar, hacer una pedagogía del horror o su contrario, una oda metafísica. Hay algo subversivo en los poemas que logran traer el desastre político sin esos primeros planos. Un poema japonés que habla sobre un pescador quitando la nieve de una red, mientras los campos de arroz se deshojan, no habla de ese hecho en sí mismo, un gesto implícito trae a la esposa muerta del pescador sin nombrarla abiertamente en el poema, es decir, trayéndola en su forma pura. Los poemas de Celan —los cabellos de mi madre nunca envejecieron— o los haikús logran eso. La nieve en las novelas rusas muchas veces tiene que ver con la evocación de la infancia, refulge hasta quemar la vista. La tranquilidad de la nieve en la literatura japonesa posee un gesto diferente, necesario para que después de la destrucción las cosas sigan su curso, pero, como decía Dazai, esa renovación puede bien no llegar nunca. Mi falta de melancolía y creatividad se vio compensada con esa simplicidad psicoanalítica. Recuerdo que un poeta X, después de una lectura en Bustamante, gritaba interrumpiendo a medio mundo. Cada cierto tiempo le pedía a su novia que hiciera con él un “coala”, mientras unos cabros de la humanismo cristiano, de esos que tienen una fijación con los viejos (o los sacralizan o los agarran pal hueveo), le avivaba la cueca y le pagaban las chelas. En esa ocasión le pedí que bajara el tono, yo estaba como organizador de esa lectura. Entonces me tiró una moralina sobre la fidelidad que debían tener los poetas para con los poetas, comparando la literatura con un ring de boxeo, hablando sobre las derrotas sindicales y —sin saber muy bien cómo— terminó haciendo referencias al tamaño de su pene. Cierto aire culposo lo hizo irse del bar. Años después lo vi comentar una foto en una red social, donde decía que cualquier poema que hablase sobre oler un calzón, mientras el “hablante lírico” se prepara una piscola, también es político por lo provocador, políticamente incorrecto. Me hizo preguntarme por qué las lecturas necesitan gente así y hasta qué punto los espacios de encuentro, colectivos, pueden ser apropiados por este tipo de individualismos. En el funeral de Lemebel un cabro de la JJCC hacía flamear una bandera mientras un superior del partido le decía “hácelo más fuerte cabro culiao para que cuando venga la TV todos sepan que Lemebel era del PC”, él sonreía nervioso. Con la derecha, a la cual le gusta administrar la cultura, la misma que se opone con tenacidad a “jugar con Dios en la poesía o el cine, incluso en la arquitectura”, como escuché al director del área cultural de una universidad privada mientras me mostraba una biografía de juan pablo segundo, pasa lo mismo. Tengo estas escenas, que alguna vez escuché romantizar, como dos extremos que se tocan. Se trata de lo irreflexivo en los espacios, a través de lo pintoresco, pero también en el poema, a través de la mera denuncia, o la denuncia de la denuncia “¡ser pobre es un negocio, ser mapuche es un negocio!”. Una posible renovación de las lecturas de la Tierra Baldía tendría que ver, precisamente, con la política de lo baldío: lo inútil, sin importancia, los detalles encubridores, capaces de desestabilizar una obra.



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2020
A Página Principal
| A Archivo Alejandro Godoy | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Respuesta a Gonzalo Muñoz sobre una posible renovación de las lecturas de la Tierra Baldía.
Por Alejandro Godoy