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ALEXIS GÓMEZ ROSA O LA POÉTICA DEL VER LO COTIDIANO

Diógenes Céspedes
Revista Vetas Nº 52, diciembre de 1999.



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En el mundo de la cotidianidad de hace más de treinta años existió un célebre concurso donde preguntaron una noche quién era el autor de la frase: “Una cosa es mirar y otra es ver lo que se mira”.

Olvidé para el resto de mis días, después de cierto tiempo, el nombre del autor y el dato bibliográfico donde la cita se hallaba. Porque ese es el efecto inmediato de la cultura capsular que el mundo oficial de ayer, de hoy y de mañana canaliza a través de los diferentes medios de repandir ideologías.

También muchos de ustedes recordarán una célebre columna de la revista Selecciones, la cual circula todavía hoy por el mundo con iguales propósitos ideológicos, pero que era lectura obligada durante la era ominosa, como dice el clisé. La columna de marras se titulaba “Citas citables”. Así se entendía la cultura en el mundo cotidiano de las competencias de salón.

¿Cómo me ha venido a la remembranza la dichosa cita a propósito de este libro de poemas de Alexis Gómez Rosa? Supongo que como efecto sintetizador de cultura a que está obligado todo sujeto que piense para transformar su práctica específica, no para creer. Muy repandida está hoy en nuestra cultura y en otras latitudes esa ideología de que hay que aprender, saber y conocer para creer. El poema y su crítica operan radicalmente de manera diferente.

Sé que toda la vida de Alexis Gómez se desliza en esta obra suya que ahora comienzo a presentarles. Pero cuán huidiza se hace en un poeta verdadero la relación vida / obra. Al no ser ella pertinente, las briznas de biografía del poeta se amalgaman, como sentidos, con las vidas de los héroes o personajes de cada secuencia o frase poética. O con el poema mismo, que es escritura y no imitación de la vida del poeta o de cualquier otra vida.

Incluso los recuerdos de otras vidas que aparecen en tal o cual poema de Alexis Gómez Rosa son fantasmas que las referencias a nombres de personas realmente existentes pluralizan en el trabajo semántico.

Insisto: incluso cuando el poeta Alexis Gómez Rosa, como lo hizo Borges en “El nadador” y lo han hecho tantísimos escritores, inscribe su propio nombre en un texto poético determinado, esa inscripción misma está subordinada a la lógica del significante poético, no a la lógica biográfica o a algún suceso de la realidad cotidiana o histórica.

He hablado hasta ahora del libro, de obra. Pero en realidad, el texto que estoy presentando tiene las dos caras de Jano. Se trata de dos libros de poemas en uno. Un enigma tipográfico, pues no hay indicación cronológica de cuál de los dos es el primero.

Jeannette Miller jugó menos al enigma con esta treta tipográfica porque en su Fichas de identidad/ Estadías, el segundo libro contiene los poemas perfectamente fechados, mientras que el primer libro es una memoria anterior. En cambio, en Opio territorio y Cabeza de alquiler, reunidos bajo el título genérico de Contra la pluma la espuma, sendos libros contienen los poemas escritos por Alexis Gómez entre 1980 y 1986. A los futuros alexólogos les dejo la tarea de establecer la cronología exacta de la escritura de cada poema. Tarea un poco difícil y hasta inútil por dos motivos. Alexis es una especie de personaje de múltiples personajes (como los de Borges) que casi no deja huella de sus depredaciones poéticas: en su pelamen lleva briznas de Tom Castro, del asesino de la montaña, de un jugador babilónico, de don Illán de Toledo, de un gaucho acuchillador, de un Juan o Johannes Dahlmann; en fin, de todos los protagonistas de historias truculentas, pícaras y villonescas.

Alexis Gómez Rosa es el poeta dominicano que más ha sabido metamorfosear su vida biográfica para acomodarla al estado poético en el cual él ha vivido siempre la poesía. De ahí su escaso narcisismo. En un principio, por los años 66, era Johnny Alexander Gómez, poco después pasó a ser simplemente el poeta Johnny Gómez y después de mi regreso al país en 1980 me lo encuentro firmando Alexis Gómez Rosa. Pero eso no es nada; poco después, cuando se instala definitivamente en Nueva York, entonces se nos presenta como Alexis Gómez. ¿Cuál será el próximo cambio? Ni él mismo lo sabe, pues en este odio que le presumo contra el nominalismo, para ganar en la lotería de la vida, hay que cambiar continuamente de nombre, como cambia de sentido el poeta.

Pero quién sabe si el nombre que nos da el poeta en la ficha biográfica que acompaña a los dos libros de poema se convierta más adelante en un simple y castizo Juan Alejandro Gómez Rosa, y ya no pueda seguir huyéndole más a la cotidianidad del nombre y al lenguaje ordinario que lo sostiene, aceptando por fin su verdadera acta de nacimiento.

Para mí me figuro siempre a Alexis Gómez Rosa como un poeta. Es el único de los poetas de posguerra que vive continuamente en un estado poético. Hasta en su vida personal cotidiana él es todo un esbozo de un futuro poema.

En los dos libros suyos cada poema es un ver lo cotidiano desde una lógica de lo poético. Sus poemas, paradójicamente, porque si el habla es un oír acompañado de gestos y contextos, la escritura sólo puede recurrir al oír y a los gestos y contextos; pero estos últimos tienen que ser explicados por un metalenguaje. La grafía es un ver. Tan pronto la vemos y tratamos de entenderla deviene un oír sonidos y luego fonemas, aunque sean fantasmas si no los acompaña la lectura en alta voz.

No voy a realizar un escarceo de los incontables títulos de poemas de los dos libros de Alexis Gómez Rosa donde el ojo del sujeto que escribe y se escribe en los poemas, y a sus lectores también, despliega una intensa actividad visual. Pero lo digno de este ver, importante en el surrealismo con Eluard (Donner à voir), no es poner al lector a contemplar a la gente, al mundo y sus cosas en su positividad, sino, al contrario, ofrecernos el lado conflictivo, la excrecencia y creencias que la sociedad afirma con mayor vigor.

En el recorrido crítico de casi todos los poemas de estos dos libros se advierte en el poeta un saber poético y extrapoético que lo colocan en un sitial de preeminencia con respecto a muchos de sus coetáneos o a sus compañeros de generación. Lo cual revela en Alexis Gómez Rosa una dedicación completa a la poesía y a todos los saberes de los cuales ella se nutre.

El viaje, como aventura imaginaria e intercambio con otros sujetos objetivamente fuera de los pequeños narcisismos de la koiné, ha contribuido mucho a este ensanchamiento de la inteligencia del poeta. Las limitaciones de nuestro medio conspiran contra el despliegue salvaje de la imaginación. La obra de quienes han salido huyéndole a este ambiente de asfixia están ahí para probarlo. Sólo dos ejemplos: Pedro Henríquez Ureña y Manuel del Cabral. Y hay que irse joven, como lo hicieron ellos, como lo hizo Alexis Gómez Rosa. Pero a condición de dedicarse a tiempo completo a la tarea antiutilitaria por excelencia que es la poesía.

Con este libro, doble Jano, Alexis Gómez Rosa comienza su entrada a la poesía de su sociedad y su cultura por la puerta grande.

 

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Diógenes Céspedes es ensayista, crítico literario, narrador y poeta. Nació en Hato Mayor del Rey el 28 de mayo de 1941. Se graduó de periodista en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ha publicado 17 obras de las que se destacan: Escritos críticos (1976); Seis ensayos de poética latinoamericana (1982); Lenguaje y poesía en Santo Domingo en el siglo XX (1985).



 



 

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Por Diógenes Céspedes.
Revista Vetas Nº 52, diciembre de 1999