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ALEXIS GÓMEZ ROSA O LAS PALABRAS EN LIBERTAD
New York City en tránsito de pie quebrado, de Alexis Gómez Rosa

Por Manuel Núñez Asencio

 




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Pocas veces nos encontramos frente al caso de un hombre que ha llevado la poesía con la dignidad de una pasión vital y un sacerdocio. Hay en Alexis Gómez Rosa esta dualidad: es un poseso del decir poético y, al mismo tiempo, un monje esclavo. El placer y el deber parecen concretarse en su persona. El placer, porque el poeta mantiene sensuales relaciones con el poema, y el deber, porque ha puesto su destino al servicio de su arte.

En ambas instancias se realiza su ser. Hombre y poesía no pueden concebirse el uno sin el otro. Este extraño caso de posesión, sin desmayos, lleno de estallidos fulgurantes y de hallazgos del lenguaje, es el que ha hecho posible que este poeta haya realizado una obra densa, amplia y continua que le ha llevado a difundir su obra en Estados Unidos, España y la América hispana.

Como todos los jóvenes que comenzaron a publicar sus versos luego de la guerra de abril de 1965, acontecimiento emblemático en toda la literatura dominicana, Alexis Gómez estaba imbuido por los influjos de la literatura comprometida, cuyas huellas quedaron diluidas, en muchos casos, en la propaganda.

Sin embargo, en lo que toca a Gómez Rosa, estaba penetrado por un encantamiento que impidió que el poeta naufragara en la poesía oratoria y que se dejara arrastrar por la grandilocuencia que vivía en ciertos momentos históricos al observarse en toda su trayectoria poética desde Oficio de post-muerte (1973), Pluróscopo (1977), High Quality Ltd. (1985), Contra la pluma la espuma (1990), Si Dios quiere y otros versos por encargo (1997), y, desde luego, en el libro que comento en estas apostillas, New York City en tránsito de pie quebrado.

El poeta no se dejó encandilar por las tesis y los cantos de sirena. Porque es un poeta del instante. Se entrega a las ensoñaciones sonoras, desembarazado de las mancuernas de la significación y guiado por estrambóticas asociaciones de palabras. Al leer sus poemas, tenemos la sensación de penetrar en un caos en donde las palabras parecen convocadas a una fiesta de los sentidos; se independizan de su ser corpóreo para volverse encantamiento, sonoridad, pura materia fonética o gráfica, abandonadas en el desierto de un mundo que parece reinventado y congregado en el poema.

¿Cuál es el objetivo de la palabra poética en Alexis Gómez? Ya lo hemos dicho: en Alexis Gómez Rosa las palabras no están encorsetadas a los significados. El lenguaje se convierte, pues, en vibración y conquistas de un mundo nuevo. Si algo puede definir este modo de hacer poesía, es la palabra en libertad. En unos versos el poeta nos arroja estas luces:

En la estafeta de correos puse una carta, una carta vacía. Si está vacía no es una carta, es un papel y no merece ningún comentario.

Como se ve, el lenguaje parece desmigajado, minado en sus fundamentos. El poeta nos habla desde un metalenguaje, desde el mirador de una razón que le sugiere nuevos derroteros. Esa singularidad lo vuelve hermético en el procedimiento. Su poesía está concebida como una paradoja. Es al mismo tiempo un laberinto construido en la tramoya de una sintaxis y una dicción poética, llena de secretos y es, además, la irrupción de un lenguaje que revela las voces: los guiños orales, los refranes, los estribillos, las pausas, el sonsonete… En resumidas cuentas, los lenguajes en los que el dominicano ha encontrado su ser.

Un acto de dispersión

Estamos, pues, ante una poesía que es sentida muy próxima de lo que nos es querido y considerado como propio, del hontanar en el que se ha fraguado nuestra memoria (a la vez lejana), porque el poema en Gómez Rosa pasa por las horcas caudinas de una desconstrucción de todas las menudencias cotidianas. En cada poema campea por sus fueros una voz metida en los entresijos de las discontinuidades, empalmadas por asociaciones sensoriales: paralelismos, metonimias, ritmos surgidos de alegres apareamientos sonoros. No cabe duda: el poeta es propietario de una panoplia de imágenes y procederes que convierte el acto de la poesía en una dispersión, como la que opera en los cuadros de Marcel Duchamp o la que vemos en los lienzos de Francis Bacon.

La comparación no es desproporcionada. Al igual que estos grandes artistas que desconstruyen la realidad con sus pinceles, que desguazan un rostro o una ciudad en un cuerpo, y lo dispersan en el vacío, creando realidades mentales, Gómez Rosa  congrega una polifonía de las voces que ha ido recogiendo. Una poesía que permite una doble lectura: la del universo mental recreado como tragedia, como parodia, como búsqueda, y la de una festiva explosión versificada, un lenguaje que rechaza las cosas, que, para constituirse en forma poética no copia el orden lógico del pensamiento, sino que se desgarra hasta hacerse jirones, hasta renacer como creación.

Alexis Gómez Rosa se propone cumplir con los preceptos planteados por Mallarmé. Quiere libertar la palabra de su antiguo perfume, libertar el sentido cautivo de las cosas. Extraerlo con un lenguaje que será siempre autónomo, oblicuo, superfluo, elíptico hasta volverse aproximación. Esa lengua gastada, prostituida en los coloquios, es el barro virginal cuando es transfigurada por los procederes del lenguaje poético. De ello son prueba estos versos de estructura ternaria:

Yelidá gozará un mundo
Berenice gozará un mundo
mi amiga Betty Grullón
se llenará la boca al
pronunciarla
(Canastel).

Al construir la expresión en paralelo se echa de ver el lenguaje cifrado: gozar un mundo trae en su crisálida un sentido enriquecido de connotaciones. En algunas ocasiones se trata de utilizar en contexto poético frases sentenciosas que hemos escuchado en nuestra oralidad; sacarlas del lugar común y elevarlas al pedestal de la poesía.

La poesía de Alexis Gómez Rosa  indaga, naufraga, duda, nombra, transforma; es ocultamiento y revelación de las realidades empotradas en la memoria biográfica. El recuento de las horas, de las monotonías de las rutinas, adquiere una dimensión monumental al someterlo al caos y a la libertad. Gómez Rosa es poeta del instante. Por ello, entre los logros de este libro está el ensanchamiento de la visión poética, merced a los procedimientos del haiku japonés. El haiku practicado por el poeta dominicano es un desdoblamiento de la mirada. He aquí algunos ejemplos:

El camino se recoge
en la mirada: nos abraza el
horizonte.

A partir de este procedimiento el poeta comienza a disociar las imágenes de la realidad para descubrir debajo de esta mascarilla, otra realidad, hecha de pensamiento, de valoraciones, ironías. Prueba de ello, es este espécimen:

Y en la perversa fotografía,
el guiño
de tus ojos balandros quedó
fuera.

Al hilo de estos procederes, podría dar la apariencia de que la poesía de Alexis Gómez Rosa queda encastillada en la redención del lugar común a la categoría de monumento poético. Pero no es así. El poeta sabe meter la sonda, llegando a concretarla en poemas cuyo examen revela una comprensión de la complejidad del pensamiento y de su capacidad para trascender las menudencias cotidianas:

Todos piensan.
En esta ciudad todos piensan (full time),
ovillándose hasta finalizar en nudo (…)
El pensamiento a todos toca por igual.
Se alarga en tu cabeza
para ahuecarse en la mía, con náuseas
y temblores, los pájaros
que se desprenden de las ideas.

Cuando desmenuzamos este libro, nos hallaremos en esta fiesta de los sentidos en la que el lector podrá columbrar entre reverberaciones de una sintaxis juguetona, regida por el caos de las voces y los hallazgos del lenguaje cotidiano, la expresión de un poeta que enlaza sus emociones con realidades mentales. No cabe duda de que los lectores de New York City en tránsito de pie quebrado, una vez que penetren en este universo hermético y popular, que es templo y falansterio al mismo tiempo, podrán desmenuzar sus calidades poéticas.

La calidad literaria es un don escaso. Al nombrarla, no estamos invocando el amparo de los dioses ni una concesión de los críticos ni una gracia de los amigos. La calidad poética que nos demuestra Alexis Gómez Rosa en este New York City en tránsito de pie quebrado estriba en la capacidad de sugerir asociaciones, de profundizar en las posibilidades de la lectura, de enriquecernos y de remover con su voluntad de estilo, las aguas quietas de tradición.

 

Listín Diario
11 de diciembre de 1999

 

 

Manuel Núñez Asencio nació en Santo Domingo, República Dominicana el 12 de agosto de 1957. Es Licenciado en Lingüística y Literatura por la Universidad de París VIII, con una maestría en Lingüística Aplicada a la Enseñanza de la Lengua en la Universidad de Antilles Guyane. Ha sido profesor en varias universidades de la República Dominicana.
Publicó El ocaso de la nación dominicana, Premio Nacional de Ensayo, 1980 y Pena Batlle en la era de Trujillo, 2008. Tiene inédita su producción poética.



 



 

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