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«Las Corrientes Luminosas» de Claudio Guerrero Valenzuela
Ediciones Casa de Barro, 2020

Por Alejandra González Celis


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Hoy es 29 de mayo de 2020. Chile presenta una de las tasas más altas de contagio a un virus que tiene al mundo en una situación de pandemia absoluta. Unos, los que pueden, sitiados en sus casas, evitando salir para ver si así es posible evitar la enfermedad y la inseguridad absoluta, si va a haber un espacio en algún servicio de salud que permita tratarla. Otros, muchos, sitiados en el abandono que supone tener que salir igual porque hay que comer, uno y los que dependen de uno, en el abandono que supone eso de que hay que cuidarse solo porque nadie va a cuidar de ti, porque nadie quiere cuidar de ti, porque no importas, porque parece que da lo mismo que te mueras, tú, tus amigos y tu barrio completo. Con un gobierno lleno de asesinos, porque no puede llamarse de otra forma, a aquellos que han privilegiado el bolsillo por sobre la vida, su grupo de compañeros de colegio, por sobre el país. El miedo invadiéndolo todo.

Chile es una herida infectada y supurante. Y varios, tratamos de construirnos pequeños refugios a ver si es posible sobrevivir a esta catástrofe de todos estos actos, hechos y palabras que avanzan como cuchillos mucho más mortales que el propio virus, por nuestras calles, por nuestras radios, por nuestras múltiples pantallas.

Unos acariciarán a sus hijos, a sus perros, a sus gatos. Hablarán con sus padres, escribirán cartas o correos electrónicos, pondrán un me gusta en Facebook y sentirán algo de tibieza con eso. Escucharán música, la tocarán. Cocinarán, pintarán cuadros, leerán. Escribirán.

Claudio Guerrero decide escribir un libro, decide prepararlo, decide llevarlo a una imprenta en tiempos en que eso parece como arrastrase en un campo donde te están disparando por todos lados. Y más encima decide titularlo “Las corrientes luminosas”.

Elige con cuidado la portada. Es el cuadro que su abuela ya muerta pintó en esos tiempos pretéritos y que tenemos colgado en el comedor de la casa. Porque hay flores pintadas en la muerte, hay flores tenuemente iluminadas, hay belleza rosa pálido y hay amor.

Un refugio que se hace pese a todo, que se insiste en hacer porque no se puede no hacerlo.

Lo manda a los amigos, recibe tremendos informes repletos de palabras de seres que igualmente delirantes se toman con toda seriedad esto.

Y además nos propone hacer un lanzamiento que es lo que nos tiene a todos, extrañamente reunidos a través de nuestras pantallas, quizás más juntos que antes, aunque nuestros cuerpos estén condenados a la lejanía. Y eso por cierto no es mérito de zoom que es una empresa que se está llenando los bolsillos a cambio de nuestra necesidad de conexión. Es mérito de la palabra, de la palabra que obstinada nos dice, no puedes no usarme, tienes que escribirme tienes que hacerlo, tienes que decirlo, porque el mundo se hace pedazos y ahí están nuestras palabras para sostenerlo y para hacerlo pedazos para traer otro que si nos sostenga. Palabras que caen por todos lados, las que leemos en las noches esperando encontrar algo, las que obcecadamente seguimos escribiendo, nosotros, los amigos, los libros que son otros amigos. Esas palabras que no nos pueden quitar, que no nos han podido robar, que no las pueden silenciar. Como dice Stella Díaz Varín: Porque una sola será mi lucha/y mi triunfo /encontrar la palabra escondida

Como dice el mismo Claudio:

Nosotros
Un pequeño grupo de gente oscura
Que no dará demasiado que hacer
a los historiadores
la verdad entera
es mucho más trágica
aún más espantosa

Escribir
Escribir siempre
Algo a todas luces insensato
Hablar siempre
No callar
Estar en paz
Por haber testimoniado

Este libro es para mí una insensatez mayúscula y tan, tan necesaria. En tiempos en que se reparten unas vergonzosas canastas de mercadería insuficientes por la misma mano que ha negado el alimento. En tiempos en que nosotros llenamos otras, cuidadosas, dignas, así como llenamos ollones con tallarines y con porotos para darnos de comer. Claudio trae un libro que toma el mundo y lo vuelve a escribir para mostrarnos la memoria del país y de su casa, la dictadura espantosa y el asesinato a Neruda. Nos trae a Lorca, la Pizarnik y Lira, nuestro hijo que siempre tendrá 9 años. En que nos lleva por  esas corrientes luminosas por donde anda la vida, la muerte, el abismo, risa y pequeñez tremenda, que entran como palabras pero al decirlas van haciendo aparecer lo imposible:

Aquí la madera no quema
Aquí no entran gases lacrimógenos ni perdigones
Aquí los balines de metal no cavan ningún ojo
En esta trinchera
Trazamos un abecedario digno
Que nunca nos dejará ciego

 

Viña del Mar, 29 de mayo 2020



 

 

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«Las Corrientes Luminosas» de Claudio Guerrero Valenzuela
Ediciones Casa de Barro, 2020
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