Proyecto Patrimonio - 2008 | index | Andrea Jeftanovic | Autores |


 

Andrea Jeftanovic
"La infancia es una edad feroz"

Por Paula Coddou B.
Revista Cosas, Chile, 16 de junio de 2000

Con un lenguaje cuidado que envuelve y no da tregua, la primera novela de esta socióloga, "Escenario de guerra", habla de sobrevivientes, de memoria herida y del mito de la niñez como un lugar seguro.

Hay que leer a Andrea Jeftanovic por el sólo placer de leerla. Porque no da tregua en una sola frase, a veces fustiga, pinta con las palabras y dibuja con las letras mientras va cociendo un lenguaje que se convierte en el principal hilo conductor. Su historia es de sobrevivientes, de la búsqueda de la identidad, de minorías del alma y del mito de la infancia como un lugar seguro.

"Escenario de guerra" es su primera novela, donde hay un padre con la memoria herida y con una vida que se detuvo a los nueve años por la guerra, una madre que teje prendas amorfas y tres niños que toman palco desde un sillón de felpa azul para observar la relación de sus padres. "Comienza la función de mi infancia", dice la protagonista y fija distancia para observar la puesta en escena de una existencia dramática como única arma de defensa. Algo a lo que también debe estar acostumbrada Andrea Jeftanovic por su formación de socióloga.

Llama la atención que esta mujer menuda, muy sencilla, de una suavidad que le quita densidad hasta al juicio más rotundo escriba de una forma donde el agobio y la angustia se palpan. Otros de sus relatos han formado parte de las antologías "Música ligera" y "Desafueros" y con esta novela, "Escenario de guerra", obtuvo el primer lugar en los Juegos Literarios Gabriela Mistral.

Su escritura es intuitiva y el nudo de la narración son las palabras, gatilladoras de imágenes poéticas, con viajes en el tiempo. "Por la idea del trauma, la linealidad se pierde. Porque tener una memoria traumática implica no poder constituir el relato con orden", señala Andrea. Y de eso trata el libro.

La novela se inicia citando a la escritora Virginia Woolf -a quien lee con profusión- y al Premio Nobel búlgaro Elías Canetti, que refleja la melancolía y fuerza de los autores de Europa del Este que tanto le gustan a Jeftanovic, y que rompe también en su obra el mito sacro de la niñez feliz.

Nació en Santiago en 1970. Es socióloga de la Universidad Católica de Chile y trabajó en Tironi y Asociados. Actualmente realiza un doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de California, Berkeley, donde vive con su marido arquitecto.

La escritura la tuvo integrada desde que era una niña muy introvertida, era su lugar de expresión. La protagonista de su novela, Tamara, dice "fundé mi patria en un cuaderno azul" y a Andrea también le costó definir quién era. Su papá es yugosvalo -serbio- y su madre, búlgara. "Mi madre es judía, mi papá, no. Tenía un gran enredo sobre quién era y siempre me dijeron ‘elige tú’: la religión, dónde te identificas. Y en un Chile homogéneo, donde es fácil ser bicho raro, tenía rollos con los grupos de referentes. Tenía un grupo de amigos judíos pero tampoco me sentía tanto de ahí, en el colegio me pasaba lo mismo. En Chile hay muy pocos judíos y no hay cultura de religiones distintas. Unos te miraban raro, te preguntaban cosas extrañas, siempre había bromas muy pesadas o les dicen a los otros niños que uno es distinto. Quizás ahora te lo pasas de vuelta, pero a los 10 años lo sientes muy adverso. Y le puede pasar a los negros, a los asiáticos, hay poca tolerancia a otras culturas. Yo soy muy respetuosa porque lo pasé un poco mal por ese tema".

Escribir fue ir formando su identidad. Estuvo en el taller de Antonio Skármeta y se comenzó a tomar en serio. Ahí estaban Luis López Aliaga, Alejandra Costamagna, Nora Fernández, Marcelo Leonard y Leonardo Boscarín. Después estuvo en el taller de Diamela Eltit, otro hito, un rigor que no muchos aguantan. "Ella es bien crítica, no tiene ningún problema en decirlo pero es muy respetuosa al corregir. Muy aguda. Para mí, ella fue vital". Diamela le encargó una tarea de una autobiografía ficcionada. Ese fue el punto de partida de su novela. "Tomé elementos de mi familia, de algunos personajes que parecen fueran como mi familia, pero siempre desde una autobiografía ficcionada. No es un registro".

Aunque en el libro no hay referentes históricos, están las catedrales, la isla, la guerra que llega ahora por la televisión.

- Su tema es la familia.
- Sí, las familias de postguerra. Se trata del trauma de la postguerra y de cómo diseñan de nuevo sus existencias, las estrategias de vida que tienen a partir de la memoria dañada. Eso me interesaba. No hablar de la guerra con un discurso verbal sino a través del cuerpo, de lo que pasa con las extremidades, el cómo uno somatiza ese trauma. Cuando pasa algo así, cuando es imposible tratarlo como testimonio verbal, me interesaba hacerlo trabajar en el cuerpo. Y el teatro era un recurso donde podía hacerse la puesta en escena de este dolor, de esta forma de vivir pese a este pasado.

- ¿Con su padre hablaba el tema de vivir la postguerra?
- No, porque no se conversa. En el plano más personal, es algo que me tocó vivir de cerca por mi papá, por pertenecer a la religión judía, me di cuenta que es un tema que siempre está presente, pero que en el plano de la vida cotidiana, jamás se conversa aunque sí se nota en cómo es la gente, en sus gestos, en por qué hace determinadas cosas y otras no. Como maneja desde la economía monetaria hasta la afectiva, sexual, todo.

Las páginas de la novela esperaban desde 1995. Fue avanzando de a poco, quitándole horas a la noche, a los fines de semana. Le tocó trabajar a full, pero se tomó un año sabático y se fue nueve meses a viajar por Europa. Estudió en Madrid en una Escuela de Letras donde trabajó cuentos y guiones y luego recorrió todo el continente para terminar en Croacia y Bosnia con sus padres. "Fue muy impactante, caminando por las calles donde vivía mi papá".

La casa de su infancia tenía un mortero incrustado en la pared, como la del padre de la protagonista de su obra. "Fue así. Mi papá lo vio por la CNN como un año antes y todos los lugares de los que él tenía memoria ya no existían. El lloró mucho. Se encontró con gente que conocía a su familia. Fue muy impactante reconstruir eso y vivir la sensación de un país en guerra. No había agua, cruzar de una frontera a otra era una locura. Muy tenso", recuerda. Y aunque la novela estaba casi terminada "fue como chequear lo que yo me imaginaba que era". El año en España avanzó mucho, lo fue cerrando y la última versión -de miles de correcciones- se cerró en abril.

- ¿De dónde viene su manejo tan cuidado de su lenguaje?
- Tengo una obsesión con las palabras, por eso me demoré tanto en una novela corta. Me encantan los sonidos, el ritmo, la estética, trabajar con los sinónimos o con el campo semántico. Intenté hacer estética con las palabras, ir cosiéndolas, que quedaran como un bordado bonito.

- ¿Qué otros temas le gustaría abordar desde la literatura?
- Me encanta la sociología y no me salí saturada de eso, pero me interesa no en el mercado. Me interesan mucho las minorías y cómo se insertan en un país, qué rol tienen a través de la cultura, la literatura, el cine. Siempre me estoy fijando en estos sujetos desubicados, incómodos, eso me interesa mucho, sus estrategias, su producción cultural. Y también me interesa el cuerpo, cómo la gente somatiza, como el cuerpo puede ser un texto, una cita. Me fascina el arte, la estética.

- ¿Y después de este camino pudo armar su propio libreto, el puzzle de su vida?
- Sí. De hecho esa mezcla que tenía yo, de la que me avergonzaba y me enrollaba, hoy la veo resuelta y la llevo con orgullo. Incluso la literatura me permitió hacerme mi lugar, ése es mi centro, escribir, y eso define una parte importante de mi identidad. Mi lugar en el mundo es como escritora.

- ¿No se agobiaba con su novela mientras la escribía?
- Sí. Generalmente amé al libro pero terminé bien saturada, al final sólo miraba donde iba la coma, las cacofonías, lo odiaba, pero el proceso en general fue muy placentero. Era capaz de dejar cualquier cosa para llegar a escribir, no puedo quejarme que fuera un tormento. El libro a veces me emocionaba, me dejaba mal, me desconectaba del resto.

- El tema del miedo rodea la novela.
- Sí, es un tema importante. ¿Por qué? No sé. Pero mi postulado, lo que quería desarmar, es la idea de la infancia como un lugar feliz. Creo que la infancia es una edad feroz, en la que a los niños les pasan una serie de cosas y no tienen las herramientas ni los recursos para asimilarlas y procesarlas. Para mí era construir la idea de que era una edad llena de inseguridad, de tormentos, donde escuchas discusiones, ves cosas o donde no puedes decir, "¡ya!, mi casa es un infierno y me voy", lo que sí puede hacer un adulto. Los niños no tienen registrado si eso es bueno o malo, si es culpa de ellos o de los otros. Eso era intencional.

- ¿Su enfoque en el libro sobre el amor de pareja?
- Lo vi como consecuencia de esta vida medio traumática, de una imposibilidad de conectarse bien con el otro. Almas medio gemelas en el dolor, pero con la imposibilidad de construir algo.

- ¿Tiene ganas de sacar a flote su humor?
- Me encataría hacer cuentos divertidos, no le doy ninguna connotación peyorativa, aunque no he encontrado el registro para manejar el tema. En eso, encuentro genial a Luis López Aliaga, pero no he encontrado esa veta en la literatura. Soy medio tremebunda para escribir.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2008 
A Página Principal
| A Archivo Andrea Jeftanovic | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Andrea Jeftanovic: "La infancia es una edad feroz".
Por Paula Coddou B.
Revista Cosas, Chile, 16 de junio de 2000.