Geografía de la lengua. Andrea Jeftanovic.
Uqbar Editores, Santiago,
2007, 171 páginas.
Infortunios del amor y de la forma
Por José Promis
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 16 de Diciembre de 2007
Al leer la segunda novela de Andrea Jeftanovic, me viene a la memoria la anécdota del poeta babilónico que se quejaba amargamente porque todos los temas ya se habían agotado. Tenía razón. No hay nada más cierto que la literatura trabaja siempre con los mismos temas y que el valor artístico de una obra radica en la manera particular como son tratados, en el éxito o el fracaso que obtiene el autor cuando presenta como 
nuevo algo más viejo que el vino. El argumento de Geografía de la lengua desarrolla uno de los motivos más antiguos y reiterados de la literatura universal: el amor imposible, impedido porque el destino funesto de uno de los amantes lo ha condenado de antemano a la muerte. Para responder al desafío, la novela de Andrea Jeftanovic responde a una pregunta fundamental: "¿Cómo sobrevive una pareja en la era atómica?".
Sara y Alex se conocen a bordo de un avión situado entre el Norte y el Sur, el Oriente y el Occidente. Malestar estomacal de Alex: primer indicio ominoso del obstáculo que terminará separándolos al cabo de unos pocos años. Amor visceral inmediato a pesar de que no comparten la misma lengua. Desplazamientos de Sara hacia el Norte y de Alex hacia el Sur, sin que el hombre logre superar del todo una actitud de desconfianza hacia este hemisferio. En sucesivos encuentros que los obligan a viajar en la dirección de los diferentes puntos cardinales, la pareja se familiariza con sus cuerpos y las apetencias eróticas de Alex, principalmente, pero sin ingresar a la interioridad del otro por el obstáculo de la lengua y porque la mayor parte del tiempo la relación se lleva a cabo en la realidad virtual de internet. ¿Llegan a comunicarse realmente si sólo conocen sus imágenes mentidas de la pantalla o sus frases incompletas escritas apresuradamente en el teclado del computador? La relación, comprometida por la geografía y el lenguaje, tiene como telón de fondo, además, el terror y los altibajos económicos que repercuten en el valor del petróleo: el derrumbe de las Torres Gemelas, los atentados de Atocha y Londres, y la masacre de Beslan. El verdadero obstáculo aparece: el cáncer de Alex se desencadena. La segunda parte de la historia transcurre principalmente en ambientes de hospital, laboratorios y salas quirúrgicas. Ha llegado el momento de responder a la pregunta clave del relato.
La novela de Andrea Jeftanovic pretende observar la difícil subsistencia del amor en un mundo donde se han perdido los espacios que antes protegían a los sentimientos (ya no existen las pérgolas de flores para ocultar besos furtivos); en una sociedad que a pesar de su aparente continuidad geográfica separa cada vez más a los individuos, y en un momento histórico en que amenazas públicas y peligros solapados minan los organismos individuales. Pero las buenas intenciones no bastan. La novela se debilita por el excesivo intelectualismo que deteriora sus meritorios propósitos. Las teorías que la autora ha manejado en las etapas previas al proceso de la ficción quedan demasiado expuestas (entre otras, sospecho, por ejemplo, que admira las de Henri Lefevbre respecto a la significación del espacio). El resultado es una novela de honestas ambiciones, pero racionalista y mecánica en exceso, cuyo lenguaje, más que comunicar la ajenidad del mundo que se esfuerza por representar, transmite la tibieza de un relato que tiene mucho de arquitectura, de regodeo formal, de ingenio (recomiendo, al respecto, la lectura del capítulo "Cáncer", pág. 94), pero poco de pasión, de esas vísceras tantas veces mencionadas en la historia de sus infortunados amantes.
Geografía de la lengua. Andrea Jeftanovic
Uqbar Editores, Santiago,
2007, 171 páginas.
