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Vaivenes, deslizamientos y héroes
Destinos errantes, de Andrea Jeftanovic. Editorial Comba. 2016
Por Pedro Gandolfo
Publicado en El Mercurio, 6 de Enero de 2019
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Que escribir un texto se asemeja a un viaje no pasaría de ser un tópico a menos que a la palabra "viaje" se le adscriba un significado a la vez nuevo, redescubierto y vital. Es lo que ocurre precisamente con estas narraciones de Andrea Jeftanovic, en las que el escribir y el desplazamiento espacial se reúnen y entretejen de manera poderosa.
Las reflexiones del prólogo -que encajan con el resto del libro- se preguntan por el sentido de este acto deliberado de alejamiento, de recorrer, de ir y venir, de partir para regresar, y viceversa, que se repite en lo que aquí se cuenta insistentemente. Son pensamientos no solo válidos para un escritor, pero que hablan también y sobre todo, de una manera de posicionarse de la autora frente a la literatura, en la cual la escritura es el arado con que se abre un camino, se inscribe una huella en un territorio y, a la vez, el útil que despeja, redescubre y vuelve sobre un camino ya hollado antes, en un tejido en que lo propio y lo otro, lo actual y lo pasado se anudan y traslapan. Esta opción e insistencia se encuentra permanentemente trabajada en Destinos errantes y alcanza puntos muy altos en estos textos dolorosos, líricos, pensativos y tiernos.
Una primera observación salta a la vista: se trata de escritos trabajados y pensados con tiempo y demora, en cuanto la escritura permanece en ellos como en lugar revisitado en numerosas ocasiones. Tanto en el decurso temporal amplio que los ocho textos trazan -porque, como es propio de narraciones, el desplazamiento no solo es espacial sino también se halla intrincado con zigzagueantes movimientos temporales- como en el tiempo de la escritura misma que se propone con un ritmo lento, alejado de cualquier premura y precipitación. Son escritos que reflejan un particular sentido de la madurez en estilo, tanto en la técnica como en lo referido por ellos, sobresaliente en el horizonte de la narrativa chilena contemporánea y también en el contexto de la propia obra de Jeftanovic.
Los textos de este libro evocan -dependerá de cada lector fijar sus referentes personales-, sin implicar deuda, un tipo de "crónica de viaje" tales como las que proponen John Berger, W.G. Sebald, Bruce Chadwick o Beatriz Sarlo o Claudio Magris, en las que el narrador y viajero, sin abandonar la fidelidad a su punto de vista, ensaya con insistencia una aproximación a los hitos duros e inconmovibles de los hechos, en una mezcla de memoria y pesquisa, diario de viaje e investigación, intimidad y observación.
En los ocho relatos -la exploración del túnel que comunicaba Sarajevo sitiada con el aeropuerto, la estadía como estudiante universitaria en California, la travesía con un poeta peruano-nipón por el triángulo marítimo en disputa entre Chile y Perú, el viaje por Brasil tras las huellas de Clarice Lispector, la crónica de una residencia en medio de otros escritores en Alcalá, la estadía en Medio Oriente conviviendo con personas que luchan por el diálogo israelí-palestino, el relato de la herida que deja en un vecino el golpe de Estado de 1973, los retornos a una Cuba que se resiste a cambiar-, Jeftanovic, sin pose programática, construye textos que transgreden la ley del género, las fronteras de la ficción y la no ficción, las identidades escindidas e inmóviles, pero siempre aplicando con complejidad los mecanismos de la narratividad y, por ende, nunca el discurso aquí fluye de manera lineal y monológica sino con un ir y venir -los vaivenes-, digresiones -los deslizamientos- y una elaboración de las figuras humanas con la profundidad de un personaje literario fuerte, los héroes. El lector viaja con la narradora, se extravía por los vericuetos y experimenta las pasiones e incertidumbres que ella vive y, por sobre todo, sin perjuicio de la infranqueable distancia de la escritura, es colocado en la vecindad concreta del otro, su voz distinta y su situación.
En este libro se advierte una prolijidad escasa en nuestra narrativa: en la estructura del conjunto, en la selección y composición de los elementos contextuales, en la calidad de la prosa, en la cuidada arquitectura de cada relato, todo lo cual redunda o se conecta con una particular sutileza respecto de aquello que finalmente se está intentando rozar en estas crónicas. Jeftanovic se las arregla, apartándose tanto de lo banal como de la especulación abstracta, para apuntar hacia aquello escurridizo relacionado con lo que se halla presente y operando de modo concreto en los mundos y personas representados y aludidos, pero que también los rebasa, inasible, eso que se puede llamar "humanidad", la cualidad esencial de lo humano, y a la singular manera esa que esa cualidad se ha verificado y apropia en la vida del narrador-viajero. El viaje hacia el otro señala también la cartografía del yo.