LOS LIBROS
Por Alejandro Lavquén
Portales (Editorial USACH). El historiador Gabriel Salazar desmitifica con argumentos documentados a uno de los personajes más controvertidos de la historia de Chile, Diego Portales Palazuelos, “monopolista, sedicioso, demoledor (juicio ciudadano a un anti-demócrata), como subtitula el autor este trabajo. Por décadas, y sobre todo durante la dictadura pinochetista, la figura de Portales ha sido asociada al orden republicano y a la democracia, considerada ejemplar gracias a su fundador. Es decir, el propio Portales Palazuelos. Para muchos –inconsciente colectivo de por medio incluido- sin Portales jamás Chile habría llegado a ser la República que es hoy. Pero Portales no fue ni demócrata ni republicano, fue un mercader ambicioso y fracasado. Un déspota turbio, violento e hipócrita, perteneciente al patriarcado mercantil de la época, que se legitimó a través de la oligarquía criolla. Dice Salazar: “En Chile han existido dos dictadores sanguinarios que esparcieron muerte social e impusieron, “sobre la seriedad de la muerte”, un sistema político liberal en ambos casos, no propuesto por la mayoría ciudadana: Diego Portales Palazuelos y Augusto Pinochet Ugarte. La memoria oficial que creció fusionada con esa seriedad ciudadana permitió al sistema político que ellos fundaron y re-fundaron permanecer “indesafiado” por largo tiempo: 100 años duró la obra de Portales, 30 (a partir de 1980) o 37 (a partir de 1973), perdura la de Pinochet. Y la muerte social exaltó la figura de ambos, por admiración y conveniencia (los vencedores), por terror y frustración (los vencidos), hasta convertirlos en mitos nacionales. La mitificación es, a su vez, perpetuidad legendaria, y ésta suele transmitirse, como fiebre legitimadora, al sistema político. La perpetuación institucional, al final de todo eso, gravita en la conciencia que inhibe el desafío y la crítica: las estatuas ya están forjadas al mármol, al bronce, a la bayoneta… y es irresponsable derribarlas”. Portales es mostrado tal como era en su endemoniado quehacer político y mercantil, está sus cartas -e intrigas comprobadas- donde manifiesta su desprecio por la democracia. Salazar, con este libro, lo pone en el lugar que le corresponde.
El deseo de otro Chile (LOM Ediciones). El sociólogo Tomás Moulian nos entrega su visión de un Chile posible. Un Chile futuro que debería sufrir transformaciones notables en los próximos años si desea prosperar. Dividido en tres capítulos: ¿Cómo pensar el futuro?, La dualidad de Chile y El Chile del futuro, el libro da cuenta de un diagnóstico y entrega fórmulas probables para superar las deficiencias. En todo caso, nos parece que muchos de los conceptos vertidos han sido discutidos por sectores políticos ajenos al poder, y aún se siguen discutiendo, y tienen que ver con cómo articular una fuerza política que se oponga con proyectos alternativos al neoliberalismo imperante. Moulian indaga en temas políticos, económicos, éticos y culturales, vinculándolos al comportamiento de nuestra sociedad que, según todo indica, no reacciona acertadamente ante las injusticias del sistema.
El paraíso vedado (LOM Ediciones). Ensayos sobre poesía chilena del contragolpe (1975-1995). El poeta y académico Sergio Mansilla desarrolla el presente trabajo a través de cinco autores: Jorge Torres, Carlos Trujillo, Clemente Riedemann, David Miralles y Rosabetty Muñoz, todos poetas nacidos en el sur de Chile. El estudio, además del análisis de Mancilla a la obra de los poetas, se acompaña de una entrevista a cada uno de ellos. Destacamos que en el prólogo, titulado: Dos incitaciones para pensar la poesía chilena reciente (desde 1970 en adelante), se lanzan algunas ideas interesantes para ser desarrolladas en una discusión mayor acerca del período que se abarca.
Sobre Hegel (LOM Ediciones). El profesor Carlos Pérez Soto, nos entrega un libro bastante valioso desde la perspectiva de acercarnos al pensamiento de G.W.F. Hegel, uno de los filósofos más influyentes de occidente. Acusado de oscuro y mal leído –producto de reediciones confusas de su obra- es autor de la Fenomenología del espíritu, un libro que provoca asombro y desmotivación al leer sus páginas, esto último debido a la manera, quizá un tanto arcana, por decirlo de alguna manera, en que está escrito, para la comprensión de un lector distraído o poco avezado en temas de la filosofía. Por otro lado, están los estudios poco rigurosos de la obra de Hegel, que lo han hecho alejarse más aún de los lectores masivos. O tal vez definitivamente es un autor para lectores eruditos. Existe una especie de rechazo hacia Hegel, se le cita pero no se le lee, se le acusa de confuso pero no se explica claramente cuál sería esa confusión. Dice Pérez: “creo que en el repudio hacia Hegel se acumulan de manera sucesiva y contradictoria al menos tres circunstancias: el triunfo avasallador de la razón científica analítica, a través de las muchas revoluciones industriales y tecnológicas; la persistente derrota de los críticos de la modernidad que, arrasados por la lógica científica, no han encontrado otro refugio para su impotencia histórica que las éticas idealistas, de tipo kantiano; la progresiva descomposición cultural de la razón científica, que ha devenido autoritaria y militarista, que se ha convertido en discurso obligado del poder, y las reacciones político-culturales a esa decadencia, que han refugiado su impotencia en la exaltación del irracionalismo”. En cuanto a la Fenomenología del espíritu, Carlos Pérez entrega definiciones bastante claras como ayuda para su lectura, comprensión y objetivo, explica por ejemplo: “En buenas cuentas, lo que Hegel quiere demostrar en la Fenomenología del espíritu es que con la Revolución Francesa (incluyendo su libertad absoluta y su terror), y con la moralidad alemana (incluyendo sus “almas bellas”), se ha abierto la época en que este Saber Absoluto, la historia humana que es en ella misma toda la realidad, ha empezado a ser efectivamente posible. Y nada es plenamente verdad hasta que no ocurre de manera efectiva”.
En el volumen también se dan elementos para un enfoque del pensamiento de Kant y se acompaña la edición con una interesante bibliografía comentada. El estilo de Pérez es asertivo, irónico en ocasiones, audaz incluso. Pero ameno y claro, y nos parece que logra su objetivo de despertar el interés por leer a Hegel. Decidor resulta su prólogo a posteriori, incluido al final del libro, dice en parte: “Lo que me importa más bien es presentar un Hegel accesible y verosímil para una operación independiente de la que hago en este texto, y completamente de otro alcance: poder leer hegelianamente a Marx y, a la vez, poder leer marxistamente a Hegel” (…) “Sostengo que el rendimiento que se puede obtener de esa doble lectura excede ampliamente su propósito directo, que es poder pensar la política desde más allá del imaginario en que la encierran tanto la Ilustración como el Romanticismo. El asunto para mí no es solo el agotamiento del marxismo-leninismo, ya largamente superado en la teoría y en la historia real, por mucho que la ex izquierda siga machacándolo como excusa para su derechización. El asunto más general es la lógica de las Ciencias Sociales, y del modo en que aborda la discusión de la historia real. Y, más allá, las múltiples impotencias de la operación del pensamiento científico, trabado en la dicotomía y en la abstracción” (…) “Es el panorama pobretón, escolástico, lleno de rivalidades meramente institucionales, de usos puramente formales, de reduccionismos e ingenuidades que rayan en lo absurdo, el que me abruma. Es el panorama de los burócratas Merton, los siúticos Lévi-Strauss, los vanidosos Lacan, los muchos Parson, las omnipresentes Melanie Klein, de las Margaret Mead repetidas ad nauseam por el academicismo universitario, multiplicados como recurso apenas disimulado contra el desempleo estructural, el que me ahoga”.
La muerte juega a ganador (LOM Ediciones). Última novela de Ramón Díaz Eterovic, perteneciente a la colección de títulos que dan cuenta de los casos que resuelve el detective privado Heredia, un personaje al que Díaz Eterovic ha logrado dar una credibilidad literaria basada en situaciones que han marcado nuestra sociedad en los últimos veinte años, y en las cuales Heredia se involucra como un justiciero necesario ante quienes pretenden imponer la impunidad y el olvido. Hay que resaltar, además, que una de las características de la narrativa de este autor es que se entronca en la tradición de la novela social chilena validándola en su proyección histórica. Nos parece que el aporte de Díaz Eterovic es enorme en ese sentido. En su obra nos encontramos con los temas vedados por una pretendida “transición ejemplar”, tanto políticos como económicos, sociales y culturales. No se trata de historias relacionadas con crímenes y corrupción de delincuentes comunes y corrientes, sino que en cada historia se desenmascara el crimen y la corrupción que emana, esencialmente, desde el poder, donde muchos de los delincuentes pertenecen ámbitos militares, gubernamentales, jurídicos y políticos. Es decir, de quienes tienen el deber –o se supone que lo tienen- de velar por el bien social. Díaz Eterovic nos pone frente a problemas como la pobreza, el nacionalismo, derechos humanos, tráficos de drogas y de todo tipo. Sin olvidar, claro está, al personaje común y corriente, víctima de los abusos mayores, sobre todo cuando vienen de los que poseen el poder económico. La saga se compone de: La ciudad está triste (2000), Ángeles y solitarios (2000), Los siete hijos de Simenon (2000), El ojo del alma (2001), El hombre que pregunta (2002), Nadie sabe más que los muertos (2002), Solo en la oscuridad (2003), Nunca enamores a un forastero (2003), El color de la piel (2003), A la sombra del dinero (2005), El segundo deseo (2006), La oscura memoria de las armas (2008).
En el caso de La muerte juega a ganador, la historia gira en torno al esclarecimiento del suicidio de Felipe Romero, un joven jinete que cae en la tentación del dinero fácil. El mundo de la hípica se manifiesta en sus aciertos y lugares oscuros. Heredia, a pedido de su viejo amigo Anselmo, ex – jinete, se ve impulsado a investigar que el suicidio de Romero, el que finalmente es dilucidado luego de una intrincada investigación que desnuda el mundo de la droga. Un acierto más de Ramón Díaz Eterovic.