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EL LUGAR DE LA MEMORIA
Otro mundo es posible

Por Alejandro Lavquén

 

Por iniciativa del Colectivo de Escritores "Luis Enrique Délano", se ha publicado el libro El lugar de la memoria (Editorial Ayún). El volumen reúne a más de ciento setenta poetas y narradores chilenos de todas las generaciones. Una antología que comienza con Volodia Teitelboim (Chillán, 1914) y cierra con Rodrigo Urzúa (Punta Arenas, 1984). Comparten páginas Premios Nacionales y escritores que recién comienzan su carrera literaria, todos ellos testigos, de por lo menos una parte, de la historia de nuestro país en los últimos sesenta años. Los editores nos explican que la antología: "nace de una convocatoria abierta a poetas y narradores chilenos, dentro del marco de la conmemoración del Bicentenario de nuestra independencia. Es una manera de entregar a través de sus textos el testimonio de una parte de nuestra historia, sobre todo la relacionada con el período de la dictadura y la imposición del neoliberalismo. Un sistema económico y político que hasta hoy mantiene y profundiza la polarización social, la explotación y la dependencia. Los textos pertenecen, en su mayoría, a libros escritos en los últimos treinta años; otros son inéditos o fueron publicados en revistas y diarios". La ilustración de la portada pertenece al pintor José Balmes.

La iniciativa es de por sí singular, y no se tiene noticias de otra antología de estas características y motivaciones. Los poetas y narradores recorren con sus palabras los rincones más evidentes y los más íntimos de nuestra sociedad. La poeta Isabel Gómez, una de las personas que trabajó, en primera fila, en esta edición, explicaba lo siguiente en la presentación del libro en el Pedagógico (anteriormente había sido presentado en la CUT y en las ferias del libro de La Serena y Calama): "El Lugar de la Memoria, surge con la idea de instalar en el imaginario colectivo aquellas temáticas sociales que han sido omitidas por la historia oficial. Mucho se habla de que el modelo imperante nos agobia, nos fragmenta nos minimiza como sujetos sociales, sin embargo, qué hacemos por cambiarlo. Es sabido, por todos nosotros, que el proyecto país, no incorpora una mirada idealizadora del entorno, tampoco contempla a los sujetos sociales como sujetos protagónicos del quehacer cultural y social del país, más bien nos hemos transformado en entes pasivos, sin crítica, sin reflexión y por lo tanto sin opinión. La invitación es a ser sujetos transformadores y qué mejor que a través del registro escrito llegar a los sujetos para comunicar aquello que se ha silenciado y que se oculta en el día a día de nuestra sociedad. Por ello el bajo valor comercial de nuestro libro, porque queremos acceder a la gran mayoría de los hogares, es allí donde debemos llevar la voz de los escritores".

El prólogo fue encargado al licenciado en filosofía y especialista en historia y cultura, José Bengoa, que destacó las particularidades del volumen y el significado social de éste. Bengoa, en su discurso, apunta a varios temas que de una u otra manera, si bien han sido causa del fraccionamiento de nuestra sociedad, tras el golpe de Estado de 1973 y sus consecuencias posteriores, no han sido tratados en forma transparente y con todos los actores sociales participando activa y democráticamente. Expresa Bengoa en una parte del prólogo, titulado La memoria se encabrita y corcovea:

"En la memoria de los poetas chilenos pareciera que no hay espacio para la ironía. Mucho menos para el escepticismo. Convocados a decir lo que piensan, lo que sienten, o lo que recuerdan, o simplemente lo que escribieron alguna vez, surge irremediablemente el dolor. Termino de leer estas decenas de escritos disímiles… y se me llena el alma de melancolía. Porque a pesar de que pasan y pasan los años, no somos capaces de exorcizar el dolor. Y eso quizá por haber querido, como sociedad y como individuos, de esconderlo, de olvidarlo amnésicamente, de erradicarlo de nuestros sueños o pesadillas, con pastillas y somníferos. Y eso no se puede. Suponemos que los poetas son quienes expresan uno de los mas altos grados de sensibilidad de una sociedad dada y parece que es así en la nuestra. Es por ello que supongo, no se pueden desprender del recuerdo, de la memoria que se encabrita y corcovea y no pueden dejarse llevar por "el me da lo mismo" de la farándula, del politiqueo sin raíces ni historia y la mirada boba de quien en su máxima audacia intelectual ofrece ‘dar vuelta la página’.

Porque pareciera que nos vimos atrapados en nuestros propios recuerdos, en la forma que asumimos el recordar, en lo que esta sociedad quiso conocer y en lo que prefirió olvidar. Quizá fue por el vicio de formalidad e institucionalización que tiene la sociedad chilena, y que lo ha tenido desde siempre jamás. Me atrevo a pensar que de buena fe, la mejor de todas, se creó la Comisión de la Verdad que presidía el afamado y respetado ex Senador Rettig. Allí, con la mejor buena fe, insisto, se recortó el recuerdo. Ya no era el sufrimiento generalizado que había caído como un rayo sobre las cabezas de todos los chilenos, tampoco se trataba de juzgar el terror del estado. No se trataba de recordar a las personas que eran sacadas en pijama desde sus casas pobres a las seis de la mañana, en pleno invierno, llevadas a una cancha de footbal, agreguemos polvorienta y llena de charcos, puestos en cuclillas, las manos en la nuca, revisados hasta entre las piernas por soldados, mas bien soldaditos, que igual que ellos temblaban de frío y temor.

Se recortó el recuerdo a lo que en ese momento era lo mas evidente y como se dice, sangraba. Los que habían desaparecido. Allí se concentró la verdad, se institucionalizó la verdad. Esa noche muchos de nosotros, yo a lo menos, lloré y me acordé de mis amigos que no estaban y sentí que se hacía un cierto homenaje necesario, se los sacaba del olvido".

Las intenciones de este libro han sido esas, sacar del olvido el dolor de nuestra sociedad fracturada por la tragedia, y lo que ha significado el abuso, la tiranía y la mentira. Entregar una visión de los sucesos distinta a la blanqueada por los medios de comunicación al servicio de la nueva oligarquía chilena, del empresariado y la derecha. El lugar de la memoria, además de un aporte literario, es un fecundo aporte social.

 

 

 

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