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DASEIN de Isabel Gómez
Por Alejandro Lavquén
Acaba de aparecer un nuevo libro de Isabel Gómez, titulado
Dasein (Editorial Cuarto Propio), palabra alemana que puede
ser traducida como “existencia” en connotación sustantiva o como “existir”
en su forma verbal. Para comenzar a navegar por los océanos de este
poemario, hay que poner atención, como cita Armando Uribe Arce en
el prólogo, al epígrafe de Antonin Artaud, donde expresa: “Soy testigo
de mí mismo, el único testigo. De esa cubierta de palabras, esas/
casi imperceptibles
trasmutaciones de mi pensamiento en voz baja...”. Dasein es
un diálogo con la escritura y la locura de un mundo que se desmorona,
pero que sienta sus esperanzas en ese mismo diálogo: “Me detengo
en el absurdo de estos diálogos/ Creo reconocer los rostros/ que se
alejan dentro de mí” (...) “Dejaré la locura en otros cuerpos/
Es probable que aparezcan mundos otra vez/ Es probable que aprenda
a protegerlos sin huir”. Los textos, independientemente de donde
se comience a leer, mantienen una coherencia, una manifestación interna
que los hace interactuar entre sí con mucha precisión; esto tiene
cierta relación con la manera de titular los poemas, que son distintas
combinaciones de las letras de la palabra que da título al libro.
La poeta sostiene un periplo donde va encontrándose y desencontrándose
a través de las palabras que dan forma a un discurso que dialoga con
la violencia, la melancolía, las sombras y aquella “locura” que acecha
como si fuera un designio inevitable: “Diré que no hubo escritura/
y que este día sólo fue una nueva sombra/ en los labios” (...)
“Ah, libertad/ déjame el brillo indeleble de estos trajes/ Cubre mi
piel de esta república sin memoria/ ni ataúd”. Por otro lado,
siempre nos encontramos con el ocaso y el alba, algo que es central
en la propuesta de Isabel Gómez. La existencia del ser humano puede
caer, declinar, incluso morir en un instante, pero siempre renace,
se levanta y continúa por la senda que quedó sin transitar. Más allá
de la existencia interna, el mundo es siniestro, oscuro, violento,
y la poeta sobrevive dentro de él, lo asume como una cárcel en los
momentos de crisis y se lamenta, pero también lo denuncia con fuerza
cuando se despierta la esperanza: “A veces reconozco mis silencios/
colgados en los edificios de la postmodernidad/ y me diga/ No deberíamos
callar/ ahora que aprendimos la calma de la verdad” (...) “Giramos
de un extremo a otro/ entre el auto-bomba/ y la sintética sonrisa
del odio” (...) “Los inmundos se suceden unos a otros/ La locura
es la voz que guardamos/ por miedo a no saber volver/ No dejes que
hunda el rostro/ en esta palabra anónima de mí”. Ese ir y venir
del ser contemporáneo, con sus contradicciones y respuestas muchas
veces irresolutas, es el que la poeta trata de resolver en esta conversación
con la locura, donde la escritura es una especie de tabla de salvación
que asume la voz colectiva, convocándonos a no dejar de perseverar,
por muchos que sean los obstáculos que se nos presenten en el camino.
Hay momentos en Dasein, en que la “locura” aparece también
como una mano que busca en la poeta a una mano amiga, le habla y viceversa,
se conduelen mutuamente: “No entiendo la libertad/ insiste en dejar
sus sueños/ sobre el imaginario de mis manos/ Mis
manos tristes de río y de luz/ No insistas le digo/ acabaré creyendo
en ti/ en tu voz en mi voz/ en estos pasos que dibujan una línea/
entre tu hogar y mi hogar” ¿Será este el hogar colectivo? ¿Aquél
que todos habitamos pero no nos atrevemos a abandonar? Pues afuera
nos espera “la muda palabra de la violencia”. El ser humano
es rutinario, en general se atreve poco, teme el cambio, muchas veces
prefiere los agobios a un cambio beneficioso: “La locura me ausenta/
En ocasiones deseo abandonarla/ pero me persiguen sus lágrimas” (...)
“Antes de estrellarte con la realidad/ nos olvidas/ como si fuera
fácil/ dejar de estar encerrada/ sobre sí misma”. Si existe una
lucha interior latente, en cada uno de nosotros, producto del sistema
social hoy imperante, esa lucha se refleja en este libro, donde las
divagaciones del ser y los diálogos internos son llevados al poema
de manera clara, sin artilugios en la sintaxis ni aspavientos estructurales,
sino que con la transparencia de los sentimientos, guiados por el
buen manejo del lenguaje por parte de la autora.
Isabel Gómez acomete una empresa poética en estos textos que tiene
sus raíces en libros anteriores, como por ejemplo, Versos de escalera,
donde sujeto y existencia dialogan permanentemente con palabras certeras
y locuaces, por muy entre “sombras” que a veces parezcan las analogías
y metáforas. Acá se mantiene ese sentido: “Continuaré excavando
la tierra/ Limpiando las palabras/ del lodo de existir”(...)
“A pesar del mundo/ a pesar de este oscuro corazón que vuelve”.
Todos nos marchamos en ocasiones, pero tarde o temprano esperamos
volver, con la existencia desgastada en sus vicisitudes o reforzada
en sus anhelos. La batalla de la vida no cesa, y Dasein nos
enseña eso; o mejor dicho, nos lo reafirma.