ACTAS DEL SOBREVIVIENTE
de Nano Acevedo
Por Alejandro Lavquén
Actas del sobreviviente (Ediciones Cantoral). Nano Acevedo, compositor y poeta de larga trayectoria, nos entrega sus actas del sobreviviente en un volumen compartido por cuentos, poemas y crónicas. Dice el premio nacional, Armando Uribe en la presentación: “Soy partidario de los libros heterogéneos. Desde el siglo XIX, cuando se habla de literatura y de libros, se piensa en novelas y en los cuentos. Pero hay varias otras formas que son plena literatura. Como son los cuentos, crónicas y poesía.”.
Nueve cuentos, de variada índole integran el libro. Nos recrean momentos que cautivaron o golpearon al autor. El lenguaje está bien tratado, aunque cierta extensión descriptiva –en algunos pasajes- hace lenta la narración. Ahora bien, sin desmerecer estos cuentos en absoluto, se echa de menos la fuerza e impulso mostrado por el autor en Zuleta Bar y otros cuentos de asesinos, amantes y soldados (Ediciones Cantoral, 1999). Respecto a las crónicas, son dieciocho, y fueron recopiladas de las muchas que Acevedo ha publicado en medios de prensa. La selección que el autor incorpora al libro son, principalmente, crónicas sobre artistas o personajes ligados a la cultura y que han partido. Un homenaje que Acevedo hace a compañeros de ruta. Entre ellos, Pedro Henríquez, Richard Rojas, Daniel Ruiz Oyarzo, Águeda Zamorano y el poeta Contreras Lobo.
Finalmente, tenemos la sección que corresponde a los poemas de Nano Acevedo, quien antes había publicado el libro Manuscritos clandestinos (1987). El oficio del autor queda claro desde el primer texto. Los poemas están bien logrados y se integran entre sí, independiente de los temas, por su relación con la memoria y los paisajes urbanos y rurales. Las huellas de los años de dictadura, los amores, desvaríos y un mundo que decae frente al poeta que va madurando los acontecimientos, son tratados con el buen tono poético de Nano Acevedo: “Sólo nos queda mujer/ Acurrucarnos de frío en las veredas/ Con todos los muertos bajo el abrigo envejecido./ Decir adiós a las esquinas del sur/ A los vagones ebrios, a los andenes solos/ Sólo queda vivir este puñado de años/ Atrás quedaron las ferreterías espantosas/ Los abrazos frenéticos, todo ese humo/ El paraguas húmedo de la tristeza./ Todas mis canciones fueron una/ Deshaciéndose como un pan bajo la lluvia.”.