LOS LIBROS
Por Alejandro Lavquén
Estudio de una imagen (Mosquito Editores). 71 páginas. Tercer libro del poeta magallánico Niki Kuscevic (Punta Arenas, 1964). Sesenta y cuatro poemas breves componen el libro, todos de tres versos cada uno. A la manera de un haikú, pero sin conservar la métrica que caracteriza a éstos. Como ejemplo citamos dos poemas, el XXIII y LIII, respectivamente: “la ausencia de la imagen/ exalta su presencia omnisciente/ define mi escritura” y “muevo el aire y se esparcen las partículas/ adheridas a la forma rectilínea de la palabra memoria/ adosada a pie de página”. Llama la atención que el volumen traiga una bibliografía, videografía, discografía y referencias pictóricas. Kuscevic, juega con las imágenes y sonidos, difuminándolas con la palabra escrita. Establece un diálogo con la palabra, que se sitúa como una especie de traductor entre la imagen y las posibilidades que de ella se puedan desprender.
Manoblanca y los pájaros del pavimento (Ediciones Kultrún/ Ciudad Circular Ediciones). 68 páginas. Primer libro individual de la poeta valdiviana Yenny Paredes, que es presentado en una cuidada y hermosa edición, acompañada por dibujos de la propia autora. El volumen se divide en tres secciones: Ciudad que palpita, Pulsos, En las calles del sueño y Territorio de Manoblanca. La autora se sumerge en la ciudad –su ciudad, ¿sus ciudades?- de manera melancólica y onírica, trasladando los paisajes quizá a sus propios presagios: “La campanas de la tarde/ marcan los últimos latidos de la anciana ebria/ que se deja diluir lentamente bajo el puente/ Los niños envejecen de golpe”. Encuentros y desencuentros se multiplican, relacionados siempre con esa nostalgia con que marcan para siempre la sensibilidad las lluvias del sur. Fiestas, algarabías, ventanas al horizonte, besos, transitan como fantasmas en la ciudad de Manoblanca, allí donde “ocurre la noche”.
Estado decepción (Mosquito Editores). 53 páginas. Guillermo Enrique Fernández, poeta y licenciado en filosofía, nos entrega un poemario donde la tristeza y los ecos del pasado se presienten en cada verso: “He vuelto a sentir aquélla,/ la bisagra rota./ Se han colado las sobras/ y no creo que exista alguna luz/ hacia el fin del camino” (…) “El mismo reparto para la misma función/ en su rotativo desgaste”. Fernández además introduce elementos irónicos, resalta el oficio del poeta, cuestiona el orden social y el poder, se hace preguntas constantemente: “¿Quién pudo alejar el viento que acompañó mi mirada?”. La segunda parte del libro, denominada “En el campo de batalla”, nos muestra un país, como lo anuncia el título, que a pesar de las “consideraciones” de quienes lo controlan, decepciona constantemente.
La costumbre de mirarnos fijamente (Mosquito Editores). 140 páginas. Víctor Hugo Cárdenas, poeta nacido en Castro, Chiloé, nos presenta un libro donde se conjugan la cotidianidad de los paisajes del archipiélago chilote y el compromiso social. De hecho el primer poema del libro nos entrega, de alguna manera, la pauta de lo que vendrá: “La poesía existe/ como un socialista existe/ como existe sólo pan alrededor del vino” (…) “La poesía existe/ como los palafitos existen/ (todos distintos en su soledad)/ y los puentes nos acercan/ son muchos puentes y pasarelas/ que van a nuestro encuentro/ o nos permiten alejarnos de nuestras propias islas”. Cárdenas nos va mostrando el interior de un mundo que solo suele verse –superficialmente- en las postales para turistas. Nos pone ante el día a día de aquel territorio donde la lluvia, la flora y el mar, conviven con las esperanzas y desesperanzas de sus habitantes.