Los Libros
Por Alejandro Lavquén
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Nuestra vida violeta (LOM Ediciones). Feminismo social y vidas de mujeres en el siglo XX: una revolución permanente, de la historiadora María Ángelica Illanes, quien explica que los objetivos de este libro son, principalmente, dar a conocer la historia de mujeres sencillas pero de empuje y fortaleza: “entrelazando temáticamente [indica], en una secuencia cronológica que alterna el pasado y el presente, las temáticas más relevantes de la historia colectiva de las mujeres chilenas del siglo XX, combinándolas con historias de vida de mujeres anónimas, cuyas biografías son reveladoras de los cambios experimentados y de los problemas que aún subsisten en sus vidas en el seno de la sociedad y la cultura chilenas. Todo esto, sobre el trasfondo de la vida y poesía de Violeta Parra, de ‘nuestra Violeta’ como una columna vertebral simbólica e histórica que teje y cose esta narración de mujeres del siglo XX como una texto-arpillera hecha de palabras y existencias. Esta narración se inspira en su práctica recolectora de voces desde las raíces ocultas, anónimas y propias y le pide permiso a Violeta para ser acompañada de la poderosa presencia de su canto, como una musa, maga, machi de nuestra historia matria”.
Maquinaria Chile (LOM Ediciones). Último poemario del reconocido poeta José Ángel Cuevas, subtitulado “y otras escenas de poesía política”. Los poemas fueron escritos entre 1980 y 2000 en “el mismo sitio de los hechos”. El autor nos entrega un libro que bien podríamos denominar de la resistencia de la memoria, y la palabra poética, ante el poder del Estado neoliberal que impera en Chile. Cuevas recorre y nos traslada a un mundo que pretende ser sepultado por medio de la distorsión, de la ausencia y de la suplantación del lenguaje popular por uno lleno de conceptos eclécticos, agnósticos y capciosos, provenientes del discurso del poder oligárquico que la dictadura militar implantó a sangre y fuego y luego al Concertación hizo suyo sin pudor alguno. La dictadura antes y el neoliberalismo hoy han querido borrar de una plumada, de la memoria popular, los hechos ignominiosos y opresores que ellos mismos provocaron en nuestro país, pero Chile poco a poco se va despabilando y se dignifica en la protesta social. En ese sentido este libro es un combatiente más.
Maquinaria Chile narra desde la esperanza de la Unidad Popular, pasando por la tragedia de la dictadura, hasta el imperio empresarial y la apostasía de la Concertación. El poeta no renuncia a sus convicciones ni deseos, sino que los mantiene sin sumisión ni vergüenza. Asume la tristeza colectiva, las frustraciones, la caída de los muros, pero también asume la nueva esperanza, el derecho a la indignación y la rebeldía, no se deja amedrentar por el discurso del poder, lo emplaza y lo fustiga desde la decencia y “su brazo armado”, que nos es otro que su poesía. Recrea la historia de los “vencidos” y la dignidad de la resistencia. José Ángel Cuevas va con la frente en alto, en él no existe, como en el tango, “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Sabe que la historia está de su lado, la verdad histórica de lo ocurrido en nuestro país está de su lado, y lo canta: “Llegó la peste a la ciudad/ Es de noche, se oye el silencio de los muertos/ todas las casas están cerradas./ Hay batallones sobre las fábricas. Y campos de concentración/ nadie puede salir sin salvoconducto/ llegó la peste:/ las empresas nacionales serán privatizadas/ ayer mataron a quince muchachos/ los tiraron al Mapocho/ se llevaron a unas mujeres/ los diarios no dicen nada/ nada. Estamos solos/ llegó la peste por años y años…” (…) “El gas sarín tiene que ver con la demolición del Estado/ los titulares del mercurio y la segunda/ las noches vacías,/ la constitución del 80,/ la letra L…”.
Canto a un condenado a muerte (Editorial Universitaria S.A). Poemario de Pedro Morgan, que lo terminó de escribir, según se indica en el colofón, el 14 de febrero de 1960 en el pueblo de Los Sauces en la provincia de Malleco. El libro es curioso en varios sentidos, ya sea por el misterio que rodea al autor o por su calidad de inencontrable y desconocido en la actualidad, además de ser el único libro publicado por Morgan. En la solapa de volumen se cuenta que Pedro Morgan nació en Nacimiento en 1936 y es autor de algunos cuentos que fueron publicados en periódicos sureños. También se dice siendo alumno del Liceo de Traiguén escribió y dirigió una comedia llamada “Los grandes locos”. Indagando por aquí y por allá pudimos descubrir quién estaba detrás del personaje -o del seudónimo de Pedro Morgan-. Se trata de Rudy Manns, hermano del célebre compositor, escritor y trovador Patricio Manns, mayor un año que éste y ya fallecido. Pero nos dejó este curioso y solitario libro del que los editores afirmaron, al ser publicado, que: “nos sorprende por su originalidad. No podemos decir que pertenece a una determinada escuela o tenga influencias de algún poeta ya consagrado”. Creemos que no erraban en el juicio emitido, pues Canto a un condenado a muerte es un conjunto de poemas que para la época en que fueron escritos (y aún hoy) sorprenden en muchos aspectos. Pedro Morgan entrega una poesía con matices existencialistas mezclados con imágenes afincadas en lo real de lo cotidiano. Para ello utiliza un lenguaje bastante amplio y asequible, lleno de disquisiciones que no se alejan del ser común y corriente ni caen en intelectualismo agotadores, tan en boga entre quienes, hoy en día, escriben poemas desde la teoría.
Dice uno de los textos de Morgan: “canto en fin porque soy libre madrugador/ de la tierra antigua./ y llegará el día en que como ellos/ erraré por el mundo y sus caminos/ y el aire pisoteado lo tragaré a pulmón lleno./ y pasaré el hambre que crea fantasías,/ y morderé la angustia que atraviesa el corazón./ y cuando el vaho de la muerte me rodee,/ buscaré un sitio tranquilo lleno de paz y dicha/ y haré que mis cansados ojos no se abran nunca más”.
En cuanto al poema que inaugura el poemario y le da el título, está dedicado a Caryl Chessman, ejecutado en la cámara de gases en la prisión de San Quintín en los Estados Unidos, en 1960. En el texto el poeta expresa su rechazo a la pena de muerte: “(políticos y gobernadores/ de cejas subrealistas y bigotes remojados),/ se los entienden perfectamente para acelerar el fuego ionado/ que alimenta el carcelero./ atención: las bestias están coléricas”.