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LOS SECRETOS DE LA DICTADURA

Por Alejandro Lavquén

 

 

 

 

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Asociación ilícita. Los archivos secretos de la dictadura es el nuevo libro de investigación periodística que nos presenta CEIBO Ediciones, que ya antes había publicado con gran éxito de ventas La danza de los cuervos, el destino final de los detenidos desaparecidos, del periodista Javier Rebolledo. En esta ocasión los autores de este trabajo son los periodistas Carlos Dorat Guerra y Mauricio Weibel Barahona.

La dictadura militar impuesta en 1973, en su afán de exterminar a quienes consideraba como el “enemigo interno”, creó una extensa red de espionaje político que funcionó dentro y fuera del país. En esta red participaron tanto militares como civiles, utilizando toda la infraestructura del Estado que estuvo a su alcance. Los servicios de seguridad y represión intervinieron ministerios, municipios, juntas de vecinos, universidades, etcétera. Los civiles que participaron del régimen tuvieron un papel no menor en estas actividades solapadas, convirtiéndose en la práctica en soplones de los militares (como es el caso del actual diputado Alberto Cardemil), intercambiando información con los aparatos clandestinos de las fuerzas armadas de manera permanente, en especial con la DINA primero y luego con la CNI. Estos casos son muy bien explicado por los autores de Asociación ilícita. Los archivos secretos de la dictadura, argumentando con respaldo de documentos confidenciales –y oficiales- de la dictadura, varios de los cuales son reproducidos en el volumen.

“Las historias ocultas en estos archivos confirman que los cuerpos represivos chilenos, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) primero y su sucesora, la Central Nacional de Informaciones (CNI), siempre actuaron desde el corazón de la institucionalidad durante la  dictadura militar que asoló el país entre 1973 y 1990.

Sus responsables mantuvieron correspondencia diaria con ministerios y otras reparticiones públicas, como prueban los miles de memorandos revisados. Los sucesivos jefes de la policía secreta, Manuel Contreras, Odlanier Mena, Humberto Gordon y Hugo Salas, actuaron en muchas operaciones de común acuerdo con ministros y otras autoridades superiores, tanto militares como civiles.

La DINA, por ejemplo, estuvo encargada a la vez de colocar citófonos presidenciales en las unidades clave del Estado como de autorizar la contratación de todo el personal público, por orden directa del fallecido general Augusto Pinochet, como máxima autoridad. Cada funcionario tuvo una ficha de antecedentes, la que a lo largo del tiempo fue siempre rechequeada (…)

Equipos represivos y ministerios intercambiaron estrategias, detalles, sugerencias y análisis. Todo quedó foliado y membreteado, pues la DINA y luego la CNI, fueron organizaciones centrales de la acción política de la dictadura, incluida su diplomacia, como demuestran los documentos (…)

En ese marco, algunos hechos impresionan, como la enorme presencia de civiles en las operaciones de inteligencia, en especial en el exterior.

Los diplomáticos chilenos, por instrucciones pormenorizadas de la Junta de  Gobierno, realizaron informes habituales de las actividades de sus compatriotas a la DINA, la que por esa vía conoció en esos años al detalle  las reuniones  organizadas en el extranjero por los exiliados. Además, trabajó para impedir la formación de un gobierno en el exterior.

El material es enorme y amerita escrituras infinitas. Es de hecho una biblioteca borgeana del horror y la intolerancia.

No hay límites para la sorpresa. Ni siquiera cuando son mencionadas las sucesivas visitas del presidente de la Corte Suprema, José María Eyzaguirre Echeverría, a los centros de detención de Tres y Cuatro Álamos, entre 1974 y 1976.

¿Tomaba té el ministro con Manuel Contreras cuando los uniformados flagelaban a los presos y secuestrados? ¿Que pensó cuando el detenido Manuel Guerrero lo tomó del brazo y le describió sus torturas?

En la vorágine, también aparece el hoy diputado y jefe de la bancada de Renovación Nacional, Alberto Cardemil, quien fungió hasta los estertores de la dictadura como viceministro de Interior.

Cardemil, tras un almuerzo con las autoridades de Cancillería, envió a esa repartición las fichas con “antecedentes completos” de los funcionarios de la Vicaria de la Solidaridad, para poner en marcha una amplia acción de desprestigio de esa entidad defensora de los derechos humanos, liderada por la Iglesia católica.

La acción de Cardemil ocurrió apenas cuatro semanas después de que fuera asesinado el sociólogo de la Vicaria de la Solidaridad José Manuel Parada, degollado junto a Manuel Guerrero y Santiago Nattino por la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (Dicomcar).

¿Quién entregó esas fichas a Cardemil?  ¿Las conservó?  ¿Jamás pensó en lo que eso implicaba a un mes del crimen de Parada? ¿Tan comprometido  estaba intelectualmente  con la dictadura? ¿Es Cardemil  otro hijo  de la banalidad del  mal  como decía la intelectual alemana Hanna Arendt? (…)

Letra a letra, es posible entender la lógica con que fue negociada la transición y cómo los líderes de la centro izquierda chilena aceptaron el diseño presentado por los equipos de inteligencia a la Junta Militar, en un texto escrito por la Armada.

Se habló sin tapujos de tutelaje militar y “principio de autoridad” ante los civiles.

Finalmente, queda taxativamente claro que los actos represivos no fueron excesos de unos pocos desquiciados, si no que una acción concertada metódicamente desde el Estado, incluso con grupos de trabajo interministeriales, con destrucciones de archivos que increíblemente quedan registradas. Una indesmentible asociación ilícita”.

Un asunto que no descuidó la dictadura fue la prensa chilena y extranjera, creándose listados de periodistas que circularon en manos de los jerarcas de la dictadura. También éstos tomaron contacto con el Vaticano para intentar mermar el liderazgo del Cardenal Raúl Silva Henríquez. Esto y mucho más, contiene este libro cuyo objetivo es desenmascarar a quienes, en relación con los derechos humanos afirman que ellos “no sabían”. Mentira, todos sabían. La derecha sabía, El Mercurio sabía. Por otra parte muestra una verdad histórica que ya es imposible de ocultar. En suma, el presente libro es un aporte más rescatar la memoria histórica de nuestro país sin eufemismos ni olvido.

Los capítulos del libro son los siguientes: 1) De las catacumbas al poder Todos sabían. 2) La banalidad del mal, la inteligencia del poder.  3) La amenaza de los otros. 4) Los frustrados trueques Bánzer - Pinochet  5) La guerra contra el Washington Post y Radio Moscú  6) Todos contra Serrat, todos contra Illapu.  7) Colonia Dignidad, auge y caída 8) Transición pactada. 9) Réquiem y obertura.



 

 

 

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"Asociación ilícita. Los archivos secretos de la dictadura", de Carlos Dorat Guerra y Mauricio Weibel.
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