La aparición del libro La Resaca de la Memoria fue un paso más hacia el conocimiento de lo que significa la toma de palabra “desobediente” y liberadora levantada por un grupo de hijos, hijas y familiares de genocidas que tras un trauma íntimo y personal decidieron repudiar públicamente los actos cometidos por sus progenitores y adherirse a la defensa de los derechos humanos.
Es en 2017 cuando se funda el colectivo argentino “Historias desobedientes. Por la memoria, la verdad y la justicia”. Eran pocos, pero pronto hicieron oír su voz sumándose a manifestaciones masivas que se oponían a que se aplicara la ley conocida como 2x1, es decir, permitir a los criminales de acortar sus penas contando doble el número de años pasados en prisión preventiva. El grupo nace pues, con distintivo político-social y vocación a extenderse hacia los países cercanos donde descendientes de criminales de las dictaduras pueden buscar romper los silencios familiares y conocer el reciente pasado.
Para estas fechas Verónica Estay se encontraba en Chile y fue contactada por Pepe, el único chileno que formaba parte del colectivo. Poco a poco se acercó a ellos y cuando le informaron que preparaban un libro y que su ayuda sería bienvenida se involucró completamente, leyendo y revisando formalmente los manuscritos y aceptando escribir el postfacio. El libro, llamado Escritos desobedientes apareció en Buenos Aires, Ed. Marea, 2018. Es una colección de textos, relatos, poemas, testimonios, seguido de una segunda parte compuesta de textos colectivos, declaraciones sobre la actualidad argentina y los derechos humanos, comunicados de prensa, etc.
Un año después, en 2019, Verónica Estay fue invitada por la Asociación de expresos políticos chilenos en Francia para dar una charla en La Maison de l’Amèrique Latine, Paris sobre la existencia de este movimiento colectivo, su resonancia en Chile y sobre el libro Escritos desobedientes. Surgidos de la resaca de la memoria, los componentes de esos escritos desobedientes constituyen un epílogo social, de intensidad dramática pero purificadora a los acontecimientos oscuros de la dictadura.
El libro de Verónica Estay Stange trata del largo proceso personal con que la autora se debatió durante años afín de conocer la realidad familiar y la Historia nacional que darían sentido y vigor a su vida.
La memoria que cada individuo tiene de hechos dolorosos o felices suele transmitirse informalmente por medio de informaciones orales o bien expresiones artísticas o literarias. Muchos escritores conciben la escritura como un medio de dejar testimonio de su tiempo o de lo vivido. Pero en la historia reciente de países como Chile o Argentina se da el caso de segundas generaciones de pasados traumáticos que a causa del silencio familiar han debido realizar una búsqueda personal que diera forma y construyera su propia identidad.
Podemos destacar en el libro de Verónica Estay la importancia y originalidad del tema acompañado de un tono intimista y sincero que da a la narración de los hechos –que son auténticos- un gran interés que causa en el lector, muchas veces, emoción y simpatía. Dueña de dolores y experiencias de otros como si la resaca, involuntariamente, hubiera dejado en su casa un terreno sembrado de recuerdos ajenos ella busca –con análisis sostenido y riguroso- dar un lugar a estas historias entrecruzadas para situarlas en el marco de la historia del país.
Reconociéndose con los que han pasado por procesos semejantes Verónica dice al final de su prefacio: “Aunque nada hemos vivido, tenemos mil años de recuerdos. /La resaca de la memoria: ese es nuestro mal”.
Hija de exiliados políticos, sobrevivientes de la prisión y la tortura Verónica Estay nació en México donde cursó los estudios secundarios y el bachillerato. Luego “[…] ante la incomodidad de sentirse extranjera en su país de nacimiento y también en el de sus padres, no había más remedio que encontrar un tercero-Francia, por ejemplo- donde, extranjera de verdad pudiera asumir plenamente esa extranjería y habitarla, por fin, como una patria”(p.8). Entonces se trasladó a Francia donde realizó estudios superiores adquiriendo el diploma de Doctora en Lengua y Literatura francesa con posdoctorado en Arte Contemporáneo. Su lengua universitaria y de uso es, pues, el francés y este libro, La Resaca de la Memoria será redactado originalmente en francés.
Uno de los efectos del exilio es el problema de la lengua en el caso de los hijos. La lengua, no como medio de comunicación, sino como signo de identidad y receptáculo de lo vivido que queda en la mente en imágenes y palabras. Nacida en un país hispanohablante la narradora declara que no sentía, de niña, habitar su propio país ni habitar su propia casa, ni habitar su propia lengua. Impregnada con los recuerdos que rescataba de conversaciones en la lengua lejana de “los otros” o de relatos o imágenes encontrados en libros venidos del lejano país ella sentía la diferencia de la lengua del país natal, México, con el otro “que no habitaba” como si ya, de niña supiera que una lengua es la patria profunda que hunde sus raíces en el lugar donde se ha vivido, se ha amado y se conoció el mundo.
La tenacidad de Verónica la llevará tiempo después a traducir ella misma su libro, del francés al español y transformar la nostalgia en propiedad. En efecto, la autora se ha apropiado del español, se lo ha incorporado y quizás enriquecido con su experiencia de la lengua de México y de Chile.
La Resaca de la Memoria presenta un estilo conciso, cortante, a veces poético o simbólico. La narración alterna la primera persona con la tercera persona, designada ésta como “yo”. Es en “yo” donde se encuentran las descripciones más íntimas del personaje, que es ya lo sabemos, la propia autora. Dividido en dos partes tituladas La Partida y El Retorno, el libro que se presenta como una búsqueda de sí misma tiene en estos subtítulos elementos interesantes a descifrar, porque no se trata de la partida de la narradora sino de la de sus padres que huyen de la dictadura de Pinochet y no es el retorno de los padres sino de la narradora, nacida en México, y que no conoció Chile hasta sus nueve años.
En este proceso de “husmear”, “escrutar los periódicos, “hacer preguntas impertinentes”, “desvelar secretos”, “palparse” aparecen los rastros del exilio, como si desde el interior ella lo hubiera vivido produciéndole la extraña nostalgia de un país que no conocía. Sabe que al exiliado lo mirarán siempre como a alguien que no es del lugar, “no es de aquí”, “no es de los nuestros”, aunque la acogida sea amable y calurosa.
Es durante la infancia de “yo” que la autora describe lo que llama “la pequeña mitología del exilio” con sus componentes: el viaje, el aeropuerto, las maletas, los papeles (o documentos), todo esto que “yo” supo en su infancia y que son experiencias propias de los que al salir del país se convierten en migrantes o desterrados. El paisaje del país soñado lo imagina a través de las raras palabras del abuelo “La cordillera de los Andes. Las calles de Santiago en otoño. El jardín con sus buganvilias en la comuna de la Reina. El río terroso que atraviesa la ciudad”… (p.)36. Los objetos también cuentan al tener un nexo con el país de origen tales como los regalos familiares ofrecidos antes de la partida o las casetes que traen la voz de los que viven al lado de la cordillera.
Toda esta nostalgia la vive la niña-vieja, cargada con las historias de los otros, de esos que venían a casa y escuchaban juntos las canciones del pasado hasta que con el paso de los años las “fiestas de los chilenos” desaparecieron definitivamente. “[…] las canciones se apagaron en la casa. O quizás era “yo” quien no quería o no podía escucharlas más. Al igual que las fotos del álbum familiar, esa música le dolía” (p.33)
Cualquier lector de este libro que haya vivido el exilio ( o lo viva todavía) se reencontrará en estas páginas de Verónica Estay Stange, con una inmensa admiración de que estos sentimientos, inolvidables, los entregue una persona que no conoció personalmente el golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende y todo el horror que lo siguió y que habiendo nacido en México y adquirido la nacionalidad mexicana, no tenía el estatuto de exiliada.
Pero hay algo más que la búsqueda de un país o una identidad. Dejando atrás la historia de una niña embargada de sensaciones extrañas, la narradora convertida en una joven adulta comprende que es necesario acudir a las palabras y no solo la difícil situación de encarnar experiencias de los otros sino más bien conocer las historias individuales enmarcadas con la Historia nacional. Buscar a llenar el vacío, interrogar el pasado, comenzando por “ el tío del que no se hablaba”, el secreto de familia, el torturador de siniestro renombre conocido, sobre todo, por su participación en el conocido caso del asesinato de tres jóvenes opuestos a la dictadura: Guerrero, Parada y Nattino.
La segunda parte del libro, El Retorno, es la narración del peregrinaje que la autora efectúa por todos los sitios que guardan la triste memoria de los años de Pinochet. Y es, sobre todo, el momento en que Verónica, adulta, afronta y asume su calidad de sobrina de “una de las figuras emblemáticas del crimen y la tortura en Chile”. (p.124) Quiere conocer todo lo que se refiere a uno de los crímenes más horribles en el que su tío, alias El Fanta, participó.
Visita el lugar donde Guerrero y Parada fueron secuestrados: el Colegio Latinoamericano de Integración, hoy demolido y que guarda un espacio abierto a la memoria de las tres víctimas, con tres árboles y tres bancos con sus nombres sobre metal.
“Yo” reconstituye la escena como si estuviera presente, la narración se anima, da vida a lo sucedido ese 29 de marzo de 1985. También la narración reconstituye el crimen. Los dos autos que se alejan de Santiago al amanecer, llevando a los tres prisioneros junto a sus verdugos. Luego el degollamiento, con el cuchillo -un corvo atacameño- que ha entregado El Fanta quien viaja en uno de los vehículos, el Chevy Chevette. Un gran monumento con tres sillas enormes y tres figuras sentadas recordarán para siempre la ignominia del crimen.
Yendo más lejos que imaginar y visitar lugares, la búsqueda de la realidad histórica-que delínea su propia historia familiar- llevan a la narradora, Verónica a conocer primero a su prima, la hija del Fanta y luego a visitar a su tío, quien cumple una pena de prisión en Punta Peuco, cárcel de alta seguridad y “prisión dorada”. De esta entrevista sale decepcionada y adolorida. El hombre tiene argumentos para disculpar lo que hizo volviendo al tema de los golpistas y la derecha de la política y opinión chilena: salvar a la patria del comunismo internacional aunque está claro que tampoco era un actor apasionado por esta teoría. Como la autora, tenemos la impresión de que en el fondo hay un “terreno seca e infértil” y que su vacío interior es un mecanismo de sobrevivencia “aquel que permite a los criminales soportar el horror de lo que hicieron” (p.159)
Después de visitar lugares, conocer gente y revivir el pasado, Verónica vuelve a Francia a continuar su camino e ir hasta el final. Quizás un paso más es su acercamiento a la Asociación de expresos políticos chilenos en Francia. Presenta el libro Escritos desobedientes y es aceptada por la Asociación de la que es hoy Vicepresidenta. Y en cuanto sobrina de un genocida de la dictadura militar presidida por A. Pinochet, es presidenta del colectivo “Historias Desobedientes-Chile. Familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia” en cuya fundación participó.
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dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com «La Resaca de la Memoria. Herencias de la Dictadura», de Verónica Estay Stange
Editorial LOM, primera edición, Julio 2023
Por Adriana Lassel