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EL TANGO LLORA A HORACIO FERRER,
TANGAMENTE
Por Alejandro Lavquén
Publicado en revista Punto Final/ abril 2015
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Ocurrió el 21 de diciembre de 2014, en Buenos Aires. A poco de celebrarse la Navidad falleció, a los 81 años, debido a un problema cardíaco, Horacio Ferrer, uno de los grandes poetas del tango. En Chile, salvo una breve nota en un matutino, la noticia pasó prácticamente desapercibida. Horacio Ferrer era autor de los versos de “Balada para un loco”, uno de los tangos más reconocidos en Latinoamérica y en los principales circuitos musicales del mundo. Este tema renovó en muchos aspectos la música popular más allá del tango, razón por la que trascendió mundialmente. En 2012, la esquina de la capital trasandina, donde convergen las calles Corrientes y Callao, fue nombrada por ley “Esquina Horacio Ferrer”, en homenaje al autor de aquellos famosos versos: “Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao/ no ves que va la luna rodando por Callao”.
Poco antes que el poeta fuera internado en un hospital debido a complicaciones de salud, y gracias a Walter Piazza, secretario de presidencia de la Academia Nacional del Tango, habíamos coordinado una entrevista con el maestro Ferrer, el cual aceptó gustoso responder el cuestionario de Punto Final. Al agravarse su salud, la entrevista no se pudo concretar.
Sus cenizas fueron esparcidas en el Río de la Plata, entre Uruguay y Buenos Aires. Ferrer había nacido en Montevideo en 1933, hijo de padre uruguayo y madre argentina. Muy joven, dejando su empleo en la Universidad de Montevideo, se radicó en Buenos Aires. Estaba casado con la artista plástica Lulú Michelli, a quien conoció en 1982 en el “Bar La Poesía”, ubicado en la esquina de las calles Chile y Bolívar, en San Telmo.
A su llegada a Buenos Aires, Ferrer tomó contacto con los músicos que en ese momento revolucionaban el tango, entre ellos Aníbal Troilo, Cátulo Castillo, Homero Espósito, Horacio Salgán y Ástor Piazzolla, quienes valoraron sus versos, sobre todo Piazzolla, que lo invitó a trabajar con él. El escritor Mario Benedetti también elogió sus poemas. En 1967 Ferrer publicó el libro Romancero canyengue, que incluye el tango “La última grela”. En este libro Ferrer provocó cambios en el lenguaje, incorporando palabras como “tristería”, “tangamente”, “transmilonguero”, etcétera.Canyengue era el tango bailado en los suburbios y en los cabarés.
Horacio Ferrer se caracterizó por destacar en sus versos la cotidianidad del ser humano, resaltando el mundo popular, aquel mundo arrabalero que circunda las grandes urbes. De hecho, uno de sus libros se titula Libro del tango: arte popular de Buenos Aires, obra monumental y de consulta obligada para los interesados en la historia del tango. Ferrer consideraba que el tango era “un reflejo del alma del pueblo”. Uno de sus aportes en la renovación del tango-canción fue la incorporación del recitado, pues afirmaba que los versos son “música que habla”.
LA DUPLA FERRER-PIAZZOLLA
Su encuentro con Ástor Piazzolla fue providencial, formando una dupla que creó grandes composiciones que renovaron para siempre el tango-canción. Horacio Ferrer contaba que el músico le dijo: “Quiero que trabajes conmigo, porque mi música es igual a tus versos” (…) “Si no venís a trabajar conmigo sos un imbécil”. Ferrer aceptó, comenzando una carrera que los hizo alcanzar fama mundial. Entre las composiciones firmadas Ferrer-Piazzolla se cuentan, además de “Balada para un loco”, “La última grela”, “Chiquitín de Bachín”, “Balada para mi muerte”, “Juanito Laguna ayuda a su madre”.
Caso aparte es la operita “María de Buenos Aires”, compuesta en 1968, y que si bien en un principio fue incomprendida, al paso de los años adquirió gran renombre e importancia musical, siendo presentada en más de veinticinco países y realizando varias giras mundiales. Además de Piazzolla, Ferrer colaboró con otros maestros, como Osvaldo Pugliese, con quien compuso “Yo payador me confieso”. Con Anibal Troilo creó “Tu enúltimo tango”. En 1990, junto a Horacio Salgán, dieron vida a un clásico: “Oratorio Carlos Gardel para Orquesta Sinfónica, Coro Mixto, Solistas y Recitantes”.
Una obra que simboliza todo el talento de Horacio Ferrer, ya de viaje, como en el tango, dice: “Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,/ guardaré mansamente las cosas de vivir, mi pequeña poesía de adioses y de balas,/ mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín” (…) “Andaré tantas cuadras y allá en la plaza Francia,/ como sombras fugadas de un cansado ballet,/ repitiendo tu nombre por una calle blanca,/ se me irán los recuerdos en puntitas de pie”.
LA ACADEMIA DEL TANGO
Un proyecto que le quitaba el sueño a Horacio Ferrer era dar vida a una academia del tango. Lo consiguió en 1990, gracias un decreto del Poder Ejecutivo Nacional, creando la Academia Nacional del Tango, la cual presidió hasta su muerte. La academia se encuentra ubicada en Avenida de Mayo 833, en el Palacio Unzué (hoy Carlos Gardel), sobre el mítico Café Tortoni. Entre los logros de la academia está el Museo Mundial del Tango y el Liceo Superior del Tango. Además, la Academia Nacional del Tango de la República Argentina ha podido impulsar la fundación de otras academias del tango en distintos países.
POEMA DE HORACIO FERRER
Los hijos del río
A la orilla, a la orilla,
hijos del río,
hay que hacer nuestro pueblo,
¡qué desafío!
Nos haremos un alma,
humildemente,
con la fuerza profunda
de la corriente.
A la orilla, a la orilla,
hijos del río,
vestiremos de algas
a nuestros niños.
Con la sal y la bruma
olvido haremos,
con gaviotas que vuelvan
el buen recuerdo.
A la orilla, a la orilla,
hijos del río,
se podrá en caracolas
beber el vino.
Siete peces espada
darán las armas,
y el Pampero esta noche
traerá guitarras.
A la orilla, a la orilla,
hijos del río,
ya tendremos descanso
cada domingo.
Y en la fuga del agua,
experta en irse,
lavaremos algunos
domingos tristes.
A la orilla, a la orilla,
hijos del río,
hay que hacer nuestro pueblo,
¡qué desafío!
Fotografía de Horacio Ferrer es gentileza de Walter Piazza, secretario de presidencia de la Academia Nacional del Tango.