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RESEÑAS DE LIBROS
Publicadas en revista Punto Final Julio 2015
Por Alejandro Lavquén
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Fractales (Cuarto Propio. 62 pág). Primer libro de América Merino, poeta viñamarina. Un poemario que denota prolijidad en la escritura de los textos. En ellos se conjugan elementos matemáticos, musicales, mitológicos, nostálgicos y geográficos que se van complementando de manera, si se quiere, arcana, pero coherente dentro de lo que, al decir de Carlos Henrickson, es “el cruce de lo existencial y lo nouménico”, línea conductora, de alguna manera, de este trabajo. Sujetos enigmáticos como Otro y Alguien, y lugares herméticos, sobre todo un Laberinto, que aparecen y desaparecen como signos de un mismo fractal se reúnen entre luz y opacidad. “Un fractal es infinito dentro de algo que no lo es”, nos dice la autora, y al parecer en aquel verso está la clave, la llave: “Porque quizás soy yo únicamente/ quien recuerda otras tierras,/ el río y los árboles/ que erigieron el laberinto” (…) “Cuando el sol toca mis ojos/ que mantengo cerrados/ veo fractales”.
Mitologuías (Editorial Betania. 60 pág). Un “Homenaje a Matta” de la poeta María Elena Blanco. Morfología, El arco oscuro de las horas y Mitologuías, son los tres capítulos del poemario. En ellos la autora logra, según explica Marie-Tèrèse Kerschbaumer: “una diáfana resonancia de las obras pictóricas, una sinestesia de las artes”. Los versos van en busca de los trazos del pincel para explorar y distinguirlos. En el poema “Duelo de la inteligencia y el azar”, dice la poeta: “puntos rojos y negros, sede de la combinatoria/ del guarismo culpable/ y salvador/ no precisan más que el fondo de un cono blanquecino/ el ínfimo impulso inicial/ de una espiral/ para dar las reglas del juego a lo increado”.
Y por favor, tengamos sexo (Pequeño Dios Editores. 63 pág). Quinto libro del poeta Manuel Andros. Con un peculiar sentido del humor, Andros realiza una travesía –o especie de recuento- de sus acrobacias en el plano sexual. Experiencias y sueños parecen ser la máxima: “Querida Ximena, debes saber ya/ que el hombre es como un volantín/ y que la mujer tiene el carrete./ No lo dejes mucho tiempo en tierra/ que echa raíces y muere/ pero tampoco lo dejes ir muy alto/ que se corta el hilo y se va”. Pauline Le Roy, escribe que este libro es Manuel Andros “hablando como hombre, como un encantador del amor, del sexo en el verbo, con respeto y cariño hacia la mujer verdadera, en cuanto al gozo, al no-complejo, a la hembra entera”.