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SECRETOS DE LAS PRIVATIZACIONES
Entrevista a Carlos Tromben, autor de Crónica secreta de la economía chilena (Ediciones B)
Por Alejandro Lavquén
Publicada en revista Punto Final / Agosto 5 de 2016
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El escritor y periodista Carlos Tromben presenta su libro Crónica secreta de la economía chilena (Ediciones B). Crónica periodística que “reconstruye la trama desconocida que se tejió entre 1974 y 1994, período en que se privatizó buena parte de las empresas que habían sido creadas por el estado chileno. Años de experimentos, precariedad, individualismos y bulladas bancarrotas. Los protagonistas del entonces, todavía, ejercen una influencia mayúscula en el acontecer político y económico del Chile de hoy, heredero –quizás hijo, quizás fantasma- de ese país que olvidamos”.
— El País que Olvidamos va y viene en su libro ¿Se trata de uno o de varios países? ¿Cuál es el simbolismo?
— Es un dispositivo de distanciamiento, para que el lector no incurra automáticamente en sus prejuicios y emociones. También se utiliza con otros personajes históricos, este recurso, con Allende y con Pinochet. Siempre me ha llamado la atención ese recurso retórico de los chilenos, cuando están indignados, “Es que en este país…”. Como si las injusticias fuesen algo exclusivo de “este país”, al que se refieren además como si no fuera el suyo. Parece un dispositivo para desentenderse de la responsabilidad que nos toca de que el país sea como es. Así nos situamos en la impotencia y la victimización. El País que Olvidamos es aquel que todos, por una u otra razón, hemos decidido borrar, idealizar, demonizar, como el adolescente que fuimos.
— ¿Por qué “crónica secreta…”? ¿Nadie sabía lo que sucedía con el manejo económico?
— Pocos sabían el cuadro completo, y todavía no se sabe cabalmente. Quedan piezas por encontrar en el rompecabezas. Creemos saber, o decimos que “sabemos” cuando dejamos que los prejuicios hagan el trabajo de la razón, el análisis o el dato duro. Privatizaron empresas y ganaron mucha plata, sí pero, ¿quiénes? ¿Quiénes eran los abogados, los operadores financieros, los funcionarios que tenían información privilegiada y la usaron? La prensa de la época dice tanto como oculta. Para saber te tienes que meter en los archivos burocráticos, en la SVS, en el Conservador de Bienes Raíces y desentrañar una maraña de escrituras sociales, cruces de propiedad, etc. No es fácil saber. Cuesta tiempo y recursos.
— ¿De quién o quiénes es la idea de privatizar las empresas del Estado?
— Las primeras privatizaciones datan de 1974-75, pero en realidad eran devoluciones, o remates de empresas privadas, grandes y chicas, que fueron estatizadas durante la UP. Todos y cada uno de los Chicago tenían su idea de cómo y cuándo privatizar, pero tuvieron que vencer un obstáculo de proporciones: los propios militares. Carlos Ibáñez del Campo fue uno de los fundadores del estatismo chileno. De hecho Codelco, ENAP y Enami quedaron fuera de cualquier programa de privatización por presión militar. En cambio, los Chicago del segundo tiempo, encabezados por Büchi, logaron sumar a los militares en la privatización del resto del aparato productivo.
— Las AFPs son vistas como una estafa legalizada. Según sus datos concretos ¿Es en la práctica eso así?
— Es un mal sistema previsional, que no entrega los resultados que prometieron sus creadores, promotores y publicistas. Por eso las personas lo sienten como estafa, porque les vienen diciendo hace 30 años que es una maravilla. Los resultados para el cliente-cotizante son paupérrimos, pero para el cliente financiero son bastante interesantes. En la investigación sí descubrimos una defraudación del fondo de pensiones, y una en particular en Provida en 1985, cuyos ejecutivos eran Carlos Eugenio Lavín y Hugo Bravo.
— Los manejos financieros de Sebastián Piñera son narrados con detalles. ¿Piñera cae en la categoría de ladrón, estafador, sinvergüenza…?
— Estafador en el sentido de dolo, no. Ladrón como la imagen folclórica del desalmado que le roba el montepío a la abuelita, tampoco. No fue burdo como Chang. Sí muy astuto, dispuesto a saltarse las reglas del mercado, a usar información privilegiada (algo que hoy es delito), a desayunarse a sus socios, a contarles solo la mitad de sus planes, a usar su posición de senador para seguir haciendo negocios, a mandarle recados intimidantes a sus rivales de negocio desde esta misma posición. Un largo etcétera.
— ¿Cómo definiría la situación actual del país? ¿Decadencia moral, imperio de la codicia o la naturaleza de la elite económica al descubierto?
— Lo segundo. Estamos saliendo de la ingenuidad. El estancamiento de la economía y la irrupción de una nueva generación terminaron con la “democracia de los acuerdos”, articulada por los empresarios y todo el espectro político. Eso también tiene sus riesgos, porque hoy todos tienen motivos para indignarse, de derecha a izquierda.
— El contubernio entre empresarios y políticos ¿Cuándo comienza? ¿Cuándo la derecha empresarial compra a los dirigentes políticos de la Concertación? ¿Cuál es el precio de esa compra?
— Comienza ya con la campaña del No, con los aportes que hacen los empresarios que saben “para dónde va la micro”. Con Aylwin el modelo se comienza a decantar, a través de la apertura de nuevos mercados de exportación,roadshows para atraer inversión extranjera, etc. Pero sobre todo nuevos contratos de concesión de obras públicas y explotación de recursos naturales. El precio económico quizá no lo sepamos nunca, pero en términos políticos el precio fue tener un sistema narcisista, enamorado de sí mismo y con graves dificultades para adaptarse a los cambios que ha vivido el mundo en esta última década.
— Dentro de toda su investigación ¿Cuál diría que es la mayor sorpresa con la que se encontró?
— Primero, descubrir que Piñera había participado en las privatizaciones y a partir de una de ellas hizo su primera gran pasada. Dos, descubrir que sus actuales sociedades de inversión fueron alguna vez empresas del grupo Cruzat Larraín, que compró ya quebradas y con un interesante FUT negativo.